sábado. 20.04.2024

En septiembre de 1987, casi un imberbe de 19 años, se encontraba frente al Guernica en el Museo del Prado en Madrid junto a otros veinte y cuatro jóvenes de Lanzarote.

Asistíamos a la Escuela Jóvenes en Libertad para traernos un Diploma de la Consejería de Educación y Juventud de la Comunidad Autónoma de Madrid que dirigía el socialista Jaime Lissavetzky y que nos acreditaba la asistencia y superación del curso como Monitores de Animación de Tiempo Libre.

El dichoso Diploma no nos fue concedido hasta un año después, octubre de 1988. Después de acabar nuestra preparación didáctica, presentamos un proyecto y lo ejecutamos en los meses siguientes en nuestros respectivos pueblos aquí en la isla. El Director del Curso allá en la Escuela de Santa Cruz del Valle, Ávila, se presentó en Lanzarote para corroborar los proyectos, sus ejecuciones y comprobar las memorias realizadas con motivo de las actividades llevadas a cabo.

Expuesta ya la razón por la que me encontraba en la Capital del Reino de esta cosa todavía denominada España, frente al cuadro, el Guernica, a este ignorante se le escapó la ocurrencia a viva voz de casi grito: “a mí no me parece que eso represente el bombardeo de un pueblo”.

Unos cuatro años antes, el Semanario Lancelot me había publicado una carta sobre vertidos radioactivos en Canarias y la ilustraron precisamente con una foto del Guernica. (Sí, ha calculado usted bien. Tenía 15 años)

No sé por qué recarajos expresé esa opinión sobre el cuadro, cuando me encontraba a unos metros de él, separados por un cordón que nos impedía acercarnos y sacarle fotos. Debe ser de esas cosas inexplicables que la ignorancia no te permite discernir. Aquel exabrupto juvenil a lo mejor era una premonición, para tantos años después, escribir sobre el Guernica y la otra versión de su posible y real significado.

El año pasado (1937 -2017) se cumplieron 80 años desde su supuesta creación. Celebraciones y acontecimientos varios recordaban a través del cuadro el bombardeo infame sobre la pequeña villa vasca. 126 muertos de una población de casi 5.000 habitantes.

El cuadro llegó a Madrid el 10 de septiembre de 1981 tras 44 años en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Dimensiones enormes: 7,75 X 3,50 metros. El Presidente del Gobierno de España era un tal Leopoldo Calvo-Sotelo y Bustelo. Y apenas seis años después, yo tenía la suerte de contemplarlo. Septiembre de 1987.

He podido leer que el bombardeo de la Villa de Guernica tuvo lugar el lunes 26 de abril de 1937, casi un año después de iniciada la guerra civil española (Julio 1936) y siempre se nos inculcó que Pablo Picasso se inspiró en ese acto bélico para la realización de su cuadro más famoso y el que más reconocimiento mundial le confirió.

Ese año 1937, Francia se preparaba para inaugurar la Exposición Internacional de París, (25 de mayo – 25 de noviembre) y el Gobierno de la República de España decide a finales de diciembre de 1936 y en plena guerra, participar en dicha Exposición. Una empresa arriesgada, toda vez que cuentan con apenas cuatro meses para la realización del pabellón y el montaje expositivo que acogería.

En enero de 1937 parece que el Director General de Bellas Artes Josep Renau y los escritores Max Aub y José Bergamín, comisarios adjuntos, convencieron a Picasso en su taller de la calle Boétie de París para que participara con algunas de sus obras. Picasso estaría en la muestra con algunas de sus esculturas y un cuadro. Algunas fuentes aseguran, la más fiable es la correspondencia del propio Max Aub, en la cual se indica que por ello cobraría 200.000 francos de la época y que el genial artista se comprometió a tener la obra pictórica, icono del pabellón, en un mes.

Los arquitectos encargados de diseñar el edificio que albergaría la participación española fueron el madrileño Luis Lacasa y el catalán Josep LLuis Sert y que desde el mismo momento en que trazaron los planos preveían el lugar destinado a la gran obra que presentaría Picasso.

