Semanas atrás, los respectivos cabildos de las islas hermanas y vecinas de Fuerteventura y Lanzarote se sumaron al consorcio de la denominada Casa de África, una institución de reciente creación, que todavía no ha echado a andar en firme pues anda aún gateando, que tendrá su sede oficial, para no variar ni perder la inveterada costumbre, en Las Palmas de Gran Canaria.
En aquel acto constitucional, que tuvo lugar en la primera corporación lanzaroteña, la presidenta de la misma, Inés Rojas, dijo confiar en que muchas iniciativas "se impulsen desde Lanzarote, para así poder amortizar la inversión". Una inversión, por cierto, consistente en 200.000 euros (más de 33 millones de pesetas, que se dice muy pronto y fácil). Ojalá se cumpla esa amortizacón, aunque a lo peor, dados otros antecedentes, es mucho esperar. También llevamos años esperando cobrar la famosa deuda histórica con Lanzarote y aquí seguimos, con la mano tendida al aire.
A nuestro entender, el penúltimo ejemplo claro de ese doble centralismo provincial que en Canarias ejercen al alimón y a la perfección tanto Tenerife como Gran Canaria sobre el resto de las islas que chicharreros y canariones tienen por meros islotes menores o simples satélites se ha escenificado, en gran medida, con la designación como sede oficial de esa Casa de África en la isla redonda, en la que también, en buena lógica elemental, residirá el presidente o director de la misma, que ya tiene nombre y apellidos. Y todo ello sobre un principal argumento de peso, según se explicó en su día y momento en la mal llamada prensa regional o provincial: Gran Canaria está muchísimo mejor comunicada que, por ejemplo, Lanzarote o Fuerteventura, las dos islas más próximas geográficamente al Continente africano, como salta a la vista con sólo echarle un vistazo superficial al mapa.
Bien mirado, no deja de ser llamativo que se reconozca desde allí, desde Gran Canaria, la evidente escasez en comunicaciones que sufrimos aquí. Eso por no hablar, por poner otro ejemplo no menos insultante que el anterior, del enésimo intento de los "más destacados líderes políticos" de ambas islas centrales y centralistas de cargarse la -para ellos, claro- odiada triple paridad parlamentaria interinsular por la que en su día lucharon, entre otros y principalmente, el lanzaroteño Rafael Stinga y el palmero Acenk Galván, ambos ya fallecidos, ambos perfectos conocedores de la amaga realidad y de las mil y una penurias que se padecen en la periferia archipielágica, ante la habitual indolencia de Gran Canaria y Tenerife. Bajo el lema imposible y casi nunca visto en ningún sitio de "un hombre, un voto" (como si se pudiera tratar por igual lo que es manifiestamente desigual), los principales abanderados políticos de esa nueva reforma electoral del Parlamento regional, que de llevarse a efecto condenaría a todas las islas periféricas y a los partidos de alcance estrictamente insular a la total impotencia política, residen en la isla picuda y en la isla redonda... aunque cuentan también con paniaguados en el resto de la rebautizadas por ellos mismos como "islas menores", desgraciadamente. ¿Cuándo entenderán los diputados regionales de Lanzarote que se deben antes a los intereses de la isla a la que dicen representar que a los -en ocasiones- mezquinos intereses de sus respectivos partidos (sometidos a su vez estos últimos al mando jerárquico de Gran Canaria, Tenerife o Madrid).
No se necesita ser un lumbrera ni un lince para constatar a simple vista que no estamos teniendo la mejor suerte los isleños (majoreros y conejeros, principalmente) con todo lo relacionado con África: la pesca agoniza, Marruecos no afloja en sus exigencias o imposiciones, Europa parece mirar siempre para otro lado, las pateras vuelven a recalar por Lanzarote y Fuerteventura... y encima la Casa de África nos la colocan en Gran Canaria. Como al burro del famoso cuento, el que lo entienda que lo compre...