lunes. 12.05.2025

Allá por el siglo XVIII de nuestra era cristiana, antes de suicidarse cuando iba a ser encarcelado por atreverse a señalar algunas obviedades que a muchos no les interesaba ver, el moralista francés Sébastien Roch, más conocido popularmente como Nicholas de Chamfort, escribió que -citamos textualmente sus palabras- “la sociedad está dividida en dos grandes clases: la de los que tienen más comida que apetito y la de los que tienen más apetito que comida”. No es sólo un afortunado juego de palabras, sino una verdad universal.

Un asunto delicado éste el de la moral y la ética (una asignatura, por cierto, que las actuales autoridades académicas han ninguneado en sus últimos planes de estudio, como si todo eso fuera una nadería sin mayor importancia). ¿Son moralmente aceptables los llamados banquetes solidarios? ¿Es ético asistir a opíparas cenas en las que se supone que se recauda un dinero para ayudar a combatir el hambre en la tierra? Como mínimo, resulta algo contradictorio, a bote pronto.

En Lanzarote también se dan con cierta periodicidad actos teóricamente solidarios con buenas causas como los citados. Años atrás, justo a finales del pasado siglo y milenio, se escenificó en nuestra isla una obra política o teatral que lindaba -una vez más- el esperpento. Pero, a pesar de ello o precisamente por ello, tuvo su gracia aquel cuento al que dieron en llamar algo así como “No te olvides de África”, o cínico nombrete similar, y a cuya escenificación se prestó incluso una reconocida y afamada Organización No Gubernamental de cuyo nombre no queremos ni acordarnos para no hacernos mala sangre. Volvió a quedar claro por aquel entonces, entre otras cosas, que con esto de las dichosas ONGs (algunas, no todas) hay mucho relajo, sobre todo cuando no se ejerce un mínimo y riguroso control sobre las mismas. Ahí están las recientes denuncias contra una conocida ONG de alcance internacional, sobre las que tendrá que pronunciarse muy pronto la Justicia.

Esto de los actos aparentemente humanitarios da la sensación de que en ocasiones sólo se escenifican para engañar la mala conciencia del mundo opulento con la limosnita a los parias de la Tierra. En aquella gran comilona titulada “No te olvides de África”, quienes tuvieron las santas agallas de seguir muy de cerca el bochornoso espectáculo comentaban que todo se quedó al final en mucho ruido y pocas nueces. Tan pocas como ninguna. Total, lo de siempre: muchísimos políticos autoadjudicándose medallitas e insignias, y poca o nula vergüenza. Y el pasteleo y el compadreo habitual. Y la inveterada falta de dignidad y el inevitable insulto a la inteligencia de la ciudadanía, a la que siguen toreando a día de hoy con idéntico o superior desparpajo. Mientras se montaba la enésima orgía del derroche, los políticos asistentes a la misma "comían por África" y largaban sus discursitos recién salidos de sus respectivos gabinetes de prensa, cargados hasta los topes de tópicos y frases hechas. Y más fiesta. Y más fotos. Y más ruido. Y don José Saramago, claro, avergonzado. Por eso el escritor portugués, asqueado ante lo que veían sus ojos que no daban crédito ante tamaña desfachatez institucionalizada, acabó borrándose de aquella fiesta a la que había sido invitado pero no avisado del contenido de la misma. Los políticos presentes, empero, aguantaron hasta el final de la misma, puesto que sus estómagos estaban hechos y más que acostumbrados a esos derroches del dinero ajeno en mil y un banquetes.

El Premio Nobel de Literatura, al final, se lavó las manos y no quiso saber nada de aquella orgía gastronómica hecha "en favor" de los hambrientos africanos. No cabía mayor sarcasmo. Pero aquél era sólo otro capítulo de este interminable culebrón de la ignominia. Continuará...

Banquetes solidarios
Comentarios