El 27 de febrero de 1937 se puso la primera piedra del edificio diseñado por el dúo profesional madrileño - catalán y supuestamente Picasso tendría casi terminada su obra pictórica que se expondría en el Pabellón español, desde cuyos diseños ya se contemplaba su estructura para la acogida de este gran cuadro.

Dos meses más tarde, en plena actividad arrolladora para tratar de acabar las obras antes del 25 de mayo, día de la Inauguración Oficial de la Exposición, el lunes 26 de abril de 1937 tendría lugar el bombardeo de Guernica por parte de la Legión Cóndor de la alemana Hitler.

Pero si el cuadro estaba casi terminado el 27 de febrero, y el bombardeo de la pequeña villa de Guernica se produjo dos meses después, el 26 de abril, ¿cómo podía inspirarse Picasso en esa acción de guerra, para una obra pictórica iniciada y casi acabada dos meses antes de que ocurrieran los hechos?

¿Cómo pudo Picasso intuir en enero, cuando le encargan la obra, que en abril tendría lugar el bombardeo de Guernica?

No es posible.

Sin embargo, hay quienes aseguran que ese 26 de abril, y apenas un mes antes de la Gran Inauguración, sorprendentemente, todavía Picasso no tenía nada sobre que inspirarse para la realización de un cuadro por el que el Gobierno de España ya le había adelantado 50.000 Francos. (Más tarde se le extendería un cheque por la diferencia de 150.000 según Max Aub)

Esa acción de Guerra y las multitudinarias manifestaciones de repulsa cinco días más tarde en la capital francesa, el 1 de mayo, dicen algunos que fueron la espoleta que inspiró al artista para comenzar su mural. Otros, en cambio, aseguran que sobre bocetos ya iniciados Picasso se apresuró a terminar su obra para presentarla a tiempo en la exposición.

Muy pocos se creen estas últimas versiones esgrimidas casi como oficiales, para justificar y delimitar temporalmente la inspiración artística, (26 de abril – 4 de junio 1937) cuando ya desde enero se diseñaba un edificio para acoger un cuadro de dimensiones considerables.

El Guernica. Su título original debió sin duda ser otro y las circunstancias sobrevenidas le cambiaron el nombre por el que hoy lo conocemos.

Es lo que casi se corrobora en esta otra versión de la más popular obra del artista malagueño:

Tres años antes, el 11 de agosto de 1934, en la plaza de toros de Manzanares, (Ciudad Real) Granadino, un toro manso y de poca envergadura, empitonaba al torero Ignacio Sánchez Mejías. Se negó a ser intervenido por el médico local y solicitó traslado inmediato a Madrid. La ambulancia tardó varias horas en hacer el recorrido. Parece que no pudo evitarse la gangrena en la cornada recibida en el muslo derecho. Son demasiados los que argumentan que el famoso personaje buscaba una especie de suerte de suicidio enmascarado a través de su accidentada última faena taurina, al no preocuparse por su recuperación. Murió dos días más tarde, el 13 de agosto de 1934.

El torero había sido actor de cine, jugador de polo, automovilista, escritor de varias obras de teatro y también había sido Presidente del Real Betis Balompié entre mayo de 1928 y septiembre de 1929.

Admirado por Pablo Picasso, a Sánchez Mejías se le considera el mecenas de la conocida Generación del 27, algunos de cuyos miembros eran aficionados a la tauromaquia, entendidos, e incluso, Rafael Alberti hizo paseíllo en su cuadrilla.

Algunos de ellos, al conocer de su muerte tras la cogida del toro Granadino en Manzanares, ensalzaron su figura. (Miguel Hernández, Rafael Alberti, García Lorca,…)

Ignacio Sánchez Mejías era un conocido admirador de Góngora y con motivo del 300 aniversario de su muerte organizó en 1927 el encuentro de autores con García Lorca, Dámaso Alonso, Luis Cernuda, Gerardo Diego,… De ese encuentro conmemorativo del 300 aniversario de la muerte de Luis de Góngora y Argote, auspiciada por el famoso torero Ignacio Sánchez Mejías, surgiría la conocida como Generación del 27.

¡Que no quiero verla!

