miércoles. 14.05.2025

Por Miguel Ángel de León

Ante la celebración del Día del Pilar (felicidades, doña), lo único que cuenta para casi todo hijo de vecino es el puente festivo, si lo hubiera o hubiese. Pero la fecha se merece también un respetito, que siempre es muy bonito. Como es triste fama, Panchito Franco, aquel gran nacionalista patriotero y cuartelario (como casi todos los nacionalistas que en el mundo son o han sido), tuvo a bien en su día y momento aprovechar la celebración del 12 de octubre para convertirlo en lo que se dio en llamar como el Día de la Raza (hispana, se sobreentiende), pues, de la misma manera que el agua casi siempre suele estar mojada, todo nacionalista que se precie es intrínsecamente racista, así sea vergonzante/avergonzado o convicto y confeso, tanto da. En caso de duda, véanse -un suponer- los comportamientos actuales de los nacionalistas o isloteñistas lugareños. Dios los cría y ellos solitos se juntan y se comportan todos por el estilo. Los extremos, como los extremeños, se tocan.

En hablando de la raza, el polémico filósofo francés Bernard-Henri Lévy alertaba y avisaba del peligro de lo que él llama los "discursos purificadores" de todos los nacionalismos o regionalismos que en el mundo son, incluso cuando esos nacionalismos puedan tener una apariencia amable, pues, según el pensador de marras, "son virtualmente integristas en cualquiera de los casos".

Para apoyar sus contundentes observaciones, aquel filósofo ponía como ejemplos de lo que él denomina "pureza integrista" los discursos de locos escasamente egregios como el ruso Vladimir Zhirinovski o los dirigentes serbios en la antigua Yugoslavia (todos ellos, potenciales criminales de guerra, a los que todavía andan juzgando en altos tribunales internacionales), así como el caso de las etnias puras en Ruanda y Burundi, o de la pureza árabe en Argelia. En resumen, una lección magistral más que, como tantas otras, no servirán de nada en el planeta de los ciegos que se niegan a aprender las lecciones de la Historia para sacar provecho útil de las mismas y no repetir idénticos errores.

Para nuestra desgracia colectiva, lo que hoy mueve al mundo (hacia el precipicio, a fe mía) no es la filosofía, la ciencia o la literatura de personajes como los citados. Las que mandan y ordenan siguen siendo las modas, por estúpidas que sean y prediquen lo que se les antoje. Pongamos otro ejemplo reciente, a modo de botón de muestra: ahorita mismo, la "filosofía yuppi" ha muerto, al Cielo gracias. Pero en realidad nunca estuvo viva, sino que se la calzaron durante un tiempo una manada de zombies o muertos vivientes descerebrados, que hoy ya se han colocado de mil amores el nuevo uniforme color neo-nacionalista, talla gran-snob. Y mentiría si les dijera que dan pena, porque me estaría quedando corto. Tan corto como el alcance intelectual de estos lumbreras endogámicos.

Otro polémico filósofo español, Gabriel Albiac, tiene dicho y repetido que él no conoce nada más tonto que un nacionalista. En efecto, no parece otra cosa que pura tontería tener una idea angelical de uno mismo, por no hablar de esa otra manía endogámica de creer que tu pueblo o tu raza es superior, lo cual, aparte de tamaña idiotez, es puro fascismo.

A Panchito Franco -por volver al principo de la columna- no debía sonarle a insulto que le llamaran fascista. "Y a mucha honra", debía responder el dictador. Actualmente, también son fascistas, a su pesar, otros muchos que creen estar en los/las antípodas de Franco. Al fin y al fallo, el fascismo fue el partido político nacionalista italiano fundado por Mussolini, otro "gran demócrata", como nadie ignora. (de-leon@ya.com).

12 de octubre
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