No hay constancia histórica de la existencia de líderes nacionalistas con sentido del humor (Franco, Hitler, Arzalluz, Pujol, Cubillo, Carmelo Ramírez...). No se sabe de simpatizantes de esos iluminados que fueran o fuesen, precisamente, la alegría de la huerta (póngase usted a intentar hablar, y mucho menos razonar, con un cubillista, si es que todavía queda alguno, y ya me contará después de sus dolores de cabeza). Y tampoco hay noticia de escritores nacionalistas que se merezcan tal nombre (si alguien conoce alguno, le quedaré eternamente agradecido si me facilita tamaño hallazgo).
El miércoles hablábamos aquí de la burrada pronunciada la pasada semana por el senador del PNV, Xavier Maqueda, que dando muestra de su altura intelectual y su elaboradísimo pensamiento dejó dicho -textualmente- que “el que no se sienta nacionalista no tiene derecho a vivir”. Convencidos por verdades tan absolutas como ésa, una manada de toletes nacionalistas (con perdón por la redundancia) intentó el lunes dejar sin aliento a uno de los mejores columnistas de los que podemos disfrutar actualmente en la prensa española, Arcadi Espada.
Sobra decir que Espada es descarada y declaradamente antinacionalista. Un delito que lo llevó, primero, a salir a escape de las páginas del periódico psoecialista “El País” (donde apenas caben los columnistas políticamente correctos y aburridísimos tipo Vicente Verdú, Soledad Gallego-Díaz, Javier Pradera, Santos Juliá, Suso de Toro, el Ramoneda, Juanito Cruz y otros ilustres muermos) a las del diario “El Mundo”, y después a recibir mil y una amenazas y algún cogotazo como el que le dieron esta semana la manadita de independentistas catalanes, jaleados por el silencio cómplice de las autoridades incompetentes tanto en materia política como policial y amparados en la razón del más bruto que no admite ninguna voz discordante del discurso oficial (Espada, junto a otros catalanes tan lúcidos como Albert Boadella, es miembro de Ciudadanos por Cataluna, esa suerte de plataforma política e intelectual que se niega a comulgar con la atragantadora rueda de molino etnomaníaca que desde hace años asfixia a aquella hermosa y próspera región del norte de España).
El editorialista de “El Mundo” hablaba al día siguiente de la cobarde acción que tuvo lugar en mi recordada Gerona (Girona escriben en “El País”, pese a que se edita en castellano, motivo que sin embargo no les lleva a escribir London en lugar de Londres, curiosamente) de “la última agresión de los enemigos de la libertad”. Conociendo a esos enemigos convictos y confesos, mejor vamos a dejarlo en penúltima, porque es seguro que aprovecharán la impunidad de la que gozan para volver a intentar acallar cualquier voz que no sea la oficial y gritona del ciego necionalismo ombliguista y separatista de moda. Apuesto doble contra sencillo.
El argumento o la razón de peso para justificar la agresión contra el columnista fue la pretensión de éste de pronunciar una conferencia contra el Estatuto de los c. (catalanes, se sobreentiende). Tamaña osadía, vive Dios, en el país de los ciegos endogámicos.
Pese a que los independentistas habían promovido con varios días de antelación el boicot al acto y habían lanzado amenazas directas a través de internet en las jornadas precedentes, la protección policial brilló por su ausencia, como dicen los cronistas más originales. Los denominados Mossos d'Esquadra ni estaban ni se les esperaba. Simplemente, se inhibieron, como a buen seguro harán por aquí abajo en casos de similares rebeldías “en contra del orden establecido” los futuros integrantes de la que dicen inminente (“culo veo, culo quiero”, reza el credo nacionalista) Policía Autonómica, Autónoma, Autómata o Automáticamente a las órdenes del futuro jefe político de la reabautizada como “Guanchancha” (nombrete o neologismo, por cierto, que apareció por primera vez en la prensa de las islas en un articulillo que llevaba la misma firma que aparece en el que acaban de leer, allá cuando apenas se sabía nada de derechos de autor, propiedades intelectuales o latas similares). (de-leon@ya.com).