Dile a la luna que venga,

que no quiero ver la sangre

de Ignacio sobre la arena…

(Federico García Lorca, La sangre derramada, de su obra Llanto por Ignacio Sánchez Mejías)

... Aire de Roma andaluza

le doraba la cabeza,

donde su risa era un nardo

de sal y de inteligencia.

¡Qué gran torero en la plaza!

¡Qué gran serrano en la sierra!

¡Qué blando con las espigas!

¡Qué duro con las espuelas!

¡Qué tierno con el rocío!

¡Qué deslumbrante en la feria!...

(Federico García Lorca, La sangre derramada, de su obra Llanto por Ignacio Sánchez Mejías)

El poeta granadino, (A lo mejor no es casualidad que el toro que mató a quien fuera uno de sus mejores amigos, llevara también por nombre su gentilicio) sería fusilado dos años más tarde, el 18 de agosto de 1936. Un mes después de iniciada la Guerra Civil.

Francia inauguró su Exposición Internacional de París el 25 de mayo de 1937, pero el pabellón español aún no estaba terminado. Pablo Ruiz Picasso, el 4 de junio llevó su cuadro al lugar que tenía destinado en el edificio sufragado por el Gobierno de la República de España. En el evento no se hablaba de otra cosa más que de la guerra civil española y de los últimos acontecimientos conocidos.

Del que más, del bombardeo de Guernica.

Pero para sorpresa de muchos, aquel tremendo cuadro expuesto sólo dejaba escapar el drama de una tragedia taurina, con caballo de picador o de rejoneo, incluido. Nada de horrores de una guerra civilista en España. Era conocido y además públicamente, que Picasso comentaba emocionado los poemas de García Lorca dedicados al también su amigo Sánchez Mejías. (“La cogida y la muerte”; “La sangre derramada”; “Cuerpo presente”; “Alma ausente” de su obra “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”).

Es más, estudiosos de la obra del genial pintor, no encuentran reminiscencias de denuncia política en ninguna de sus obras. Ni en las pictóricas, ni en las escultóricas. Todos coinciden en que Picasso llevaba con bastante celo lo de reivindicar en su arte alguna opinión política.

¿Por qué esta obra iba a ser diferente, y ser el exponente de la denuncia reivindicativa de unos bombardeos producidos después de realizado ese cuadro? Son demasiadas las evidencias del inicio de la famosa pintura antes del bombardeo de Guernica.

Hay muchas opiniones, explicaciones y descripciones de lo representado. A mí me llama la atención la de Luciérnagas y Coyotes…:

““El Guernica no representa ningún bombardeo, sino la muerte de un torero, con el toro encampanado, los caballos espantados, las plañideras gesticulantes, la bombilla de la enfermería y el estoque partido en primer plano.

El Torero yace roto, con su espada rota, pues ha perdido. El toro aparece con la espada clavada, con mirada mansa, que es como era Granadino, el toro que lo mató.

La simbología de la madre con el niño en brazos, llorando, es la de todas las madres al perder a su hijo, sin importar la edad de éste, perder un hijo es antinatural, pues normalmente mueren primero los progenitores, por eso muestra su gran angustia, así como la de todos los otros personajes, pues era un torero muy admirado.

El nombre del cuadro: Recuerdo a mi amigo Sánchez Mejías””.

Le atribuyen el cambio por el de Guernica al Delegado de Cultura de la Generalitat días después cuando visitó la exposición, y que los responsables de la misma procedieron al cambalache. La repercusión del momento vivido y la necesidad de propaganda antifascista del Gobierno Republicano Español, lo creyeron conveniente.

Picasso nunca dijo nada y aceptó el trueque ante la gran acogida que la obra experimentó. Como homenaje a un torero muerto, aquel mural no hubiera traspasado mediáticamente las paredes del pabellón que lo acogía. Seguramente creyó que su legítimo propietario, el Gobierno de España por 200.000 Francos, le podía endilgar el título que quisiera.

Hoy, contemplando una foto del famoso cuadro, me ratifico en mi ignorancia y vuelvo a decir aquello que expresé sin pensar a los 19 años: “a mí no me parece que eso represente el bombardeo de un pueblo”.

Guernica. El cuadro
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