jueves. 19.09.2024

Acaba de venderse el sable que Napoleón Bonaparte utilizó en la batalla de Marengo el 14 de junio de 1800. El comprador ha pagado por él 4,8 millones de euros. Para aquellos que todavía no calculen bien, son 798.652.800 pesetas, casi ochocientos millones de pesetas. Es más que probable que la persona que se hizo con el sable más caro de la historia no fuera canaria. Guillermo Viera, propietario de Antigüedades Viera, se lamenta de que las piezas más codiciadas de su tienda siempre se las han llevado turistas.

Viera dice que él ha estado en subastas en las que se ha manejado mucho dinero, pero el caso de este sable ha supuesto todo un record, que entiende justificado por el interés de un descendiente del propio Bonaparte que esté pensando montar un museo con este objeto como mayor reclamo. Asegura que este tipo de transacción es muy rentable, aunque pone como referencia una frase de Julio Iglesias que decía que todo lo que se puede comprar es barato y que a las cosas realmente importantes no se les puede poner precio. “La gente se sorprendería de la cantidad de millones que mueven los museos”, explica.

En cuanto a las motivaciones de los particulares a la hora de hacerse con una antigüedad, Viera cree que la principal es la calidad del artículo. Dice que aunque hay de todo, “muchas personas valoran la calidad de ese objeto ya que saben que antes se hacían las cosas de forma artesanal y eso se ha perdido en beneficio de las máquinas”. Afirma que si una antigüedad no tiene calidad, será antigua pero mediocre. Factores como la escasez de un producto o de un estilo hacen que éste se encarezca considerablemente.

Viera se lamenta de que la adquisición de antigüedades no sea algo propio de la cultura española, algo que contrasta con la costumbre inglesa de tener siempre en casa uno de estos objetos de valor, como mínimo. El anticuario recuerda que finalizó en el país británico su carrera de Historia del Arte y que pudo comprobar que hasta en los hogares más humildes había una mesa o una porcelana antiguas, o bien heredadas o bien compradas, que mimaban con esmero. Atribuye a la pobreza del siglo XIX español la falta de interés por este sector en nuestro país.

Antigüedades y copias

Hay personas que quieren tener su casa decorada con un estilo clásico pero no con antigüedades. Son los compradores de muebles de imitación, llamados “de estilo” en el argot de los anticuarios. Para dejar clara la diferencia, el sable de Napoleón es de época porque se fabricó en la época pero un armero podría fabricar hoy un sable exactamente igual con las mismas técnicas y material, pero ya sería de estilo. “A mí me horroriza la gente que hace una copia mala de un cuadro original y la pone en el salón de su casa; yo prefiero tener un original regular que una copia obvia”, concluye y deja claro que es de un mal gusto total poner la Gioconda encima de la mesa del comedor porque es evidente que no es el original. Y si se hace, que por lo menos, no se intente dar gato por liebre ya que Viera asegura que hay personas que sí intentan dar a entender que son propietarios de un cuadro cuando lo que tienen es una falsificación. De hecho hay en el mundo grandísimos falsificadores, hasta el punto de que sus pinturas también están cotizadas, aún sabiéndose que se trata de copias, sobre todo los que realizan cuadros impresionistas, que han sido capaces de engañar a los propios museos.

Antiguo y viejo

Se considera antiguo un objeto que supera los cien años, aunque existe cierta polémica al respecto. Viera comenta que “si uno compra una revista de decoración se da cuenta de que lo que está de moda son los años 60 y 70, que ahora no son antigüedades pero que lo serán dentro de tres décadas”. Esto significa, en opinión del anticuario, que “lo que hasta hace poco tirábamos o llamábamos a REMAR para que lo recogiera ahora es la última moda”.

Viera se lamenta de que en Canarias hay muy poca tradición de pasarse objetos de valor de generación en generación y critica duramente la actuación de muchos Ayuntamientos que han tirado casas del siglo XVI ó XVII. “Vemos la clase política que tenemos que siempre se las apañan para tirar edificios protegidos”, asevera.

¿Tiene esto valor?

El anticuario afirma que es frecuente que vaya gente a la tienda explicando que ha encontrado algo en su casa y no sabe si tiene valor o no. Recuerda que una vez le trajeron un cuadro maravilloso de Juan de Miranda, que un restaurador destrozó y que ahora sería costosísimo de recuperar.

En opinión de este experto, en el Archipiélago cada vez hay una mayor cultura artística, sobre todo por parte de los jóvenes. El problema es que vivimos en una etapa minimalista en la que parece que las antigüedades no encajan en la decoración de los hogares.

Los turistas se llevan las antigüedades más valiosas de Canarias
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