domingo. 08.06.2025

Desde que el ínclito Luis Hernández dijo que para aprobar el Plan Especial del Puerto de Arrecife (PEPA) se lo iban a tener que pedir de rodillas, no se había visto nada igual. Me refiero a la visita que ha realizado este miércoles al Cabildo de Lanzarote el presidente de la Autoridad Portuaria de Las Palmas, Emilio Mayoral, y a su singular tirón de orejas a nuestros políticos. En lugar de venir con la cabeza gacha, en lugar de traer un paraguas para cubrirse del aluvión de críticas que tendría que haber recibido por las numerosas deficiencias que arrastra el puerto de Arrecife desde que el mundo es mundo, el tío va y le echa una reprimenda tremenda a las instituciones de la Isla y a sus dirigentes por la evidente desatención que están teniendo los cruceristas que nos llegan cada año.

Imagino que Emilio Mayoral, un socialista curtido en cientos de batallas políticas, se preparó a conciencia la visita a Lanzarote. Imagino que llegó a la conclusión de que la mejor defensa que podía hacer era un buen ataque. De lo contrario no me explico cómo se plantó en el Cabildo insular y soltó que el puerto de Arrecife tiene la necesidad urgente de adaptarse a las demandas de las navieras para cumplir con el turismo de cruceros, cómo responsabilizó a las torpes instituciones locales de no haber hecho nada para crear una recepción digna a los ilustres visitantes.

Lo más llamativo de este asunto no es que el político grancanario empleara esta vieja táctica, lo más llamativo es que nuestros representantes, nuestros políticos, se quedaran tan panchos escuchando la reprimenda y aceptando sin más un rapapolvo que tendría que haber sido inmediatamente contestado. No sé lo que en privado le pudieron decir Inés Rojas y María Isabel Déniz, pero lo que trascendió a los medios fue una actitud timorata que no se corresponde en absoluto con el carácter que se les presupone a las dos nuevas damas de hierro de Coalición Canaria (CC). Me parece una tremenda decepción política que ninguna fuera capaz de ponerle en su sitio. Ni siquiera tenían la excusa de los pactos, puesto que su acuerdo con los socialistas en un caso está finiquitado y en el otro está a punto de extinguirse.

Es increíble que el presidente de la Autoridad Portuaria, que tuvo además los arrestos -escribir huevos me parecía un poco fuerte- de decir con la boca pequeña que estaba a favor de la autonomía del puerto de Arrecife echando mano de la matraquilla esa que nos cuentan siempre de su falta de rentabilidad, se fuera de rositas para Gran Canaria. Supongo que en el viaje de regreso a su cómodo despacho del tragón puerto de La Luz iría muerto de la risa, comprobando la bondad de una sociedad sumisa como pocas que tiene unos representantes públicos incapaces de decirle las cuatro verdades básicas que ya conoce, que hace años que no se invierte un euro en las infraestructuras que necesita el puerto, que ha pasado más de un año y todavía no se han reparado los destrozos que ocasionó el Delta, que los estibadores no tienen agua para echar a los cruceros que se amontonan de mala manera en un muelle estrecho y peligroso, que los pesajes de la mercancía que entra se tienen que realizar en una nave de la ITV, que no existe ningún tipo de información para los turistas que llegan, que no hay movimiento alguno en torno al PEPA...

Luego vienen las quejas. Luego nuestros políticos se llenarán la boca en la campaña electoral hablando de la marginación portuaria que sufrimos por obra y gracia del Espíritu Santo. Una pena. Una más.

Nota: Lo de la arrogante y vergonzosa petición de Luis Hernández cuando era presidente de la Autoridad Portuaria fue real como la vida misma. Yo estaba delante cuando un compañero le hizo la entrevista que derivó en su salida de tono. Don Luis, que era mucho don Luis, se mosqueaba bastante, aunque en aquella ocasión el bastante se queda corto. De todos modos, los que le conocen dicen que no es mal tipo.

El ataque de Mayoral
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