El general Franco se hizo guionista de cine en los años 40, cuando escribió Raza, producción de 1941, con un argumento de Jaime de Andrade, seudónimo bajo el cual se ocultaba el dictador. Raza, también llamada Espíritu de una raza en la versión de 1950, es una producción que exalta el ideario del buen español desde la perspectiva del régimen en los primeros años de la postguerra a través de la historia de tres hermanos y sus vicisitudes durante la guerra civil. La película pretendía mostrar el «espíritu abnegado y valeroso” que sería propio del ser español y que coincidiría completamente con el ideario del nacional-catolicismo del régimen triunfante de la guerra civil. Recordemos que el 12 de octubre se celebraba el Día de la Raza, que pretendía la exaltación de lo hispano, el gen transmitido en los países americanos que hablan nuestra lengua. Este concepto ha ido quedando obsoleto, incluso ha propiciado la rebelión de las etnias indígenas, con la destrucción de esculturas de Cristóbal Colón en diversos países del continente.
Históricamente, el concepto de raza ha sido utilizado para clasificar a los humanos según el color de la piel, la forma del rostro, el cabello, etc. Sin embargo, la ciencia demuestra que las diferencias genéticas entre los grupos son mínimas y utilizar este concepto para los humanos no tiene una base científica sólida. Entre las especies animales, el propio hombre se ha encargado de crear distintas razas, entre las mascotas domésticas, entre animales de utilidad para la alimentación, para obtener mayor rendimiento en el trabajo, etcétera. Caballos, perros, gatos o las distintas especies del ganado, incluso los vegetales, muestran variaciones creadas en laboratorio para mejorar prestaciones.
La cuestión de fondo es esta: ¿somos racistas los españoles? Y, más en concreto ¿somos racistas los canarios?
No es una cuestión secundaria, puesto que, si bien todos los humanos somos producto de distintas fusiones, de mestizajes a través de los procesos históricos, en estos momentos en todo el planeta triunfan las ideas vinculadas a la extrema derecha, y de este modo crecen las barreras y los prejuicios. Un ambiente que podría recordar el culto a la raza aria en la época de Hitler. Particularmente en la Europa del Este hay países que se cierran a los inmigrantes, y el señor Donald Trump en sus bravatas diarias no cesa de afirmar que los inmigrantes intentan apropiarse de los Estados Unidos.
Cada día puede haber dolorosos episodios de discriminación por motivos racistas. Pues aunque queremos ser tolerantes e inclusivos, hay circunstancias que nos muestran lo contrario. En realidad, los humanos somos animales territoriales y por eso puede molestarnos el aluvión turístico y la presencia tan abundante de latinos, marroquíes y personas de color, circunstancias que en realidad están salvando la economía del país. También hay gente poco tolerante que recriminan a los africanos su presencia aquí, los partidos de extrema derecha sacan mucho rédito de este asunto. Aunque es cierto que el pueblo canario, como producto de tantos cruces étnicos, tiene una mentalidad generalmente abierta. El hecho de haber sido migrantes en masa también ha sido significativo, pues en Venezuela llegó a haber trescientos mil canarios. En ocasiones, nuestros antepasados fueron apresados como esclavos y cuando el apogeo de los ingenios azucareros, vino mano de obra del África negra. Es decir que somos el resultado de un aluvión de intercambios y de mezclas, el célebre mestizaje.
Donald Trump ha acusado al presidente de Suráfrica de ser racista con los granjeros de raza blanca que desean salir del país porque se sienten discriminados. Fue la típica sesión en la Casa Blanca, ya vivida con Zelenski, en la que los altos cargos norteamericanos acorralan al visitante en vez de acogerlo diplomáticamente, como es usual en los tratados internacionales. Trump se convierte, entonces, en un déspota que maltrata a la persona que viene de visita, no le ofrece ni café sino que este recibe unos buenos improperios. ¿Racismo de una y otra parte? Pudiera ser.