Este fin de semana se volvió a repetir una escena tan habitual en Canarias que por desgracia ya no choca ni sorprende a ninguno de sus habitantes. Centenares de personas llegaban en pateras y cayucos a las costas del Archipiélago.
Desde comienzos de la década de los noventa, que fue cuando comenzó este fenómeno en las Islas, se han ido sucediendo distintos gobiernos, primero los dos del Partido Popular (PP) con José María Aznar al frente y ahora uno socialista con José Luis Rodríguez Zapatero. Ni en una etapa ni en otra se ha hecho absolutamente nada (no al menos algo efectivo) para impedir que sigan llegando seres humanos a esta parte de Europa para intentar hallar una vida mejor a la que tienen en sus lugares de origen.
Con la llegada de dos cayucos en la mañana de este lunes a Tenerife con 206 personas indocumentadas a bordo se elevaban ya a 324 el número de inmigrantes llegados a Canarias desde la medianoche anterior. ¿Una cifra récord? Pues no, las ha habido mucho peores. Antes de estos dos cayucos y después de la medianoche de este domingo llegaron a Canarias otras dos embarcaciones con inmigrantes indocumentados a bordo.
Lanzarote tampoco se ha librado de este fenómeno. Y decimos fenómeno y no lacra porque los inmigrantes no tienen la culpa de lo que sucede. Ellos lo único que hacen es arriesgar su vida por encontrar un mundo mejor, algo distinto a lo que dejan atrás, que en la mayoría de los casos suele estar marcado por el hambre, las pocas oportunidades y la falta absoluta de libertad. A pesar de esta circunstancia, no se puede seguir permitiendo que la gente venga a Canarias como única solución a sus problemas. En no pocas ocasiones se ha demostrado que nuestra capacidad de carga y de acogida es limitada, y que en el momento en el que se saturan los servicios se tienen que recurrir a métodos tan singulares como son los de enviar a la gente en avión a otras comunidades autónomas.
Lo bueno que ha tenido esta historia de este fin de semana es que el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, estuvo aquí para verlo, estuvo en Canarias para comprobar cómo golpea este tremendo problema, un problema que ni él ni ninguno de sus antecesores ha sabido resolver. No estaría de más que hubiera tomado buena nota de lo sucedido y se estuviera en estos momentos aplicando seriamente en su despacho de Madrid para encontrar alguna solución al problema. Mucho nos tememos que no será así, y que nuestros gobernantes seguirán más pendientes de salir en las fotos y de hacer campaña que de resolver los problemas cotidianos.
Curiosamente, está tan asumido en Canarias el tema de la inmigración que cuando se publica una noticia se percibe el escaso interés del lector. Especialmente se detecta en la edición digital, donde las noticias que tienen que ver con la llegada de inmigrantes irregulares son las menos visitadas. ¿Quiere decir esto que a los canarios no les preocupa que siga llegando gente? No, quiere decir que están cansados de leer un día sí y otro también lo mismo.