viernes. 29.03.2024

Difícil papeleta la de enfrentarse a un folio en blanco y ponerse a escribir sobre algo que no sea la “operación Jable”. Terrible dilema el de hacer ver que no pasa nada, aparentar una normalidad que poco se parece a la triste realidad que estamos sufriendo en la isla de Lanzarote. Qué más quisiera yo que poder aporrear las teclas del ordenador para contarte algo bueno de toda esta escabrosa historia. Me encantaría echarle un poco de sentido del humor al asunto, para hacer más ameno el tránsito por el desierto de una sociedad que se resquebraja por culpa de un tremendo debate moral que va a atenazar cualquier prospección de esperanza en el futuro. Es una difícil tarea la de mantener la confianza en la forma de gobernarnos que otros han creado por nosotros, pero el cambio, como dijo acertadamente Felipe González en el 82, es posible.

Me parece bastante ridículo escuchar o leer a pontificadores de tres al cuarto lanzando mensajes apocalípticos sobre lo que es Lanzarote, gente que probablemente no tiene ni pajolera idea de lo que realmente significa esta tierra para los que la habitamos y la amamos. Ya escribí la semana pasada que es una falacia malintencionada la diatriba que publicitan aquellos que tratan de convencer al mundo de que ésta es una isla en la que el que no es corrupto está a punto de serlo. Falso. Es una isla, como tantos otros territorios del país, donde se está dando una lección a unos pocos que confundieron el meter la pata con el meter la mano, gente que buscó atajos para vivir cómodamente. La desproporción en alguna de las actuaciones de la “operación Jable” y las ganas de algunos medios de propagar este mensaje erróneo es lo que está provocando el caos, es lo que está haciendo que se generalice el desánimo. Y contra eso hay que luchar.

No cabe duda de que la “operación Jable” y la actuación del juez que instruye el caso, César Romero Pamparacuatro, tienen aspectos muy positivos: el más inmediato es que dudo mucho de que con la que está cayendo haya un solo político en Lanzarote al que le queden ganas de delinquir, y estoy más convencido aún de que los jóvenes que van a entrar en política a partir de ahora lo harán con las ganas de cambiar las prácticas del pasado. Eso no quita para relatar una evidencia que se palpa en el ambiente, la que conduce a pensar que Lanzarote languidece como consecuencia de los constantes pleitos que una y otra vez hemos venido soportando a lo largo de los últimos años. Cada cosa que se hace y se dice, un pleito. Cada movimiento que se da en una u otra dirección, otro pleito. Ya está bien.

El siempre sensato Antonio Castro Feliciano, nada menos que presidente del Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC), ha dicho esta semana que el tratamiento informativo que se le está dando a este asunto daña la imagen de Lanzarote. Ha ido incluso más lejos al cuestionar las filtraciones que están haciendo que el secreto del sumario del Caso Unión sea lo menos secreto que se conoce desde las infidelidades de Dinio en sus múltiples noches confusas. Y no le falta razón, porque filtrar como se está haciendo todo lo que ocurre dentro de los juzgados y anticipar a algunos medios el lugar y la hora en la que alguien va a ser detenido desde luego no habla muy bien del procedimiento que se está siguiendo. ¿Cómo pueden pedir a los detenidos que no hagan declaraciones sobre lo que ocurre dentro del juzgado cuando al día siguiente lo ven reflejado en los periódicos con pelos y señales? En estas estamos, por cierto, cuando de soslayo leo un artículo del ínclito Carlos Espino que publica de forma destacada el Canarias Ahora, que ha encontrado un filón en el siempre discreto secretario general de los socialistas lanzaroteños. Ahora le atiza al bueno del presidente del Alto Tribunal por estas declaraciones. ¡Cuánto atrevimiento, a fe mía! ¡Manda huevos!, que diría Trillo. Manda huevos que este tipo se permita el lujo de criticar las palabras de alguien infinitamente más sabio que él e infinitamente más libre de sospecha que él, porque que yo sepa hasta la fecha no se ha oído decir por las esquinas que su gestión al frente del TSJC ha sido un desastre, ni se le ha acusado jamás de ser un despilfarrador de dinero público o un presunto malversador de caudales. Qué osadía teniendo en cuenta lo que está ocurriendo y teniendo en cuenta que el Caso Unión no está cerrado y podría tocarle incluso a aquel que ahora trata de dar lecciones a un ilustre magistrado y trata sobre todo de rentabilizar políticamente este monumental jaleo. Que no, que de esta no sale ningún héroe.

Una socialista ilustre de verdad, que por razones que no vienen al caso tuvo que fundar su propio partido, acuñó cuando era consejera de Turismo del Gobierno vasco en la época en la que mataban un día sí y otro también a gente valiente como ella un eslogan muy atinado para que todo el mundo conociera Euskadi: “Ven y cuéntalo”. Me refiero a Rosa Díez, que entre otras muchas cosas es recordada por este afortunado acierto. Tuvo un éxito tremendo, porque los que se atrevieron a visitar aquella maravillosa región fueron contando a los cuatro vientos que la imagen que se daba de ella en el exterior no se correspondía con la realidad. Hoy son un puntal turístico. Algo parecido vamos a tener que hacer en Lanzarote, inventar un eslogan para contrarrestar la imagen que algunos quieren trasladar al exterior. Se aceptan sugerencias. A mí, “ven y cuéntalo” me gusta.

P.D.: ¿Cuánto espacio le ha dedicado la prensa regional al escandaloso asunto de Las Teresitas, se ha producido alguna detención después de que se haya ordenado el reintegro al Ayuntamiento de Santa Cruz de 52 millones de euros? ¿No es todo un poco raro?

(Publicado en el semanario Lancelot)

Ven y cuéntalo
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