Pocos galardones o reconocimientos públicos se habrán dado en las últimas fechas de forma tan justa y merecida como esa Mención de Honor del Premio Reina Sofía contra las Drogas que juiciosamente se le acaba de conceder a la Red de Centros de Atención a las Drogodependencias de Lanzarote, a cuya entrega, de mano de Su Majestad la Reina Doña Sofía, asistían esta misma semana tanto la presidenta del Cabildo, Manuela Armas, el director general de Atención a las Drogodependencias, Fernando Gómez-Pamo del Río, y una representación de trabajadores de la Red de Drogodependencias de Lanzarote, que son los verdaderos artífices de esas magnífica labor humanitaria que, como dicen los mayores isleños, “no está pago con nada”.
Contrasta ese merecido premio a esa enorme labor social con la frivolidad con la que otros gandules, tanto de la política como de otros sectores públicos o privados, aprovechan para pedir galardones para sí mismos. Tal y como lo leen. Al parecer, algunos de los machangos más hipócritas del lugar (que al igual que las meigas gallegas, haberlos haylos también por Lanzarote) van por las instituciones públicas pidiendo a voz en grito y con un descaro y una frescura digna de mejor causa homenajes o públicos reconocimientos para sí mismos, como consecuencia de no se sabe exactamente qué méritos u obras. A lo peor piensan estos cartuchos que el simple afán de figurar en todas partes, de querer ser el novio en la boda, el chinijo en el bautizo y -si se tercia- hasta el muerto en el entierro, les hace acreedores de ese reconocimiento que no les otorgan ni en sus respectivas casas a la hora de comer. Por algo dice el manoseado dicho que en este mundo hay gente para todo... y gente que no está para nada. Y la verdad es que tampoco extraña que sean así de "modestos" esa suerte de mentecatos a los que les gusta más una medallita o cualquier otra simplona condecoración que a un tonto una tiza o a un político una promesa electoral.
"Sepulcros blanqueados" los llamó en su día el mismísimo Jesucristo, que era hombre poco amigo de los fariseos (ésos que son más dados a aparentar que a ser). Así de "desinteresadamente" actúan ellos, haciendo caso omiso de la otra sabia y divina enseñanza que también se recoge en La Biblia, aquella que aconseja "que no se entere tu mano derecha de lo que has dado con tu mano izquierda".
La experiencia, que es la madre de la ciencia, demuestra y corrobora que los que nunca tuvieron vergüenza propia ni ajena acostumbran a pronunciar en vano y en falso disparates en nombre de la ética, a pesar de su íntima condición de amorales que no tienen principios sino "arrancadas", como mucho y con suerte. Sólo consta que creen de verdad en los homenajes públicos y demás parafernalia inútil y grotesca, como los diplomáticos que se intercambiaban entre ellos las medallitas en aquella película de Mario Moreno, Cantinflas, titulada “Su Excelencia”. Por eso piden ahora sin disimulos ni rodeos homenajes o reconocimientos sociales para sí mismos. Hay que tener muy poca vergüenza, en efecto, además de carecer de abuela, por supuesto. Y Menos mal que nadie les ha hecho todavía ni puñetero caso, lo que prueba finalmente que la gente huele a los hipócritas a la legua. Y a los adalides de la falsa filantropía.
Mientras unos trabajan en silencio (caso de los Centros de Atención a las Drogodependencias de Lanzarote), otros que no han dado un palo al agua en su vida no se callan y piden a gritos reconocimientos, premios y medallas por una labor o un trabajo que sólo existe en su imaginación. Contrastes de la vida.