jueves. 15.05.2025

Algo malo tiene que estar pasando en Canarias para que nuestros informativos de televisión y radio, nuestras portadas de prensa, se hayan convertido no en la crónica negra de los sucesos, sino en la crónica negra de las protestas laborales o ciudadanas. Casualmente la mayoría de conflictos afectan directamente a los que no tienen culpa, que son los ciudadanos. Y casualmente también tienen que ver con los problemas que tenemos los canarios para desplazarnos de una isla a otra. Por si no es ya suficientemente complicado, ahora tenemos otra huelga de transporte aéreo, concretamente de Binter.

Y es que la historia del Archipiélago se escribe así. En la misma jornada nos hemos llegado a juntar con más de 10.000 ciudadanos del norte de Gran Canaria que salieron a protestar a la calle porque no invierten en sus carreteras lo que se invierte en el sur -esto es el pleito insular insularizado, el no va más-, tuvimos a ocho representantes del colectivo sanitario iniciando una huelga de hambre en protesta por la falta de interés de la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias de resolver el conflicto que no ha hecho más que empezar, tuvimos a los aeropuertos sufriendo numerosas cancelaciones porque los trabajadores de tierra se habían reunido en asamblea para determinar si acudían o no al gran paro previsto en todo el país, tuvimos a los trabajadores del sector de la cerveza amenazando con agriar el conflicto que se originó por el anuncio de regulación de empleo de la principal empresa de las Islas, y tuvimos, entre otras muchas protestas, a un grupo de ganaderos que se presentó con un burro apodado “Sooria” en las puertas del Cabildo grancanario para decirle a su presidente que no siguiera adelante con la privatización de Sialsa. ¿Alguien da más? Pues no, es poco probable que se concentren tantos conflictos laborales por habitante y por kilómetro cuadrado. Eso por lo que respecta a Canarias. En Lanzarote hemos vivido una situación similar, o peor, que ha afectado normalmente a nuestro principal motor, el turismo. El peor ejemplo, el aeropuerto.

Ahora tenemos encima otro conflicto grave, muy grave. El personal de tierra y de cabina de Binter se sumó ayer a la huelga que mantienen los pilotos de la compañía, tal y como estaba previsto desde el primer momento. Esta incorporación coincidió con el paro convocado para la jornada, en la que se contabilizaron 22 cancelaciones y una media de 30 minutos de retrasos. El conflicto entre ambas partes parece no tener visos de solución, después del intento fallido de negociación entre el Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas (Sepla) y los directivos de la compañía, y de la denuncia del sindicato a Binter a Fomento asegurando que vulneraban los servicios mínimos. Por si no fuera suficiente, ayer se recrudecía aún más el conflicto con el levantamiento de acta que ejecutaba a las diez de la mañana la Inspección de Trabajo a tres aviones de Binter en el Aeropuerto de Gran Canaria en respuesta a la denuncia del sindicato, que asegura que los aparatos habían sido traspasados a la empresa Naysa. Al parecer uno de los tres aparatos recibió la prohibición de volar al no estar dentro de los servicios mínimos, pero según las cuentas del presidente del comité de empresa de Binter Canarias, Prudencio Monje, podría haber seguido en funcionamiento. Otra vez un conflicto que afecta directamente a quien no tiene culpa, que es quien tiene que bajar. Eso no quita, evidentemente, para que en un medio como este respetemos la libertad de huelga y de manifestación de cualquier grupo de trabajadores. Sin embargo, hay cosas que deberían cambiar.

No parece lógico que en una Comunidad Autónoma como la nuestra se esté viviendo una conflictividad como la que se ha padecido en los últimos años, sobre todo cuando sabemos que los colectivos levantados en armas no son los únicos que padecen problemas. A los primeros que nos tenemos que dirigir para preguntar qué está pasando es a nuestros representantes públicos, que imaginamos que algo tendrán que hacer para impedir que vivamos en una queja constante. Ahora, con el cambio de gobiernos en las distintas instituciones, parece que es el momento para que se analice este importante asunto.

Es evidente que la economía no camina por los parámetros idílicos que algunos tratan de dibujarnos, lo que se traduce sin ir más lejos en la emisión de constantes cortinas de humo informativas que lo único que provocan es que desviemos la atención de lo verdaderamente importante.

Huelgas que duelen a los que no tienen culpa
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