Por Miguel Ángel de León
Luis del Olmo, el gran chaquetero de las ondas (casi dos metros de radiofonista), ha dicho que no asistirá al acto en el que se le entregará un premio -entre otros- a Federico Jiménez Losantos, que está en la competencia radiofónica del primero, hasta el “Punto” que le ha anulado la audiencia que antiguamente lideraba el leonés leonado. Losantos, para quien Del Olmo ya no es competencia porque no lo escucha ni Dios, ha dicho que él sí irá a la tierra del primero a recoger el galardón que le ha concedido un jurado compuesto por periodistas de distintos y distantes medios de comunicación.
Andreu Buenafuente -muy buena gente cuando lo conocí en Reus, allá cuando ambos hacíamos el servicio militar y tal- se ha sumado a la democrática actitud del camaleónico Del Olmo. El catalán, que cuenta con un equipo de trece guionistas que le escriben las gracietas que recita en la tele y firma los domingos en “El País”, ha dicho que él no se junta con gentuza como el ex comunista que sufrió un atentado a manos de los nacionalistas de Terra Lliure (Tierra Libre: tócate los nísperos), y que se enfrenta al micrófono con el único apoyo de su propio bagaje cultural, un poquito superior al de Buenafuente, Gabilondo y del Olmo juntos, puestos a contar verdades, tal y como salta al oído. Y el Imperio Prisa, claro, ha hecho “casus belli” de la simple anécdota, para regocijo de demócratas de boquilla y toda la patulea progre (el progre no tiene ideología ni coherencia intelectual; el progre sólo tiene pose... políticamente correcta, eso sí, con estos entontecedeores tiempos de perdición embustera que lidera Zapatero, el presidente por accidente y sin discurso que llevarse a la boca, donde lo equivoca el necionalista Suso de Toro, su único autor de cabecera, que provoca dolores de cabeza a cualquiera que tenga un mínimo gusto literario, pues el gallego galleguista escribe con el traste, como casi todos los que lo hacen a la sombra del campanario, mirándose siempre su propio ombligo).
No contento con hacerle el feo al resto del jurado, Luis del Olmo insiste en su solidaria actitud de pedirle a la COPE, para la que también trabajó el tránsfuga del micrófono, que eche a la calle a Losantos, que además tiene la osadía de declararse anticatólico y nada vaticanista. Un periodista pidiéndole al patrón eclesial (anterior patrón suyo, por cierto) que eche a otro periodista que le está quitando oyentes. Píquemelo usted menudito, cristiano, que lo quiero para la cachimba. Eso se llama compañerismo. Hoy por ti, mañana por mí. Y estos son los que se llenan la boca hablando de una democracia que sólo conocen, precisamente, de boquilla.
No comparto ni tantito así los concretos posicionamientos políticos o ideológicos de Federico Jiménez Losantos, y no me va nada en esa guerra mediática o mediocre. Pero como lector u oyente me merece muchísima más credibilidad el que tiene asumido que “el periodismo está para tocarle las narices al poder”, sea quien sea el poder (político, institucional, empresarial), que quien, sensu contrario, está siempre presto para el peloteo al poderoso. Lo primero es periodismo, y lo otro es pesebrismo, o “periolorismo”, como me gusta rebautizarlo. También lo sufrimos por aquí abajo, como es triste fama.
Luis del Olmo ha sido nacionalista cuando Jordi Pujol gobernaba en Cataluña, felipista con Felipe González, aznarista con José María Aznar López y hoy zapaterista con Zapatero. Y Losantos, a quienes los más tontos califican de “pepón” o pro-PP, llama Maricomplejines a Rajoy y recuerda en su último libro que horas después de que Aznar le dijera en Moncloa que “hay que acabar con Antonio Herrero”, el anterior presentador de las mañanas de la COPE aparecía ahogado en el Mediterráneo. Es la pequeña/gran diferencia entre un periodista de raza, que no hace distingos a la hora de criticar al poder, y los infraperiodistas del peloteo permamente al poder. Todavía hay diferencias. (de-leon@ya.com).