sábado. 03.05.2025

A principios de semana me decían en la radio que este año ni el Cabildo ni el Ayuntamiento de Arrecife (ambos con una crisis de gobierno como una catedral, aunque siga ridículamente empeñado en negarla una de las partes contratantes) no ofrecerán la tradicional cena de confraternización (¿?) con los medios de comunicación. Albricias: los milagros existen. Se dice que tamaña medida viene motivada porque no hay un duro (mucho menos un euro) en ambas instituciones cuyos respectivos grupos de gobierno tomaron como primera medida subirse escandalosamente los sueldos, en coherencia con la situación económica de las dos instituciones. La lógica política local es lo que tiene: carece de lógica. Pero se mantiene en el tiempo porque todavía hay gente que va a votar a esos mismos y desvergonzados trincones, entre insulto e insulto a los abstencionistas, que somos muy malos ciudadanos.

La suspensión de la orgía dilapidadora que bajo el nombrete de cenas de confraternización navideña se venía celebrando desde hace más años de los que me gustaría recordar para único beneficio de los que acuden a las mismas tiene que ser, aunque haya sido forzada por la situación económica, una buena noticia para quienes, como el que firma, llevábamos lustros censurando, como el que predicaba en el desierto, esa obscena costumbre. Con ello me he ganado la antipatía, aparte de la de los políticos que tanto me da que me da lo mismo, de la inmensa mayoría de los compañeros de los medios de información que asisten a los convites, en ocasiones incluso cuasi obligados por sus respectivas empresas. Pero a veces es preferible correr ese riesgo a engañarte a ti mismo escribiendo lo contrario de lo que piensas o mirando para otro lado. Me consta que en los últimos años más de un periodista ha terminado desertando de esos incomprensibles agasajos político-periodísticos. E igual algún día acabamos siendo mayoría los que optemos por decirles a los políticos aquello de “con su pan se lo coman”. Amén.

Como es triste fama, en llegando diciembre, la prensa se ve invadida esas invitaciones para almuerzos o cenas que las principales instituciones públicas organizan con la excusa de la matraquilla navideña y la buenas relaciones que no sé dónde está escrito que tiene que existir entre los políticos y los periodistas, cuando que eso será siempre el peor peligro para los sagrados intereses de lectores, oyentes o telespectadores: el compadreo o pasteleo político-informativo. Tanto como hablar del "buen rollo" entre policías y delincuentes, por poner un buen/mal ejemplo. Para mal de males, los selectivos banquetes se hacen utilizando alegremente el dinero de todo el pueblo. Y aquí el chiste ya empieza a dejar de tener gracia, para mi gusto. Por lo general, tamaños dispendios no suelen ser censurados, ni siquiera debatidos, en la prensa. Es asunto tabú. Y se le orilla como si no existiera, o como si no tuviera mayor importancia. Pero la tiene. Hablamos de millones de pesetas de todo el pueblo que se derrochan en comidas y regalitos para que el político de turno salga bien tratado y retratado en los medios.

A quienes somos muy raros, todos estos ritos que se van convirtiendo en tradición porque las dos únicas partes que se benefician de la misma comen y callan (nunca mejor dicho), nos sigue pareciendo una indecencia, y más en estos tiempos en los que tanta gente sufre mil y una privaciones, incluso en esta pobre islita rica sin gobierno conocido. La imagen de los políticos echándoles de comer a los periodistas y pasándole luego la factura o la multa al pueblo que ni come ni le dejan comer tranquilo se tiene que acabar. Depende de todos. También de ti. Si los políticos no pagan de sus bolsillos las comidas y los regalos, no comas con ellos. (de-leon@ya.com).

No comas con ellos
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