1.- Todo parece indicar que van a ser entregados a las autoridades judiciales españolas, más pronto que tarde. De momento, el prófugo Puigdemont y sus cuatro escuderos, también huidos, están en Bélgica, como habían planeado. Han abierto una brecha en Bélgica y un agujero en Cataluña. No van a poder presentarse, muy probablemente, a las elecciones del 21D y la justicia belga no tiene otro remedio que extraditarlos a España, atendiendo la euro orden cursada por la jueza Lamela, a instancias de la Fiscalía. El juez belga los ha puesto en libertad, tras entregarse, con medidas cautelares: deberán tener un domicilio fijo, acudir al juzgado cuando sean citados y no salir de Bélgica. Quien a estas alturas, un idiota como el ministro xenófobo belga, pro nazi, dude de las garantías de la justicia española, se equivoca. Ni en España la Policía pega a los ciudadanos, ni existe injerencia del poder político en la justicia. Todo es mentira, absolutamente todo. Las críticas al Gobierno español desde Bélgica son mentira y peligrosas para la Unión Europea. Cataluña, igual que ocurrió en la República hace tres cuartos de siglo, parte de premisas falsas. De un referéndum ilegal y tramposo, que realmente no se celebró, fraudulento y penoso, a una ley de desconexión ilegal, a grandes mentiras como que la Policía y la Guardia Civil causaron setecientos heridos durante su no celebración. Todo es mentira. Puigdemont y sus consejeros son unos mentirosos. Aquí lo único cierto es que se adoctrina contra España a los niños en las escuelas catalanas y se roba a manos llenas el dinero público, por parte de políticos sin escrúpulos. Esta es la verdad. Con ese robo se financia el independentismo ramplón e ilegal. Pero qué se le va a hacer: Bélgica es nuestra enemiga, lo fue desde los Tercios de Flandes y nombrar allí al Duque de Alba y a don Juan de Austria es como nombrar al diablo, sobre todo al primero. En la Grand Place hay placas que recuerdan la intolerancia española. No sé de qué se extrañan. Bélgica, además, no es un país, sino un lío. Si no fuera por las instituciones europeas que tienen su sede en Bruselas, Bélgica habría desaparecido.
2.- España tiene mala prensa fuera, despierta envidias, más por lo que fue que por lo que es. Nadie en su sano juicio dudaría que este es un Estado de Derecho, garantista al máximo de los derechos de los ciudadanos y con una justicia que funciona como la de cualquier país de la Unión, que ha sido modernizada y que cumple las leyes y hace que las leyes se cumplan. Toda esa leyenda negra que despertamos en las conquistas y que ahora renace por culpa de una pandilla de mentirosos nos hace daño. Ya lo advirtió el otro día el diplomático Inocencio Arias, que nos representó en las Naciones Unidas y que tiene una larga experiencia como embajador y cónsul general. No hemos cuidado la imagen exterior. De eso sí ha tenido la culpa el Gobierno, más bien los últimos gobiernos. Y entonces quienes practican el juego sucio convencen más que quienes siguen estrictamente la legalidad. Pero Bélgica no significa nada. Repito que Bélgica no es un país sino un conflicto. Espero que su justicia, que no conozco, no siga las mismas pautas que algunos de sus políticos. Bastante tiene Bélgica con sus conflictos de flamencos y valones y sus nacionalismos del siglo pasado. Es un país que ha estado un año entero sin Gobierno, y con un rey que no es de Bélgica, sino de los belgas. ¿Recordamos al ministro pro nazi lo que hicieron los belgas en el Congo? Aquello sí fue un genocidio. ¿Y lo que sufrieron los pobres Balduino y Fabiola para meter a camino a políticos poco decorosos y poco presentables? En fin.
3.- Quienes son unos irresponsables y unos delincuentes, son Puigdemont y sus leales. Creen que si se unen para ganar las elecciones, el Estado reconocerá su triunfo como un plebiscito. De eso, nada. Las leyes siguen su curso, la justicia sigue su curso, los jueces continuarán con su trabajo. Algunos de ellos ya están en la mazmorra y otros entrarán pronto. Más pronto que tarde. Lo de Cataluña, su futuro, su economía, su estabilidad política, lo tiene que resolver el Estado español, ya que los políticos independentistas catalanes no tienen ni fundamento ni razón para hacerlo. He estado varios días sin escribir en esta sección, cabreado por la actitud de este irresponsable en Bélgica, dejando en la estacada a sus correligionarios y salvándose él. Como las ratas que abandonan el barco que se hunde. Y que no se engañe el iluso y equivocado y ambiguo de Pedro Sánchez: el diálogo no se puede anteponer a la acción de la justicia penal. No quisieron dialogar cuando podían, ahora que apenquen con las consecuencias. No tienen margen ya.
Es una publicación de El Diario de Tenerife.com