domingo. 11.05.2025

Esto de los repetidos incendios en el vertedero de Zonzamas huele a chamusquina. Perdón por el facilón análisis, pero no es para menos. Da la sensación de que va a aparecer en cualquier momento Gila (que Dios le tenga en la gloria) para hacer una investigación de las que hacía cuando estaba en “Escotlanyar”. Como si lo estuviera viendo: “Aquí alguien ha quemado algo; aquí hay alguien que se dedica a quemar la basura porque ya no saben qué hacer con ella, y no quiero señalar a nadie...”, diría haciendo señas para que todos supiéramos quién es el culpable.

El tema sería para tomárselo a cachondeo si no fuera porque hay gente como mi querido compañero Moisés Clavijo que el primer día que vieron la impresionante columna de humo que salía de las montañas de San Bartolomé pensó que se trataba de un volcán en erupción y prepararon el petate para emigrar al Senegal, si no fuera también porque hay un trasfondo oculto que merece un análisis sin chascarrillos.

Por lo que he leído hasta ahora, se habla en los dos casos de incendios fortuitos. “Ejem, ejem”, que diría el Gila metido a Sherlock Holmes siguiendo con sus pesquisas una vez escuchada la versión oficial. La empresa adjudicataria o las autoridades competentes pueden decir misa, y nosotros, como buenos cristianos, debemos creerles. Sin embargo, aquí huele a muerto y yo no he sido.

Recuerdo hace muchos años, tantos como tiene la planta de biometanización y compostaje (creo que nadie jamás ha sabido exactamente qué significaban ambos términos), dos operarios de Zonzamas se acercaron a la redacción del periódico en el que trabajaba para jurarnos ante la Biblia que aquello era una auténtica tomadura de pelo, que se hizo una presentación para la prensa en la que se les instruyó para que hicieran pasar unas bolsas por un rodillo que finalmente terminaban en un contenedor que luego era enterrado. Por falta de pruebas no se pudo hacer el reportaje. Años más tarde hemos visto que lo que nos contaron esos operarios (había varios periodistas de testigos) era totalmente cierto.

La adjudicación de la planta de biometanización se realizó, si no me traiciona la memoria, coincidiendo con el final de una legislatura. Como suele ocurrir en estos casos -ya iremos viendo cómo se inauguran cosas a un ritmo frenético-, se vendió a toda prisa al personal que se había conseguido a través del Gobierno de Canarias una inversión multimillonaria que serviría para crear la planta de tratamiento de residuos más moderna de Europa. Durante mucho tiempo nos lo creímos, hasta que se descubrió el pastel.

Ahora, con un Lanzarote que ha crecido por encima de lo que pensaban los más pesimistas, nos encontramos con que tenemos un complejo medioambiental que no tiene capacidad suficiente para tratar las toneladas de basura y residuos de la más variada índole que se producen aquí cada día.

Puedo entender que la gente que trabaja allí, los que heredaron el tremendo marrón, no tengan la culpa. Lo que no entiendo es que no se diga lo que está sucediendo, y mucho menos que se vendan como fortuitos unos incendios que tienen toda la pinta de ser provocados. ¿Por quién? No lo sé; si lo supiera, lo diría y lo denunciaría en el lugar en el que se tienen que hacer esas denuncias. A lo mejor es algún vecino pirómano que disfruta viendo las columnas de humo y golizneando el despreciable perfume que emana de la mierda acumulada durante años. No lo creo.

Lo que tengo muy claro es que lo que está pasando en Zonzamas es más o menos lo mismo que está pasando con nuestra sanidad, con nuestra educación, con nuestras carreteras, con nuestra basura... Lanzarote ha crecido a un ritmo absolutamente insostenible. Ya lo dijo en su día César Manrique, y lo dijeron después muchos otros. Hay que parar ya. Y para parar, de momento habría que dejar de construir como se sigue construyendo, dejar de hacer todo aquello que se hace para que cada vez seamos más y más las personas que habitamos este frágil territorio.

Los más cobardes huyen del debate, ni siquiera se atreven a plantear la posibilidad de discutir sobre el establecimiento de medidas de control del crecimiento poblacional, llámense ley de residencia o llámense de cualquier otro modo. El timorato intento que se hizo en la pasada legislatura con Román Rodríguez de presidente no sirvió para mucho; en esta legislatura ni siquiera se ha planteado el tema. Ahora, estoy convencido de que en muchos programas electorales volveremos a ver el planteamiento, con la única intención de ganar el voto de los que como yo vemos que se necesita hacer algo para evitar que Canarias en general y Lanzarote en particular terminen convirtiéndose en vulgares urbes plagadas de cemento, contaminación y problemas. Los ciudadanos no somos bobos. Nos sabemos el cuento. Lo que queremos es que se prometa menos y se haga más, y de paso que alguien arregle el problema de la mierda de Zonzamas, con perdón.

Los incendios en Zonzamas
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