Ha pasado, gracias a Dios, el infumable y pomposamente anunciado «Día de Canarias». Un día en donde el habitual «paripé», folclórico, político, teatral, metido con recio calzador en el pie poco entusiasmado del pueblo en general es aprovechado, de camino, por el partido gobernante para despertar a la ciudadanía adicta con una repetida y sentimental diana floreada a base de guitarras, timplillos, folías e isas (eso sí tirando siempre los organizadores del fácil dinero de todos los contribuyentes), para usarlo en su propio y único provecho partidista, y para enaltecer más tarde desde altas tarimas, con sonoros discursos repletos de toda clase de tópicos y medias verdades, su «magnífica gestión» al frente de nuestros entes, autonómicos, cabildicios o municipales. ¡Qué poca vergüenza!
El verdadero fin de estos fastos, ¡no nos engañemos a estas alturas!, es preparar entre sus asociaciones afines, especialmente, las de la tercera edad, las próximas elecciones municipales y autonómicas para seguir otros tantos años los mismitos de siempre, que todos conocemos, aupados para la eternidad en el codiciado «machito» del poder. En esta celebración no faltaron, como no podía ser de otra forma por parte de esos viejos «funcionarios de la política», besos y abrazos a tutiplén, grandes promesas para colocar a familiares necesitados y variados proyectos para adecentar un poco el barrio o la cercana carretera, mientras florecían en los ya maduros corazones risas y grandes llantos de eterno agradecimiento repletos de leal fidelidad electoral. Todo esto acompañado de buena carne de cochino en adobo, ricos tollos (también llamados concejales), buenos vinos y mejores rones, además de muchas placas y medallas conmemorativas, que eso siempre queda bien para ponerlas encima del televisor junto con la foto del hijo el día que juró bandera en el cuartel.
Y es que parece que las encuestas no traen buenas noticias para muchos de los partidos gobernantes en los diversos estamentos. Aunque nosotros creemos, modestamente, que el panorama político regional, isleño o local, va a ser más o menos el mismo que conocemos en estos momentos si no se modifican los antiguos topes electorales. Cuestión ésta de lo que tiene mucha culpa, y no lo tomen a mal ustedes, los isleños de las cinco islas restantes, llamados a veces con cierto desprecio por los políticos capitalinos «pueblos periféricos», que no han puesto sobre la mesa dos «hondones», y en la calle con manifestaciones y mítines otro .., par de lo mismo, únicos medios que esa apoltronada gente conoce por ahora para que se solucionen los problemas estatutarios a considerar y se respeten las minorías, pues no se puede, ni debe, seguir para los restos permitiendo que siempre nos manden mal y, ordenen peor, los conocidos tres triunfos de una baraja ya caduca y marcada. Sota, Caballo y Rey. ¡Que... ya está bien!.
Y viene en este momento a cuento, la conocida anécdota en que en un mitin multitudinario de un partido político, el orador de turno se empeñaba, una y otra vez, en recalcar que con cualquier clase de Régimen siempre habría «ricos y pobres». Cuando en una de estas un borrachito jarto de ron que andaba por allí le respondio con voz aguardentosa y mucho tino, ¡de acuerdo compañero, de acuerdo, pero que no sean siempre los mismos!