Los más desmemoriados, los que caminan por la vida sin apego al calendario, tal vez no se darían cuenta de que este jueves la gente no fue a trabajar porque en España se celebra el día del nacimiento de su actual Constitución. Otros con más memoria tampoco lo recordaban, tal vez porque los 29 años que han transcurrido desde entonces son más que suficientes para haber aceptado que nuestra monarquía parlamentaria, nuestra democracia, forma parte ya de lo cotidiano. Podría resultar negativo que muchos ciudadanos se hayan olvidado de que hace tres décadas no teníamos una Carta Magna plagada de derechos y obligaciones porque estábamos gobernados por una Dictadura, en la que se determinaba por imperativo legal lo que se podía hacer y no hacer, lo que se podía decir y no decir... En este diario no lo creemos, creemos que este olvido es positivo, como la ignorancia de las generaciones que han nacido ya en libertad, las mismas que se ríen cuando en los programas de humor sacan a Franco lanzando algún discurso gracioso con su singular timbre, ese que sin embargo no le impidió ser el general más joven de Europa y el máximo y casi único responsable de los destinos de un país durante más de cuarenta años.
En Crónicas hoy destacamos un dato llamativo, que el 6 de diciembre de 1978 el 87,78 por ciento de los votantes españoles que acudieron a la llamada de las urnas confirmaron su apoyo al texto de la Constitución, lo que refleja claramente las enormes ganas de cambio que había entonces. Ahora lo que se plantea es una cuestión muy distinta, se plantea la reforma del texto que todos conocemos. Los más inmovilistas parecen dispuestos a acceder a retocar el texto en lo concerniente a la sucesión de la corona, para cambiar el arcaico y machista sistema de preponderancia del hombre sobre la mujer y permitir así que Leonor pueda ser reina cuando abdique o muera su padre, el ahora Príncipe Felipe. Los autonomistas-federalistas propugnan un cambio más radical de la Carta Magna, en el que se cambie el concepto actual del país, para que regiones como Cataluña o País Vasco tengan un estatus distinto al actual.
No está mal que estos debates se planteen. Al contrario. Una democracia saludable tiene que ser una democracia ágil y en continuo movimiento, inconformista pero consciente de valorar en su justa medida lo que ya posee, y en España, se pongan como se pongan los antidemócratas, se ha conseguido en muy poco tiempo alcanzar una situación de libertades que muy pocos soñaron.
El símbolo de la democracia en España comenzó su andadura el 29 de diciembre, momento en el que se hizo pública su entrada en vigor y en el que se abrió paso a la transición a un nuevo sistema al que aún le quedarían muchas vicisitudes antes de estabilizarse. De hecho, como lo hizo en su día la Constitución de Cádiz de 1812, la Pepa, nuestro actual texto nació bajo el entusiasmo de casi todos los españoles, que vieron en la Constitución la confirmación de que realmente se había terminado la etapa de represión, pero también lo hizo bajo el recelo y la desconfianza de muchos que seguían apostando por la continuidad del régimen del dictador Franco, o que simplemente no comulgaban con el texto elaborado.
Esos recelos de los muchos que ahora son algunos tienen que servir para que los que defienden el actual sistema, sin duda alguna el menos malo de los posibles, no bajen la guardia y estén siempre atentos a cualquier movimiento que atente contra el logro que se obtuvo en 1978.
Hasta 2006 la Constitución se ha mantenido intacta a excepción de una reforma que se realizó por primera y única vez y que consistió en añadir “elegible” en el artículo 13.2. El 7 de febrero de 1992 se firmó en Maastrich el Tratado de la Unión Europea por el que, entre otros, se modificaba el Tratado Constitutivo de la Comunidad Económica Europea. El artículo 8.B de éste, dice que "todo ciudadano de la Unión europea que resida en un Estado miembro del que no sea nacional tendrá derecho a ser elector y elegible en las elecciones municipales del Estado miembro en el que resida..." Su Majestad el Rey sancionó y promulgó la reforma constitucional en el Palacio de Oriente de Madrid el 27 de agosto de 1992. El Boletín Oficial del Estado publicó el texto de la Reforma Constitucional el día 28 de agosto de 1992. Ese mismo día se publicaron también las versiones en las restantes lenguas de España.
Ahora ha llegado el momento de ir más adelante, de cambiar algunas cosas que no se han cambiado, sin miedo, con mesura, sin crispación, con debate...