Era más que gráfico el principal titular que ofrecía este mismo periódico en su portada del viernes, 7 de septiembre: “Las obras pendientes de los colegios marcan el inicio del curso escolar”. Parece el cuento de la buena pipa, porque ese lamentable hecho se repite año tras año, curso tras curso. Y habla a las claras de que se sigue escenificando la lamentable política de la improvisación y el parcheo a ultimísimo hora, incluso en una materia tan imprescindible como el de la Enseñanza. Nada nuevo bajo el sol, lamentablemente. Inalsa no es la única que hace aguas en Lanzarote...
Leemos un titular como el citado y nos parece estar asistiendo a eso que los franceses llaman el “déjà vu”, o a la proyección de la celebrada película “El año de la marmota”, donde el protagonista de la misma se ve envuelto en una suerte de campana temporal, y todo se repite de forma cíclica y clónica un día detrás de otro. Era el comentario más repetido el pasado jueves entre los padres de alumnos: “Siempre la misma historia”. Tal parece que no hay manera de iniciar un curso escolar como es debido, ni de señalar culpables políticos y aplicarles el castigo que se merecen.
Concluido el largo período vacacional del que han gozado maestros y alumnos, arrancaba en la segunda semana de septiembre el grueso del curso escolar 2007/08. Un curso en el que, un año más, no serán sólo los alumnos los que tengan que someterse a los exámenes de turno. También el propio sistema educativo en las islas -que no ha obtenido las mejores notas en los últimos lustros, como no ignora ni el más despistado de la clase- es susceptible de recibir un aprobado o un suspenso colectivo.
En más de una ocasión nos hemos hecho eco en este mismo y único diario impreso lanzaroteño de las justas y razonables reclamaciones que en materia educativa se siguen haciendo desde las islas periféricas de Canarias, como es el caso concreto -si hablamos de estudios de rango superior o universitario- de Lanzarote y su ansiado campus, pues siguen sin cubrirse muchas necesidades básicas en esa materia. Pero hoy nos centramos, concretamente, en los primeros estadios de la Enseñanza, que son los que ya van diseñando o forjando el futuro profesional y humanístico de los alumnos. Según la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias, el 68,89% de los centros de Primaria de Lanzarote inauguraron este jueves sus aulas. Pero muchísimos padres de alumnos han mostrado su entendible descontento con el retraso en las obras de mejora de los centros, que ha hecho que algunos colegios hayan arrancado el curso sin estar del todo listos. Y dura y dura y dura, como las pilas del anuncio, el mismo problema de siempre. Y seguimos con la política del parcheo a última hora, deprisa y corriendo.
La realidad educativa en Canarias es muy tozuda, y está todavía más contaminada de sombras que de luces. Las frías cifras no engañan. Y ellas nos recuerdan, periódicamente, que Canarias sigue siendo, a principios de este siglo XXI, una de las regiones españolas con mayor índice de fracaso escolar, y además con diferencia sobre el resto de las comunidades. Con escandalosa diferencia, incluso. Eso por poner el ejemplo más llamativo y el que también suele causar más alarma y acaparar más titulares periodísticos. Pero nadie, o casi nadie, parece querer darse por aludido ni por enterado ante esa amarga realidad y esos pésimos resultados, y muchísimo menos los directamente implicados en ese fracaso escolar, que no son exclusivamente los alumnos, como es lógico y fácil suponer.
En más ocasiones de las que sería de desear los supuestos responsables políticos y educativos esconden la cabeza bajo el ala, como los avestruces, ante la reiterada constatación de ese hecho: el alarmante y creciente fracaso escolar. Como mucho, a lo más que llegan estos responsables, que a veces no responden a su cometido principal, es a echarle toda la culpa de ese creciente fracaso estudiantil al entorno social y familiar del alumno. La excusa, en un principio, podía tener un pase y servir como justificación momentánea. Pero ya, por repetida y manida, sólo suena a lo que es: mera excusa para no asumir las responsabilidades por parte de las autoridades políticas en la materia.
Voces más que autorizadas han señalado ya con el dedo a los responsables políticos o educativos que han colocado a la Enseñanza canaria en el pelotón de los torpes, en comparación con la que se imparte en el resto de España. Así que el reto o la meta para el curso 2007/08 que acaba de inaugurarse -y los que vengan- debería estar ya más que claro en la mente de esas mismas autoridades: reducir ese índice de fracaso estudiantil. Una empresa en la que no son sólo los alumnos los únicos que están llamados a hincar los codos, sino las propias autoridades políticas y educativas.