Miles de personas se han vuelto a echar este sábado a las carreteras de la Isla para llegar a Mancha Blanca, en una cita que se repite con milimétrica devoción cada año. Sin que exista hasta el momento una cifra oficial, la sensación generalizada sin embargo es que esos miles cada vez son menos miles. La gente ha vuelto a comentar un año más que por las razones que sean va en descenso y no en aumento el número de participantes, siendo probablemente una de las romerías a la que menos vecinos han acudido.
Esa es la sensación general, porque esta fiesta, como todas las fiestas, cada uno la contará en función de cómo le ha ido. Seguramente el alcalde de Tinajo, Jesús Machín, que es doblemente organizador como alcalde y como responsable de las Fiestas de su municipio, hará como cada año un balance muy positivo, y seguramente también, como en los últimos años, estará muy alejado de la realidad.
Sea como fuere, lo cierto es que siguen siendo miles de lanzaroteños y de visitantes los que salen de sus casas en un día caluroso como el que se ha vivido este sábado para participar en una celebración que aunque algunos no lo recuerden es esencialmente religiosa. Trata, como otras romerías, de acudir a un lugar de culto como es la Ermita de Los Dolores para rendir tributo a una Virgen en la que muchas personas depositan cada año sus anhelos, sus sueños, sus esperanzas, sus ruegos... Es, además, una celebración que trata desde los tiempos de Chana Perera de que las nuevas generaciones no olviden sus orígenes, recuerden la idiosincrasia de los canarios, sus costumbres, su forma de vestir en el pasado, su vínculo con la tierra y el mar. ¿Se consigue? Parece evidente que cada vez menos.
Los que fueron fueron convencidos, y los que no, también. Entre las excusas, las de siempre: el calor, el día elegido, que la Televisión Canaria esta vez lo estaba dando en directo... Tal vez, sólo tal vez, llegue el momento en el que se haga una profunda reflexión entre aquellos que deben mantener y preservar el buen nombre de esta fiesta para que las cosas vuelvan a ser como fueron, en los tiempos en los que más de la mitad de los habitantes de la Isla acudían contentos a Los Dolores.
La desgana, no obstante, no ha caído sobre toda la población. Con el verano dando sus últimos suspiros, una parte importante de Lanzarote se preparó una vez más para su semana más particular del año, la semana grande, las fiestas patronales de Los Dolores. Entre todos los actos el más importante sin duda era el de la romería, en el que miles de ciudadanos de todas las edades se vuelcan para cimentar una tradición que ya está enraizada entre los habitantes de la Isla, pero que de vez en cuando convendría volver a explicar.
Alrededor de las seis de la tarde fueron llegando los primeros romeros hasta el lugar elegido para hacer la ofrenda a la Virgen, la misma puerta de la Ermita de Mancha Blanca. Como es tradición, los primeros fueron los caballos y sus jinetes, que volvieron a demostrar el arte que tienen y la particular forma de rendir homenaje a la Patrona.
Luego se fueron sumando los demás, con carrozas de todos los municipios, con agrupaciones de todas las Islas, que no sólo regalaron su música sino también sus bailes a una Virgen que desde luego no ha podido salir desencantada este año por la ilusión con la que la mayoría de los participantes siguen llegando hasta sus pies.
Era ya de noche cuando fueron llegando los últimos romeros a Mancha Blanca, en un recorrido que dicen los expertos que se realiza en cuatro horas si todo va bien. Luego vino la espectacular fiesta en los tradicionales ventorrillos canarios, donde la diversión se trasladó hasta altas horas de la noche.