Sabida es la afición a mentir de Pedro Sánchez y de su fámulo Iglesias. Bueno, no sé quién será fámulo de quién. Llegan medidas de relajación laboral, pero no llega ninguna de la Agencia Tributaria. Hay muchas empresas, miles y miles, que tienen que cerrar, que no podrán pagar la Seguridad Social este mes, ni los plazos a cuenta de Hacienda, ni el IRPF. Pero no se vislumbra en el horizonte ni una sola ayuda oficial, ni una. Sí recargos por impago, por eso que no quede. Están entusiasmados con lo de la renta básica, que es una medida muy social, pero populista; de lo otro, nada. A las empresas y a los autónomos que les parta un rayo, los han dejado solos. Y reparten quince millones de euros para que los y las gorilas del régimen se hinchen a cantar sus bondades en las dos cadenas privadas de televisión y en sus filiales; y, naturalmente, en la oficial. Deberían tener vergüenza estos mentirosos patológicos, cínicos, que han puesto al país patas arribas con su incompetencia y su falta de previsión. Cada vez que sale Sánchez en la tele a mí se me hinchan las venas. Se ha acostumbrado a no decir nada y ya le da igual. Sus discrepancias con el fámulo son notables, pero el fámulo parece que no se dedica sino al diálogo con la pelirroja y le da todo igual. Alguien decía en una red social, no sé si fue Ussía, que lo terrible era tener de presunto suegro a Verstrynge; joder, yo opino lo mismo. Verstrynge fue de secretario general del PP con Fraga a fundador de Podemos, pasando por la mendicidad. Ni el Cojo Manteca, aquel personaje de la Transición que rompía farolas con la muleta. Rodolfo Valentino las seducía y luego les regalaba una medallita de oro; Iglesias las esconde tras las columnas del Congreso.
Publicado en Diario de Avisos