sábado. 10.05.2025

Por Miguel Ángel de León

Para algunos el 8-M significa 8 de mentiras, como para otros el 11-M. No les falta parte de razón a unos y a otros, porque hoy triunfa la pose y la impostura sobre las ideas, como es triste fama, y la corrección política es dogma de fe y somos herejes todos los que no nos sometemos a sus dictados. Mi suerte -o mi desgracia- es que yo no creo en las modas. En ninguna moda: ni en la de ayer ni en de hoy ni en la de mañana. Todas pasarán, dejando un reguero de memos a su paso y bajo su peso: el peso de la estulticia convertida en credo. La mentira mal disfrazada de verdad forzada. Pongo un caso clásico: no hay mujer en el mundo, ni siquiera la más guapa entre las guapas, que resulte atractiva vestida de novia ante los ojos de ningún hombre sincero (lo que digan los vendidos o los miedosos de hablar claro no vale: sabemos que mienten, como en el caso del cuento o del tongo del tanga, sobre el que tengo y mantengo una tesis que ya he expuesto aquí en alguna ocasión anterior). Empero, todas las mujeres salen de todas las bodas convencidas de que la novia iba muy guapa. “Sí, no estaba fea la muchacha”, asiente el calzonazos de turno.

No soy feminista, ni Dios lo quiera. Me gustan demasiado las mujeres como para serlo. Feministas se reclaman los modistos que las odian y las quieren esqueléticas, requetepintadas, cuasi amortajadas o momificadas y machihembradas sobre las pasarelas donde se pasea la muerte a cada rato. Alguien dijo, segundos antes de ser acusado de homófobo por algún papafrita, que ese odio escondido tiene su lógica porque los gustos (sexuales) de los modistos suelen ir por otro lado. Es un buen móvil para el crimen. Las tontas teleseries de hoy ni lo barajarían, pero el teniente Colombo nunca lo descartaría.

La mujer, que es la perdición de la especie (la masculina), es a su vez su única salvación. En el pecado llevamos otros la penitencia. Y no es más inteligente que el hombre, pero sí más lista (como de aquí a China), y más práctica o pragmática. Mientras otros vivimos todo el rato en las nubes, ellas tienen siempre los pies en el suelo. Elemental: son la madre tierra, la Pacha Mama verdadera. El secreto o la gran verdad del Universo está justo allí donde dijo el grosero, pero yo aquí no puedo escribir coño. Lo demás es adorno y literatura, incluso científica.

Otro término que ha puesto de moda la nada actual es el palabro “sexista”, que ya repiten como loros -venga o no a cuento- los que no saben lo que hablan, como una tal Ángela Bustillo, que dicen que dijo que “es sexista que yo no pueda ser miss España [con perdón por el estúpido e innecesario anglicismo] por tener un hijo”. Le responde a la simplonada otra mujer, Carmen Gallardo, en la mejor revista femenina (ni es feminista ni confina a la mujer a la cocina) que se edita en España (Yo Dona, sale los sábados con El Mundo): “Lo sexista es que en el siglo XXI se permita que las mujeres se presenten a un concurso de feria de ganado”. Insultantes certámenes de belleza, por cierto, presentados muchas veces por algunas despistadas que se reclaman como feministas y te llaman a ti machista si les señalas con el dedo esa clamorosa contradicción. Con estos renglones torcidos se ha escrito siempre la historia.

Asumo que tengo mal ganada fama de machista entre algunas lectoras que no me conocen bien, sólo de oídas... o de leídas, porque no todas leen exactamente lo que escribes y -como dice el canario viejo- lo entienden todo por la bragueta. Tanto me da que me da lo mismo, y ni siquiera pierdo el tiempo en rebatir el error. Tremenda pereza. Gabriel García Márquez acaba de cumplir 80 años, y también cometió pecados de juventud (y de senectud: léase sus “Memorias de mis putas tristes”), como cuando ejercía de periodista y firmaba con el seudónimo de Septimus en el periódico El Independiente de Bogotá. Dejó escrito, puede que con ironía pero con muy poca gracia, lo que sigue: “En torno a una mesa de doce metros de longitud había veinte sillas que sólo podían ser ocupadas por las personas capaces de guardar el secreto más secreto del mundo. En ninguna de ellas se ha sentado jamás una mujer”. (de-leon@ya.com).

8 de marzo, con M de mujer
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