Uno que ya peina canas es autor de varios chistes de esos que pululan por el mundo mundial y que nadie sabe muy bien de dónde salieron. Soy el creador de muchos, algunos malos y otros peores. ¿No te habías preguntado nunca de dónde salen los chistes, quién se los inventa? Yo soy uno de esos extraños seres que intenta sacar humor de lo que a veces no tiene ni puñetera gracia. El último que me he inventado no es de los peores. Te lo cuento para que lo puedas contar. No hace falta que digas que es mío, ni siquiera que lo leíste aquí. Allá va: “se abre el telón (estos de se abre el telón son los más fáciles de inventar) y se ve a tres tíos disfrazados del actor George Clooney que le están dando patadas a un pobre diablo que está tirado en el suelo pidiendo auxilio. Se cierra el telón. ¿Cómo se llama la peli?” Tendrás que esperar al final para que te dé la respuesta. El que algo quiere algo le cuesta.
En este día en realidad no quería escribir sobre chistes, ni sobre pelis. Quería escribir sobre política. Qué raro, ¿verdad? Quería hacer un análisis medio chorra de lo que sucedió este martes en el Debate sobre el Estado de la Nación, el primero que se celebra desde hace muchos años en el que Coalición Canaria (CC) tiene unos pocos minutos para decir deprisa y corriendo las muchas cosas que quiere decir por ser ahora uno más del Grupo Mixto. Una auténtica faena perpetrada por Román Rodríguez, quien a mi modesto entender ha obviado los verdaderos intereses de Canarias y del nacionalismo que se supone que representa para pactar con el PSOE. Pero esa es otra historia que ahora no cabe en esta.
Tengo un medidor infalible para averiguar qué político aburre más: mi niña de ocho meses. No sé cuál es el criterio que sigue, pero el caso es que cuando empezó a hablar José Luis Rodríguez Zapatero se quedó frita. Después de un placentero sueño de unos pocos minutos se despertó de golpe, un tanto sobresaltada; justo cuando el presidente anunció su genial idea de darles 2.500 euros a todos los padres con residencia legal en España que tengan un niño a partir de ya o que lo adopten. “Papi, ahora ya no tienes excusa para traer un hermanito; y si tú no quieres, que lo traiga la cigüeña esa”, me dijo mi hija con ese lenguaje que utilizan las hijas de ocho meses. “Pero, mi niña, ¿tú sabes lo que cuestan los pañales? Ni con los 2.500 euros pagas esos bichos que utilizas y las dichosas cremas del culo, de la cara, de las manos, de los pies y de las orejas que hay que echarte cada día, los baberos, los bodys, los aceites, las tijeras anticortes, los biberones...”, contesté recordando lo que me gasto cada mes. “¡Pero mira que es rácano el tío!”, me soltó ella con desdén mientras fijaba de nuevo la mirada en la pantalla de la tele. A los cinco segundos, cuando ya había tenido claro que los 2.500 euros no eran suficientes para que le traiga un hermanito con el que jugar, se volvió a quedar frita al arrullo del discurso del presidente. Esta vez Rajoy no debió estar demasiado bien, porque Martina, que es como se llama mi hija, no se volvió a despertar, y eso que creo que es “rajoísta”. Siempre que sale alguien imitando a Rajoy, que no es difícil, se parte. Algo raro. Pero bueno, por lo poco que vi, coincido con la mayoría en que esta vez ZP ganó el debate.
Por lo que se refiere a la medida propuesta por el presidente del Gobierno, nada que objetar. Si hay dinero en las arcas del Estado, adelante. Sólo los que tenemos reciente la paternidad sabemos lo importante que es que alguien se te presente en el paritorio con un regalo de 2.500 euros. Así si vendrían los churumbeles con un pan debajo del brazo. ¿Dónde está el truco? De momento no lo sé. Lo que sí que sé es que los medios no afines al Gobierno socialista tardaron veinte milésimas de segundo en desacreditar la propuesta. Este era el titular que leí en un medio digital al que me niego a hacer publicidad: “Zapatero plagia a la baja el programa del PP con el anuncio de los 2.500 euros por hijo”. Según la información que parecían tener preparada antes incluso de que hablara ZP, “el anuncio estrella de conceder 2.500 euros por hijo es una medida que ya propuso el PP en las últimas elecciones autonómicas y municipales”. “La diferencia es que el PP ofrecía 3.000”, aclaran.
Y digo yo, ¿no se está utilizando ya la palabra “plagio” con demasiada ligereza? Los “negros” de las “anarrosas quintanas” y compañía se podrían mosquear.
La dimisión de Manolo
Cambiando de tercio, quiero dedicar unas pocas palabras a hablar de la dimisión de Manuel Pérez Gopar como concejal de Coalición Canaria (CC) en Arrecife. Como seguidor de la política, como bobo ingenuo que sigo confiando en la gente, me duele cuando veo que personas con valía y con ganas de hacer cosas terminan aburridas, asqueadas de algunas cosas que suceden en las cloacas putrefactas en las que muchas veces se mueve todo lo que tiene que ver con lo público. Es el caso de Manolo. No es que lo diga yo, es que lo dicen incluso la mayoría de sus adversarios políticos: ha sido uno de los mejores políticos de Lanzarote en los últimos años.
Consiguió algo tan difícil como sanear las cuentas del endeudado Ayuntamiento de Arrecife, consiguió dinero para hacer obras tan importantes como los pabellones deportivos de Argana y Altavista, consiguió recuperar la sensatez en la recaudación y los cobros, y consiguió, a mi juicio su mayor logro, poner a todo el mundo de acuerdo en que se había encontrado a un político de altura y de futuro.
Fui de las primeras personas en saber tras el desastre de CC en Arrecife que Manolo no quería ni tomar posesión de su cargo. Quería asumir la responsabilidad del fracaso, aunque no tuviera nada que ver con él. También fui de los que le animó a seguir, de los que le dijeron que marcharse tras la derrota era un signo de cobardía. Otros muchos amigos, la gente que le aprecia, le debieron hablar en términos similares, porque al final halló valor para tomar posesión. Sin embargo, por algunas razones que de momento no voy a contar, Manolo finalmente cambió de opinión y decidió marcharse. Este martes tuve la suerte de tropezarme con él por la calle. Le vi tranquilo. Parecía como si se hubiera quitado un peso de encima. Demasiadas presiones.
Es un caso curioso. Siempre se dice que en política el verbo que menos se conjuga es el dimitir, mucho más si se tiene que renunciar con ello a uno de los jugosos sueldos que se manejan en estos días inciertos en los que estamos viviendo. Manolo ha hecho lo más difícil, ha dimitido cuando había sido liberado por su partido y se le había asignado un sueldo de más de 3.000 euros al mes. Nadie le podrá decir que se marchó porque no encontraba alicientes económicos en la oposición. También te digo que no se ha ido contento del todo. Mucha gente lleva lo de la política en la sangre, en la cabeza. Manuel Pérez Gopar es una de estas personas. Estoy seguro, a poco que en CC dejen de hacer el bobo, que regresará. Espero que lo haga en otras condiciones, y que encuentre el apoyo y el aliento que ahora no ha tenido. ¿Alguien sabe quién daba palmas con las orejas nada más enterarse que Manolo dejaba el Ayuntamiento?
P.D. ¿Qué creías, que se me había olvidado lo del chiste? “El ataque de los `clunis'”