domingo. 11.05.2025

Parece que Juan Fernando López Aguilar es el único habitante de las Islas que no sabía que ocurriera lo que ocurriera en las elecciones autonómicas el Partido Popular (PP) y Coalición Canaria (CC) gobernarían juntos. El ex ministro me recuerda al típico marido cornudo que no caza a su mujer hasta que se encuentra en el armario con el amante. Es el último en enterarse de que le están engañando.

Como no creo que este hombre sea bobo, más bien todo lo contrario, pienso que ha debido estar muy mal asesorado. También creo que se ha obcecado en exceso, y se ha emborrachado de un triunfo electoral cuya procedencia tiene mucho que ver con su maestro Jerónimo Saavedra. Empezó muy mal la campaña, con el descubrimiento de que sus asesores más directos habían hecho el típico “corta y pega” y se habían apropiado del programa electoral de otros coleguis. Luego remontó, y remontó, y remontó, tanto que se lo terminó creyendo.

Escuchando las rabietas del ex ministro de estos últimos días, da la sensación de que tras las elecciones debió pensar que había obtenido mayoría absoluta, o que era obligatorio pactar con la fuerza política más votada. De lo contrario uno no se explica lo sucedido. Parece un niño al que le han quitado el balón una panda de delincuentes juveniles. Las cosas no son así.

Cualquiera que conozca un poco la política canaria, manejando además como manejábamos todos los sondeos de opinión, sabía que nuevamente no iba a haber mayoría absoluta. De hecho, es prácticamente imposible que en Canarias haya una mayoría absoluta. Todos sabíamos, teniendo en cuenta que los socialistas centraron su campaña (acertadamente, si nos fijamos en los resultados finales) en un feroz acoso y derribo de todo lo que oliera a Coalición, que el buen rollo que había entre Paulino Rivero y José Manuel Soria era algo más que una pose. Habían hablado, y estaban de acuerdo en que los socialistas se llevarían la gloria, pero no el Gobierno. La única posibilidad de los socialistas era que formaciones como el Partido de Independientes de Lanzarote (PIL), el Centro Canario (CCN) o Nueva Canarias (NC) entraran en la Cámara con la suficiente solvencia como para darle la vuelta a la tortilla. No fue así. Los topes electorales que nadie ha querido cambiar lo impidieron.

Un equipo de asesores con cierta inteligencia habría propuesto a López Aguilar, que anda más perdido que una pulga en el desierto, un cambio de estrategia. En lugar de abordar las negociaciones con la prepotencia con las que las abordó, en lugar de permitir que gente como Diego López Garrido metiera la pata en el Congreso amenazando con que si no había pacto no había Estatuto, se tenía que haber ganado a los nacionalistas. No le quedaba otra si quería gobernar.

Está claro que no se les podía hacer todo tipo de concesiones, pero sí unas cuantas importantes. De momento, salvo la presidencia del Gobierno, yo les habría dado casi todo. Les habría ofrecido la aprobación del Estatuto, les habría ofrecido las consejerías más importantes del Ejecutivo, incluso más de las que deberían tener por su representación numérica, y les habría rematado con el golpe definitivo: habría garantizado a CC por escrito que volvería a repetir la fórmula de cesión de diputados y senadores en el caso de que no obtuvieran grupo en Madrid, cosa que es bastante probable teniendo en cuenta cómo están las cosas. Con la presidencia bajo el bolsillo, manteniendo la posibilidad de que los socialistas puedan incluso repetir triunfo en las generales, habría echado a andar el Gobierno de Juan Fernando López Aguilar. Quién sabe incluso si con el paso del tiempo no se podría haber deshecho de sus molestos socios para gobernar en solitario.

De este modo, con esta otra estrategia, los nacionalistas habrían tenido motivos para la reflexión. Con la otra táctica, no sólo no han tenido que pensarse nada sino que han encontrado el camino plagado de buenas excusas para justificar la ruptura de lo que ha sido sin duda alguna un auténtico paripé.

DON CARMELO

Dedico estas pocas líneas que me quedan para desearle a Carmelo García Déniz toda la suerte del mundo en su nueva función política como director insular de la Administración General del Estado en Lanzarote. Creo que los socialistas no podían haber elegido a nadie mejor para ocupar este puesto.

El cornudo es el último en enterarse
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