Por Miguel Ángel de León
En la UD Lanzarote casi no hay jugadores lanzaroteños, como es triste fama. Los pocos nacidos en la isla se cuentan con los dedos de una mano, y casi sobran dedos. En el Orientación Marítima, que está en la misma categoría y pasa por idénticas o similares agonías clasificatorias, sí hay futbolistas conejeros, muchos de ellos procedentes del Lanzarote. Ambos equipos llevan meses pidiendo agua por señas, prácticamente desde el inicio de la Liga 2006/07, y siguen atrapados en la ratonera que supone la cola de la tabla, con la amenaza del descenso al insondable pozo tercerdivisionario, un sitio muy oscuro en el que se sabe cómo se llega -o se cae- pero no cómo ni cuándo se sale. El pasado domingo, la UD, por primera vez en todo lo que llevamos andado de campeonato, sacó por un ratito la cabeza fuera del agua, pero puede que el próximo fin de semana vuelva a la misma situación de asfixia. O puede que no. Ojalá.
No sé si hay o no un fútbol conejero. Pero sí consta que hay un fútbol canario. Una forma de jugar isleña. Un “tempo”, como lo llamaban antes los cronistas deportivos. El ya desaparecido novelista Manuel Vázquez Montalbán, rendido seguidor del Barça, publicó un antológico artículo al respecto en una columna postrera en El País. Y este lunes, en la misma página de El Mundo en la que el joven David Gistau, madridista a su pesar, hablaba de los golitos con los que “el Real Madrid se ha convertido en un superviviente de sí mismo durante toda la temporada, le ha ubicado a dos puntos del líder a pesar de un juego que debería prohibir la Convención de Ginebra porque constituye tortura al espectador. Cuando el fútbol se constituye en esto, lo que no hay es motivos para ir a la cancha a aburrirse: basta con mirar el resultado en el teletexto”, Carlos Toro habla del hombre de moda en la Liga española: “David Silva es canario. Español, pues, aunque no peninsular. Los canarios nos llaman peninsulares a los demás españoles. Los canarios son de aquí, pero están allá, lo que les confiere un cierto exotismo derivado de su situación geográfica. Más meridionales que los andaluces, su fútbol se parece más al suramericano que al europeo”.
La época más gloriosa de la UD Las Palmas en Primera División coincidió, en efecto, con la presencia de jugadores hispanoamericanos en sus filas, allá cuando muchos chinijos estábamos naciendo a la afición y nos metimos el amarillo en vena ya para siempre, aunque de lo que hubo hoy apenas queda nada. Recalca Carlos Toro que “hablar de fútbol canario es aceptar, evocar y definir un estilo fundamentalmente técnico y, con las excepciones que se quiera, entre ellas las de Silva, más bien lento. En la Península hemos tildado de aplatanados a sus representantes cuando nos han exasperado con su pachorra. Valerón, con su virtuosismo al ralentí, constituiría el paradigma del fútbol canario, una imagen de marca que también se nos ha mostrado en ejemplos exquisitos como los de Tonono y Guedes. El molde insular ha proporcionado asimismo regateadores de fantasía y, a causa de la fertilidad de una cantera innata, talentos precoces que, a menudo, se han quedado en la mitad de lo que prometían. Hubo otro Silva canario, de nombre Alfonso [recientemente fallecido], que dejó huella en el fútbol nacional. Permaneció nueve temporadas en el Atlético de Madrid. Considerado el mejor futbolista grancanario de todos los tiempos, ha sido para algún erudito el jugador más técnico que ha conocido nuestro fútbol. Los viejos aficionados del Metropolitano hablan y no paran de su excelsa calidad y su... desesperante calma”.
El gran Menotti, el argentino y filósofo (con perdón por la redundancia) ex entrenador del Barça, decía que correr es de cobardes. Él prefiere la calidad a la velocidad del jugador. Y esa verdad no necesita mayor explicación en Canarias. Todos la entendemos a la primera.
Los futbolistas conejeros que han destacado hasta el punto de jugar en Primera División lo han hecho de forma y manera cuasi anecdótica, y en cualquier caso fugaz. Tan fugaz como la feliz coincidencia liguera de dos equipos lanzaroteños en categoría nacional. De tener por primera vez en la historia dos conjuntos en Segunda B podemos pasar a no tener ninguno, del mismo bolichazo, la próxima temporada. Dios no lo quiera ni el Cielo lo permita, pero pintan bastos. (de-leon@ya.com).