Las imágenes que han aparecido estos días en televisión en las que aparecía una cuidadora de una guardería de Madrid obligando a los pequeños a comerse sus propios vómitos, tapándoles la nariz para que tragaran si querían respirar o encerrándoles en cuartos oscuros han provocado tantas lágrimas como indignación entre los padres que tienen a sus hijos en jardines de infancia y que no saben qué atención están recibiendo por parte de los empleados. Así comenzaba el artículo escrito por nuestra compañera Laura San José sobre un problema que afecta y preocupa a muchos ciudadanos de la Isla, que han sentido pavor al pensar lo que puede ocurrir en los centros donde dejan a sus niños para ir al trabajo. ¿Quiere decir eso que todos los centros están bajo sospecha, quiere decir eso que habría que crear algún sistema de vigilancia para tener mayor control de las actividades que se realizan dentro de una guardería? Pues no, ni mucho menos, simplemente quiere decir que por desgracia este tipo de cosas pasan en un mundo imperfecto en el que las mezquindades de algunos de sus habitantes llegan a límites insospechados.
Al hilo de esta cuestión, sin embargo, han salido a la luz varios temas importantes: el primero, la poca oferta que existe de guarderías en Lanzarote, la inexistente oferta además de guarderías públicas en la capital de la Isla (la concejal Lolina Curbelo se comprometió en declaraciones efectuadas en este diario a hacer lo posible para que la guardería pública estuviera terminada antes del mes de mayo) y la improvisación que en muchos casos es dogma de fe entre aquellos que o bien miran para otro lado cuando saben que no dejan a sus hijos en las condiciones más idóneas o bien no tienen posibilidades de ir más allá en su propia exigencia.
Está claro que hoy en día es un buen negocio una guardería en Lanzarote, un lugar donde escapamos de las cifras de natalidad del resto del país, un lugar donde además no hay demasiados centros de este tipo. Sin embargo, tal y como afirmaba Milagros Armas Arráez, psicóloga y directora de la guardería Minicole, no todos los centros cumplen con las normas que se exigen.
No cabe duda de que se trata de un tema interesante, a tenor de los mensajes que hemos recibido en nuestra edición digital (algunos han tenido que ser borrados porque hacían referencia a guarderías concretas, y no se puede corroborar si las acusaciones que se hacen son ciertas si no se presentan pruebas), mensajes que en la mayoría de los casos muestran la preocupación de los padres por un asunto vital para ellos. También hemos percibido que crece la preocupación entre estos mismos padres cuando se conocen datos como los aportados por Arráez, habitual colaboradora de esta casa, cuando se sabe que muchas guarderías están al margen de lo establecido en la ley y que incluso hay personas que meten hasta 30 niños en pisos pequeños.
Nos han llegado algunos correos electrónicos en los que se nos pide que investiguemos este asunto, que investiguemos sobre todo en algunos centros que parecen no cumplir con las exigencias mínimas que se tienen que hacer para lugares que ofrecen un servicio tan importante y tan delicado como este. Que nadie se preocupe, que no nos olvidamos del asunto, seguiremos trabajando intensamente para que se esclarezcan cuantas dudas puedan surgir.