Como sucedió en otra etapa histórica no tan lejana, hace menos de un siglo, con consecuencias terribles para la humanidad, el mundo se está ultra derechizando. En América, formaciones y dirigentes de la extrema derecha gobiernan en Estados Unidos, Argentina o El Salvador. Y, en el seno de la Unión Europea, lo hacen, de momento, en Italia y en Hungría, formando parte de los gobiernos en otros varios estados y manteniendo una presencia parlamentaria al alza en la mayoría de ellos, como vimos recientemente en las elecciones portuguesas. Como reflejaron las elecciones europeas del pasado año y, asimismo, las recientes citas electorales en Polonia y en Rumanía. Además, buena parte de sus discursos y planteamientos están siendo asimilados por las derechas tradicionales con las que comparten ya numerosos ejecutivos.
Es cierto que se trata de grupos heterogéneos. Pero que comparten muchos elementos comunes, como su rechazo a la inmigración y sus posturas xenófobas, así como la defensa de políticas que buscan disminuir el papel del estado y suponen la entrega absoluta a los valores e intereses de los mercados. Beneficiando a los ultra ricos y perjudicando claramente a la mayoría de la sociedad y, especialmente, a sus sectores más vulnerables.
Con consecuencias como supresión de programas sociales, despidos masivos de funcionarios públicos, ataques a las universidades y a los medios de comunicación críticos, persecución y expulsión de personas inmigrantes… en definitiva, el intento de acabar con el estado social y de bienestar, arremetiendo contra las conquistas sociales y, también, intentando arrasar con las libertades y el respeto a los derechos humanos.
Cooperación internacional
Y, también, afectando gravemente al plano exterior, como sucede en el ámbito de la cooperación internacional. Según revela un reciente informe del Instituto de Salud Global de Barcelona (IS-Global), el cierre decretado por Donald Trump de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID) causará 14 millones de muertes hasta 2030, un tercio de ellos niños y niñas menores de 5 años. Asimismo, el presidente estadounidense anunció a principios de este año el próximo abandono de la Organización Mundial de la Salud (OMS) por parte de Estados Unidos. Y está implementando unas políticas proteccionistas, con la aplicación de aranceles, que dañan a la economía mundial. Al tiempo que desestabiliza a Europa en el tema de Ucrania y persiste en el apoyo al genocidio que Israel lleva a cabo en Palestina.
El profundo rechazo a los avances logrados por el feminismo en la igualdad entre mujeres y hombres, así como por la comunidad LGTBI, constituyen también uno de sus elementos comunes, aunque algunas de estas formaciones, pocas, son menos beligerantes e incluso aceptan el matrimonio igualitario. Otro de sus compartidos rasgos es el negacionismo climático, oponiéndose con firmeza a las medidas que tratan de salvar al planeta y que apuestan por un modelo de desarrollo sostenible y armónico.
Respecto al violento pasado de grupos de ese mismo espacio durante los años veinte-cuarenta del pasado siglo han sustituido su odio y deshumanización de los judíos por una poco disimulada islamofobia. Varias de esas formaciones mantienen excelentes vínculos con el conservador y autoritario líder ruso Vladimir Putin y con el genocida Benjamín Netanyahu. Su euroescepticismo, cuando no su clara vocación antieuropeísta, también les caracteriza.
Agenda ultra
En el Estado español no están en su gobierno por la unidad de las fuerzas progresistas y nacionalistas que en 2023 impidieron un Gobierno apoyado por los escaños del PP y Vox, junto a los regionalistas de CC y UPN, únicos partidos que votaron la fallida investidura de Feijóo. Pero sí lo hacen en numerosas comunidades autonómas y ayuntamientos en los que el PP ha normalizado y blanqueado a la extrema derecha y en la que esta va imponiendo su agenda.
Pero el PP no solo va aceptando los contenidos de su agenda, también copia sus modos y maneras. Está sucediendo con la radicalización y elevación de la crispación a niveles estratosféricos por parte del partido que preside Alberto Núñez Feijóo, que se encuentra cada vez más escorado al trumpismo de Isabel Díaz Ayuso. Tal vez por el hecho de que empieza a tener entre el electorado conservador menos valoración que su antecesor, Pablo Casado, e incluso, en algunos estudios, que Abascal.
Como últimas muestras de esa radicalización verbal el lema elegido, el muy hiperbólico “Mafia o democracia”, para su manifestación contra el Gobierno, la descalificación de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la amnistía (antes de conocer el texto definitivo, les da igual) o su intento de cuestionar (suena a Trump y a Bolsonaro) los resultados electorales del año 2023 y la limpieza del voto por correo.
Se les fue completamente el baifo. No parecen tener límite alguno. Hace tiempo que los conservadores españoles pusieron en marcha una poderosa maquinaria del fango con terminales políticas, económicas y mediáticas, así como con la participación de algunos funcionarios públicos. En ese ambiente, resulta esperpéntico que el ex ministro del Interior del PP, Jorge Fernández Díaz, acusado de graves delitos -encubrimiento, malversación de fondos y delito contra la intimidad-, se atreva a decir en un artículo periodístico que vivimos en un lodazal. Pese a la gravedad de sus actuaciones cuando fue ministro, Fernández Díaz merece escasa atención mediática. Al tiempo, se trata con excesiva benevolencia casos tan graves como la pésima gestión de Mazón en la dana de Valencia o los protocolos de la vergüenza de Ayuso en Madrid, con más 7.200 fallecidos en la pandemia de la Covid, muchos sin asistencia alguna.
La democracia en riesgo
Las actitudes del PP (junto a la tarea intoxicadora de la extrema derecha en los medios de comunicación y en las redes sociales) elevan al máximo los niveles de crispación y enfrentamiento. La última muestra, la reciente Conferencia de Presidentes celebrada en Barcelona; los representantes del PP pasaron por completo de debatir las propuestas sobre problemas reales, como la vivienda o la extensión de la educación infantil, centrándose exclusivamente en su exigencia de adelanto electoral. Una actitud lamentable.
Con ello buscan hacer el mayor daño posible al Ejecutivo de coalición que preside Pedro Sánchez (respondiendo a “El que pueda hacer que haga”, que proclamaba José María Aznar), buscando su caída. Pero que van mucho más allá: desvalorizan y ponen en situación de riesgo a la propia democracia. Con esa permanente descalificación global le están poniendo una alfombra a la extrema derecha y a los salva patrias. A las tentaciones autoritarias.
Todo esto sucede en una etapa de significativo crecimiento económico y buenas cifras de empleo en el Estado español, con datos mejores que el de las otras economías europeas. Pero el ruido político y mediático termina por opacarlo todo. Impidiendo que prevalezcan en el debate los asuntos que afectan a la vida de la gente: la vivienda, la calidad del empleo, la financiación y eficiencia de los servicios públicos, las políticas de cuidados, la seguridad y la correcta actuación frente a las distintas emergencias, la acción consciente y rigurosa para combatir la Crisis Climática… Se impone, desafortunadamente, una combinación de ruido y masiva extensión de bulos, sombras y fango que termina por desvalorizar a la democracia y contribuye a alimentar los sentimientos autoritarios. Momentos críticos para la democracia. Frente a esta realidad resulta necesario que demócratas y progresistas ofrezcamos respuestas alternativas.