jueves. 15.05.2025

Pese al bombo y platillo político y mediático que se le concedió a la iniciativa, es lo cierto que la entrada en vigor del carné por puntos no ha dado finalmente los resultados apetecidos. Lo pareció en los primeros meses desde que se implantó la nueva normativa de tráfico, pero se ha visto este año, con motivo de la reciente Semana Santa de 2007, que al final las cifras de muertes en carretera siguen siendo igual de alarmantes, e incluso peores que en inmediatos años precedentes. Y ya empieza a dudarse de la efectividad de la medida coercitiva, y no está tan claro si la gran culpa de ese fenómeno, como muchos nos temíamos de antemano, no habrá que achacársela, aparte de a los conductores desaprensivos (eso por descontado), al evidente mal estado de las carreteras en nuestro país. Los dos datos constituyen un cóctel explosivo.

Lanzarote, en cualquier caso, es otro cantar. Aquí las macabras cifras de muertes en el asfalto siguen en aumento, llueva, truene o sople el sempiterno siroco. Sólo en los primeros meses de lo que llevamos andado de 2007 ya han sido varias las vidas que se han quedado sobre el asfalto. Y lo peor es la constatación de que no se producen más víctimas mortales de verdadero milagro, pues apenas hay que ver cómo conducen y “se conducen” algunos al volante, o los alarmantes porcentajes de automovilistas que superan de largo el test de alcoholemia, los que manejan -como dicen en Hispanoamérica- sin licencia... y los que llevan todas las papeletas para esa rifa mortal: van borrachos y no tienen permiso de conducir.

Los más inconscientes del peligro que llevan entre las manos se lo toman incluso a chacota, y se carcajean alegando que a ellos nadie les puede quitar puntos del carné porque no tienen carné... ni medio dedo de frente, si contamos todo el chiste. Como acostumbran a decir los más viejos, pocas muertes se producen para lo que se ve por esas carreteras de Dios... o del Diablo. La reclamada precaución al volante brilla por su ausencia.

Lanzarote ha visto cómo en apenas unos años su parque automovilístico ha crecido desmesuradamente. Ese incremento ha ido parejo al de la población isleña pero no a los servicios de transportes alternativos a los que ésta puede acceder, pues ahí sólo cabe hablar de clamorosas carencias, ante la total e insultante indiferencia política. ¿Cuántas vidas humanas se ha cobrado la carretera sólo en los últimos veinte años en nuestra isla? ¿Cuántos jóvenes han dejado su juventud sobre el negro asfalto? Mejor no echar las cuentas, porque el resultado final de esa amarga suma produce auténtico vértigo. Consta estadísticamente que en la misma isla en donde los peatones o los que se niegan a “motorizarse” son actualmente poco menos que ciudadanos sospechosos, se viene dando en los últimos tiempos el mayor registro de muertes en accidentes de tráfico de toda España. No es una exageración. Así lo han constatado en los últimos años las frías -y dramáticas, en este caso- estadísticas. Tiene su lógica: a más número de coches circulando por las pésimas vías conejeras, más número de accidentes y de trágicas muertes o traumáticas lesiones. Y todavía algunos irresponsables se quejan de los "excesivos" (¿?) controles policiales que se llevan a cabo en las carreteras lanzaroteñas. Dadas las cifras ya conocidas, y aunque nos consta que esa vigilancia ha aumentado en los últimos años por parte de la Guardia Civil de Tráfico o la Policía Local de los respectivos municipios, siempre va a ser poco el celo si se tiene en cuenta los registros que arroja cada control.

Mientras tanto, sigue cultivándose con tanta frivolidad como fervor cuasi religioso el culto al coche. Y lo peor del caso es que con unas autoridades políticas más pendientes del populismo que de solucionar problemas reales o carencias como las que afectan a los transportes públicos, cabe esperar muy poco. O nada.

Carné por puntos: ni contigo ni sin ti
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