Indignados, molestos, cabreados… Éste es el sentir generalizado de la mayoría de los residentes de Lanzarote. De nuevo han atentando contra nuestra libertad de una forma ya habitual en la Isla.
Nos levantamos la mañana del miércoles con la noticia de que se estaba cerrando el acceso de vehículos a la playa del Papelillo o el Rincón, en Caleta de Famara, una noticia de la que rápidamente tuvieron constancia la mayoría de los habitantes de Lanzarote. De nuevo “Costas” hizo de las suyas, tomando decisiones polémicas sin consultar ni con Dios ni con el Diablo seguramente desde un cómodo despacho de Madrid, que como todos sabemos está un poco más allá de Fuerteventura. Resulta curioso que siendo una isla en la que se han cometido verdaderas atrocidades con su frágil territorio, se sea tan cuidadoso con lugares que usa y disfruta la parte más débil de la cadena, el pueblo.
Hace ya algunos años que se vienen cerrando accesos a diferentes lugares de la costa de Lanzarote, donde no hace mucho era habitual pasar el día con la familia o amigos. Lo peor de todo es que el cierre de estos lugares no termina de justificarse, y todos tenemos la sensación de que se hace de un modo dictatorial, lo que provoca que los afectados nos enfademos más, creo que con bastante razón. Al final, porque somos un pueblo pacífico, hemos ido aceptando esta imposición, porque nos cuentan de que es por nuestro bien y el de nuestro tesoro, que no es otro que la tierra. Sin embargo, me da la sensación de que con lo que ha pasado en Famara acaban de despertar la conciencia colectiva adormecida, creo que esta vez se han confundido y van a encontrar respuesta, deben encontrar respuesta. La prohibición siempre es más barata que la regulación y el debate, y por eso aquí se prohíbe, porque para los que se sientan en Madrid es más cómodo que ponerse a hablar con los que aquí vivimos y con nuestros responsables públicos.
La playa del Papelillo no era sólo para el disfrute dominguero (digo dominguero porque hace algún tiempo que también se prohibió acampar), sino que era la playa elegida por sus extraordinarias condiciones para la práctica del kitesurf, windsurf, surf y muchos más deportes acuáticos. Esto hay que tenerlo en cuenta en una isla donde el turismo deportivo es ofertado como una de sus mejores virtudes, como la famosa alternativa de ocio que tanto se menciona. Si no es por los domingueros, señores de Madrid, háganlo por el negocio turístico, no vaya a ser que el dinero que ingresan en las arcas del Estado procedente de Lanzarote mengüe.
Tengan claro, señores de Madrid y todos los señores que están en Canarias y que tengan que ver con esto, que han sobrepasado el límite de nuestra paciencia. A los de aquí les digo que esto nos debe servir para reaccionar de una vez por todas y rebelarnos ante lo que es una falta de respeto hacia todos. Pido que la reacción no sea sólo en las redes sociales o en correos de amigos, sino que se salga a la calle a protestar para recuperar nuestros espacios, no fiarnos de las palabras de los políticos con su demagogia y su frase de “estamos trabajando en ello”, porque el tiempo se convierte en olvido, y yo me niego a olvidarme de otro lugar mágico de esta tierra que quiero seguir disfrutando con los míos.