miércoles. 24.04.2024

Al entrar en la Tienda de Perico huele a gofio y a café recién hecho. Suenan antiguas isas canarias y se escucha la risa de Juana, la mujer de Perico, que no ha podido aguantar una dulce carcajada después de escuchar uno de “los viejos chistes de éste”. Detrás de ellos se apilan en una estantería decenas de latas, botellas de ron, natillas caseras y dulces de La Palma. Una báscula de metal de los años sesenta translada a uno a otros tiempos atesora miradas sobre el mostrador. Mientras, las manos cansadas de su dueño se mueven, inquietas, de un lado para otro.

Fotos: Anabel Navarro

La Tienda de Perico es un lugar de `estar por casa'. Es una tienda de toda la vida, que abrió entrados los años cincuenta y que hoy, más de medio siglo después, se ha convertido en una superviviente de las garras del mercado.

¿Hiper, qué?

Ni ofrecen `dos por uno' ni aceptan pagos con tarjeta. En tiendas como ésta, de las de toda la vida, no entienden de marketing ni multimarcas y se desmarcan de las modas y pautas que fija el mercado moderno actual. A sus “ochenta y pico” años, Perico vende las verduras que él mismo cultiva en el huerto de atrás y la palabra `merchandising' le suena a “ruso”. Tiene bollos recién hechos y presume de precios altos. Estos establecimientos guardan un secreto para salir adelante: el calor de la cercanía.

“Unos vienen y otros se van, por aquí pasa mucha gente pero son mis clientes de toda la vida”, confiesa Perico mientras repone unas papas con Juana.

Tiempos mejores

“Antes vendía muchas más cosas aquí, tenía cholas, loza y una parte de ferretería, ahora con estas cosillas me sobra”, explica el dueño de la tienda, ahora a la vez que pesa una docena de manzanas verdes. Y así pasa los días Perico, entre estas cuatro paredes vacías pero repletas que hacen esquina en un pequeño rincón de Tías.

Otra gran carcajada interrumpe la conversación. “¿Beneficios?, la tienda no me da para nada pero, a mis años, hace que los días vayan pasando y yo me entretenga”, prosigue. “Ahora hay mucha tienda grande y mucha cosa nuevas aunque, si le digo la verdad, a mi me parecen todas caras y todas iguales”, deja claro.

“Este siglo aprieta, pero no ahoga”

Ya lo dice Perico, el siglo XXI “aprieta pero no ahoga”, y por eso ni se le pasa por la cabeza cerrar el establecimiento o introducir en él cambio alguno. “Aquí hay lo que hay, lo que ve, a mi me hace feliz y por eso sigo viniendo”, dice un vecino de Tías que acaba de entrar. Y así, entre anécdotas, personajes y viejas batallitas, el tiempo va pasando en la Tienda de Perico. Sin caravanas, ni manifiestos ni grandes movilizaciones sociales. Y así mismo consigue lo impensable: ganarle el pulso, a su manera, al políticamente correcto y moderno mundo de lo merco-social.

Los supervivientes de las garras del mercado
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