Este domingo tuvimos que adelantar en la edición digital una trágica noticia, que últimamente y por desgracia suena a repetida. Un joven de 20 años falleció al volcar el vehículo en el que viajaba de copiloto, según informó el Centro Coordinador de Emergencias y Seguridad (CECOES 1-1-2) del Gobierno canario. El siniestro se produjo pasadas las seis de la mañana, cuando el vehículo en el que viajaban otros dos jóvenes y como copiloto el chico fallecido, de cuya identidad no se han facilitado datos, se salió de la vía y volcó en la carretera que une las zonas de Masdache y El Peñón, dejando al conductor atrapado en su interior. El suceso, además, según datos de Cruz Roja, causó lesiones presumiblemente graves a dos de los pasajeros y el fallecimiento al tercero de ellos. Algún testigo optó por trasladar en un automóvil particular a los dos primeros hasta el Hospital General antes de que llegaran los servicios de emergencia, quedando tan sólo el fallecido en el lugar de accidente cuando llegaron los primeros vehículos de intervención.
Reiteramos una vez más que la noticia de la muerte de algún joven en nuestras carreteras parece repetida. Es una pesadilla cíclica que cada vez aparece con más frecuencia, lo que debería provocar una reflexión seria por parte de todos, ciudadanos, autoridades, Guardia Civil... No puede ser que cada vez muera más gente, no puede ser que cada vez sea gente más joven.
Por algunos mensajes enviados a la edición digital en éste y otros accidentes similares nos hemos dado cuenta de que al hacer un repaso por la mala situación de nuestras carreteras y a la saturación provocada por la enorme cantidad de vehículos que circulan por ellas se nos olvidó hablar del tremendo problema del transporte público, un problema que se arrastra también desde hace demasiados años y que se debería solucionar. Si hubiera un transporte público en condiciones, tal y como nos han recordado varios lectores, no todo el mundo cogería el coche, la gente lo dejaría en casa y acudiría al trabajo o a realizar gestiones o compras en guagua. Incluso se podría ir de marcha en guagua, si la guagua funcionara en condiciones y por las noches.
Como ya hemos insistido en varias ocasiones, el problema es que la crónica diaria de la actualidad informativa de Lanzarote está monopolizada en los últimos tiempos por dos cuestiones: crisis y desavenencias políticas y accidentes de tráfico. No hace demasiado tiempo, además, Crónicas dedicaba su artículo editorial a este peliagudo asunto, al de las carreteras, cuando llevábamos ya 17 muertos. Ahora, por desgracia, la cifra ha aumentado enormemente en muy poco tiempo. Son muchos los lugares o puntos negros que se deberían vigilar. Sin embargo, el foco más negro, uno de los más negros, sigue siendo la carretera que va de Arrecife a San Bartolomé, donde la gente cruza en un lugar algo más que peligroso, además de la carretera de Arrecife a Güime, donde se han producido en muy pocos días dos accidentes terribles.
Debemos exponer los mismos argumentos que hemos expuesto siempre que hemos abordado este asunto. Lo saben todos los que lo soportan a diario; Lanzarote es en estos momentos uno de los rincones del mundo que mayor número de coches tiene por habitante y por kilómetro cuadrado. Se trata de una evidencia que se hace palpable simplemente visitando un día cualquiera entre el lunes y el viernes su capital, Arrecife, donde encontrar un aparcamiento sin tener que pagar se convierte en una auténtica odisea, donde se tienen que soportar enormes colas de coches, camiones y furgonetas que hace unos pocos años, no demasiado, habría parecido un chiste malo. El problema real no tiene que ver con Arrecife, puesto que cualquier ciudad importante que se precie, y Arrecife lo es, tiene que tener sus problemas de aparcamiento y sus pequeñas o medianas retenciones. El problema se plantea en el resto de la Isla.
Un lugar como Lanzarote, Reserva de la Biosfera y fuente inagotable de entrada del turismo, no se puede permitir el lujo de estar tomada por los vehículos que se amontonan no sólo ya en rodadura sino en estancamiento. Las traseras de las gasolineras se han convertido en auténticos cementerios de vehículos, algo que en casos concretos, como el de la gasolinera que se encuentra justo antes de llegar al cruce de Los Mármoles, clama al cielo. Allí se produjo recientemente un incendio que pudo provocar una auténtica catástrofe de no ser por la rápida intervención de los bomberos. Todavía nadie se ha molestado en retirar las guaguas calcinadas, y nadie puede asegurar que no se pueden volver a incendiar.
Algunos turistas se sorprenden enormemente cuando viajan por las saturadas vías de la Isla y se tropiezan con el espectáculo que padecemos en estos momentos. Son muchos coches para las pocas y malas carreteras que tenemos.
Qué decir de los sufridos ciudadanos que cada día tienen que madrugar para llegar a tiempo al trabajo y no morir atrapados en los atascos que se producen no sólo a la entrada de la capital sino en sus principales nudos de conexión con las vías que conducen al norte y al sur.¿Quiere decir todo esto que tenemos que hacer una política distinta en el terreno de las carreteras, quiere decir esto que tenemos que crear más vías de comunicación, más grandes? Pues tal vez no, o tal vez sí. Se trata de un debate complicado, que habría que afrontarlo con la serenidad con la que se tienen que abordar los problemas en un territorio tan frágil como este.
En principio, la mayoría de la población coincide en que no hay que llenar de asfalto la Isla, aunque nadie niega que hay que hacer algo con el problema del tráfico. De momento que las obras de mejora se hagan por la noche, y que se consiga poco a poco poner fin a los embotellamientos de determinados puntos negros que habría que eliminarlos de una forma más radical de lo que se ha hecho hasta el momento. Además, que se vayan solucionando grandes problemas como el que se padece en la salida de la carretera que va de Arrecife a San Bartolomé, donde desgraciadamente la semana pasada perdió la vida otra persona. Hay que buscar alguna solución práctica, porque está claro que la gente, por muy peligroso que resulte, va a seguir cruzando. O se hace un paso subterráneo o un puente, pero algo hay que hacer. El otro gran asunto a debatir es el de la velocidad unida al alcohol de los fines de semana. Varios lectores, a los que no les falta razón, se han dirigido a este diario para quejarse por lo absurdo que resulta que la Guardia Civil esté haciendo los controles de día -se entiende que controles de velocidad-, o los controles de alcoholemia a horas en las que es evidente que los más jóvenes no han hecho otra cosa que empezar la juerga. El tema es lo suficientemente serio como para que ya nadie esconda la cabeza debajo del ala. Las cifras cantas, y son muchos muertos en carretera para un lugar tan pequeño.