El poco olfato periodístico que me queda después de varias décadas de sinusitis crónica y alergias varias me dice que se avecina tormenta. Nada tiene que ver con el clima, ni siquiera con el final de los carnavales. Se avecina tormenta política, y pienso que esta vez, aunque mi estimado compañero Miguel Ángel de León no lo crea, no tiene nada que ver con San Bartolomé, o tiene que ver con San Bartolomé, pero dentro de un todo globalizado. Estamos en un mundo globalizado, y Lanzarote está más globalizado que nadie.
Somos muchos, sobre todo los que nos dedicamos a esto de la crónica política, los que estamos viendo venir un cuento que se repite aproximadamente cada cuatro años. Con la cercanía de las elecciones a nuestros políticos les entra una especie de tembleque que les obliga a hacer y a decir todo tipo de estupideces. No les pasa a todos, claro. Algunos controlan la situación y no se dejan llevar por el nerviosismo. Son los menos.
Las estupideces de las que hablo en muchos casos están justificadas, especialmente en Lanzarote, donde está más que demostrado que dos y dos nunca son cuatro. En estos días se hace y se dicen cosas que al día siguiente no tienen ningún valor. Todo vale para alcanzar el objetivo final. Y que conste que no me estoy refiriendo a los horrorosos pasquines, folletos o como quieran llamarlos en los que se ve a la presidenta del Cabildo, Inés Rojas, y a María Isabel Déniz, en el cuerpo desnudo de otras mujeres en posición absolutamente obscena. Ese es un tema despreciable que supongo que tendrá que aclarar la Guardia Civil, porque el que haya sido se ha pasado siete pueblos.
La principal diferencia que detecto con el cuento de otras legislaturas es que la agitación masiva comenzó demasiado pronto. Es cierto que los veranos lanzaroteños son igual de peligrosos que una piraña en un bidé, pero también es cierto que las primaveras electorales están cargadas de puñeteras intenciones.
El excesivo trasiego de los últimos días, los constantes movimientos, las numerosas llamadas a fijos y a móviles tienen su razón de ser. Eso, como van diciendo por ahí, a sabiendas de que todos los teléfonos de los políticos están pinchados. Nunca el panorama político estuvo tan disperso y tan opaco como el de ahora. La fractura de formaciones como el Partido de Independientes de Lanzarote (PIL) y Coalición Canaria (CC), la crisis vivida en casas como la del Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Canario (PSC), la irrupción de nuevas formaciones independientes como el Centro Canario (CCN), el tremendo lío que ha dejado a Alternativa Ciudadana (AC-25M) con un pie y un Perico en el aire, etcétera, etcétera, están generando un frente nuboso que irremisiblemente terminará en tormenta, en una tormenta imperfecta.
Y es que no hay nada más imperfecto que la política; de ahí, como escribía antes, que dos y dos nunca sean cuatro. La gente se está colocando, y no me refiero a lo que hacen algunos en los baños de los bares de copas. La gente quiere estar donde se toman las decisiones, donde se determina el número de cada uno en las listas. Algunos, pocos, lo hacen por su voluntad y vocación de servir al pueblo, otros, muchos, lo hacen por su voluntad y vocación de servirse a sí mismos. Mucho me temo que no habrá cargos pa tanta gente. Mucho me temo que al final serán pocos los elegidos.
Que nadie me malinterprete. No seré yo el que promueva un linchamiento gratuito de la clase política que en muchas ocasiones nos toca padecer. No me gustaría que después de leer esto alguien insultara a un concejal que se encuentra por la calle. Los años no me han curado de la ingenuidad y sigo siendo un firme defensor del papel que juegan nuestros políticos. Estoy convencido de que entre todo lo que se mueve por ahí afuera hay gente muy válida y capaz de enderezar el rumbo de los acontecimientos. Es más sencillo generalizar y decir que son todos unos ladrones que sostener algo así.
Si fuera asesor además de alguna de las formaciones, que no lo soy, aconsejaría que se siga más o menos la línea marcada. Por suerte o por desgracia -más bien por desgracia- es muy importante la imagen que se da en el tramo final de la legislatura, de ahí que siempre cuele aquello de inaugurar obras deprisa y corriendo, a ser posible a pocas horas de que se inicien las votaciones. No me extraña por tanto, como se ve ahora, que se ponga un adorno festivo en lo alto de una palmera y acudan los diez representantes de los diez partidos de la institución de turno. Todos, como es lógico, quieren estar, y quieren salir en la foto, porque saben, como popularizó el nunca reconocido Alfonso Guerra, que el que se mueva no sale...
Me han contado muchas cosas que de momento no voy a publicar, historias de reuniones, de pactos y de desencuentros. También sé, y esto no me lo ha contado nadie, que ha llegado el momento de la aparición misteriosa de todo tipo de documentos públicos, muchos de los cuales emborronarán la trayectoria de políticos sin mancha aparente. Cuando se acercan las elecciones todo vale, se abre la veda, y los cazadores más espabilados terminan cobrando las mejores piezas. Así son las tormentas, el agua cae a borbotones y sin control, el viento lo arrastra todo. Qué decir cuando la tormenta, insisto, es imperfecta.
Por cierto, que el más listo de la clase, el de siempre, ya les lleva delantera, y eso que está en la cárcel. Dimas Martín no sólo está haciendo campaña a través de mensajes grabados que se difunden en las emisoras locales sino que aparece en calendarios como el que tengo encima de la mesa en la que aporreo el ordenador y en carteles que ya se han distribuido por toda la Isla. Que nadie olvide, con crisis o sin ella, que la gente del PIL siempre ha hecho las mejores campañas, y una vez más han cogido carrerilla. Por cierto, que siguen sin cambiar la foto de Juan Fernando López Aguilar. ¿El candidato se ha visto?