Este fin de semana la sociedad de Lanzarote amanecía conmocionada por la aparición del cadáver de Yasmila Arrocha Gutiérrez, la joven de 22 que había desaparecido el martes anterior y que estaba siendo buscada por una legión de familiares, amigos y voluntarios que se encargaron de peinar la Isla.
Desgraciadamente, por la cercanía en el tiempo y por las similitudes de los casos, mucha gente lo relacionó en seguida con la aparición de la otra joven que también murió en extrañas circunstancias, Cathaysa Rodríguez. Ambas eran chicas jóvenes, ambas llevaban tiempo desaparecidas, ambas frecuentaban el mismo círculo de amigos, ambas fueron encontradas en extrañas circunstancias y ambas fueron descubiertas por los familiares.
Esta última circunstancia es la que más dudas ha sembrado, que sean ciudadanos y no agentes del orden los que encuentren cadáveres de personas desaparecidas que se supone que se están buscando con ahínco. No es de extrañar que el foro de opinión de la edición digital de este diario, donde nuestros compañeros Ricardo Jordán y Dory Hernández adelantaron en primicia la noticia, se llenara de mensajes en los que se planteaba la duda sobre la eficacia policial.
Sin entrar ahora en ese asunto, lo cierto es que hay que ser muy críticos, y en este diario lo somos, con la escasa o nula información que en estos momentos parte de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado sobre éste y otros asuntos. Tras la marcha del comisario Raimundo Villanueva por las circunstancias que ya hemos contado en infinidad de ocasiones -casi nadie las entiende y mucho menos las comparte-, los medios de comunicación nos hemos quedado huérfanos de nuestra principal herramienta de trabajo, la información. Parece que la nueva política que se sigue es la de no contar demasiadas cosas a la prensa, aunque sí que se siguen filtrando algunos datos deslavazados y de vez en cuando algunos tenemos la suerte de dar con la fuente adecuada que sí que tiene a bien ofrecer la información precisa. Con esto lo que se consigue no es otra cosa que provocar más incertidumbre de la que ya hay, con esto lo que se consigue es que en Lanzarote se estén disparando todos los rumores que los seres humanos somos capaces de generar.
Lo normal, al menos desde el punto de vista de este periódico, es que algún portavoz autorizado hubiera salido este mismo lunes a dar la información precisa sobre el caso. No estamos diciendo que se levante el secreto del sumario, ni mucho menos. Estamos diciendo que se conteste a todas las dudas que la misma policía saben que existen y se intente sobre todo tranquilizar a la población. Que se diga por ejemplo que los dos crímenes de Yasmila y Cathaysa no están conectados, que se diga por qué no fue la policía la que halló los cadáveres, que se diga si hay algún otro caso pendiente de solucionar... En definitiva, que se informe a los medios y que éstos puedan hacer su trabajo, informar a la población. Mientras, crece la incertidumbre, crecen los rumores y crece el nerviosismo de algunas personas, en estos instantes prácticamente imposibles de parar.
Por lo que se refiere a la información del último caso, hay que significar el giro dado y la complicación producida una vez que nuestra emisora, en el programa “El Punto de mira” que dirige y presenta Olatz Larrea, recibió la llamada de los familiares del soldado del Ejército del Aire Diego Gómez, quienes, entre otras muchas cosas, negaron que el militar se suicidara. En concreto, la hermana de la mujer del fallecido aseguró a este medio que su cuñado “estaba jugando con la pistola [su arma reglamentaria] y el arma se disparó”. “No se suicidó de un disparo en la cabeza, fue mala suerte y también casualidad que el día que apareció el cuerpo de la chica muerte él también muriera. Ambos casos no tuvieron nada que ver”, comentó.
Pero, además, cuestionada sobre la relación que el soldado mantenía con Yasmila Arrocha Gutiérrez, la familiar del soldado aseguró que ambos se conocían porque vivían muy cerca, en el barrio de Argana Alta, pero negó en todo momento que su cuñado hubiera mantenido una relación sentimental con Yasmila y, sobre todo, que el fallecido pudiera haberse visto implicado en el asesinato de la joven.
Es un motivo más que suficiente para que se empiece a transparentar un poco más la información que se maneja. Así al menos terminaríamos con el problema que se está generando, y sobre todo con la sensación que algunos empiezan a intentar transmitir de que Lanzarote ya no es un lugar seguro donde vivir.