Por Miguel Ángel de León
El cinismo y la falta de vergüenza que se gastan, al alimón, los dirigentes del PSOE y de PRISA, o de PRISA y del PSOE (tanto monta y tanto mandan, aunque algo más Polanco que Zapatero), son dignos de mejor causa. Y que el periódico más sectario y peor escrito de entre todos los que se editan en España, El País, insulte a diario la inteligencia de sus propios lectores dice mucho del respeto que éstos le merecen: hablan de censura justo la misma semana que han expulsado a unos de sus principales columnistas porque había osado acudir en calidad de invitado a un medio de comunicación con una línea editorial contraria a la políticamente correcta en la actualidad.
Hay que tener algo más que caradura para que un partido, el PSOE, que semanas atrás vetaba la presencia de cualquier dirigente o militante suyo en una televisión pública perteneciente a una autonomía gobernada por el PP, Tele-Madrid, salga días después llevándose las manos a la cabeza porque el PP hace justo lo mismo: repite la antidemocrática maniobra psocialista y les ordena a sus miembros que no acudan a ningún medio del Imperio Prisa. Doy fe de ese veto del PSOE a Tele-Madrid porque el único informativo de televisión que veo, si estoy en casa a esas altas horas de la noche, es el que lleva unas semanas presentando el escritor Fernando Sánchez Dragó en la citada Tele-Madrid (canal que cazo en mi casa, paradójicamente, gracias a la multa mensual que le pago al Digital Plus de Polanco, que está en todas partes y por algo lo han rebautizado como Jesús del Gran Poder... Mediático). Sánchez Dragó, pese al veto, envía en vano su invitación casi a diario a principales dirigentes psoecialistas (no confundir con socialistas).
Por lo que hace y respecta a Polanco, ni les cuento el morrocotudo morro que tiene que gastarse el mismo personaje que inició su carrera empresarial en pleno franquismo vendiendo “de aquella manera” libros de texto que alababan la figura del dictador y que ahora acusa de franquistas a todo el que no le ríe las gracias que no tiene a su imperio mediático y al mediocre José Luis Rodríguez El Puma (Zapatero, quise decir), el rey del discurso tan grandilocuente como hueco. Eso por no citar al “mosquita muerta” de Juan Luis Cebrián, el actual académico que escribe con el traste (son famosos sus anglicismos innecesarios, sus laísmos y sus dequeísmos) que, al igual que papá Polanco, inició su carrera periodística allá cuando Panchito Franco gobernaba en España por la gracia de Dios (que vaya gracia la suya), y llegó a ser director de la TVE del oprobioso Régimen, aparte de hijo -ahí no debe culpa- del director de Arriba, un periódico falangista algo más que afecto al tirano. Estos dos son los que se llenan ahora la boca hablando de democracia y tildando de franquistas a todos los que no piensen (es un decir) como ellos. Siempre hablan los que más tienen que callar, como es fama.
Por si fuera o fuese poco todo esto, el diario El Mundo publicaba este lunes el “Manuel del candidato/a” que el PSOE entregó a los 1.600 asistentes a la Convención Municipal en el que se fija las pautas de actuación de los mismos, y en donde se dice, textualmente, que “cada campaña es una guerra general”, que “el objetivo es conquistar la mente de los lectores”, que “hay que luchar...” Guerra, conquista, lucha... todas son claves en tono bélico. Claves guerreras utilizadas por los mismos, los mismitos, que acusan a sus adversarios de resucitar el guerracivilismo (con perdón por el palabro), olvidando de paso su otra matraquilla política y mediática de la imposible “memoria histórica”, otro pleonasmo al que tan adictos son estos descarados enemigos de su propia lengua. En el Manuel de memos (de marras, quise decir), aparte de patear el idioma con eso del “candidato/a”, en el apartado que se refiere al plan de campaña, donde se plantea que hay que diseñarlo “como una batalla” (vaya fijación, vive Dios), se escribe -es cita literal- que “En los mítines hay que cuidar el éxito escénico y saber distinguir el público para magnificar el número. (...) El mensaje debe ser trasladado sea cual sea la pregunta del periodista. (...) El off de record no existe”. Lo que no existe es el buen uso de la lengua: aparte de hablar mal el español, trufándolo con innecesarios y sobados anglicismos, el autor del Manuel demuestra que ni domina su lengua ni la que copia: ese “off de record” no existe ni en español ni en inglés. Otra cosa será el “off the record”. Pero el papanata persiste en patear con el pico y con la pluma. Píquemelo usted menudito, cristiano, que lo quiero para la cachimba... (de-leon@ya.com).