Por Miguel Ángel de León
Es un dato o un vaticinio incontestable: dentro de unos años, el español estará a punto de ser la primera lengua de todo el planeta, cuentos chinos aparte. Lo aventuraba tiempito atrás el secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española, el puertorriqueño Humberto López Morales. Por su parte y con su porte particular, el poeta Luis Antonio de Villena, poco sospechoso de padecer de rancio nacionalismo españolista, lo ha puesto en negro sobre blanco en las páginas del diario El Mundo: "Por fin, en la Constitución de 1978, decidimos refundar España, aunque se proclamó con mucha timidez para que nadie se asustara. Y así empezó a levantarse este nuevo edificio, sobre el antiguo solar, aunque no parece concitar aún los debidos entusiasmos”.
El mencionado autor se preguntaba años atrás por qué a tantos españoles les atrae tan poco España: “Sólo ahora comenzamos a percatarnos de que Jordi Pujol y Xavier Arzalluz nos metieron, a todos, en una trampa: su interminable demanda dejaba siempre entre paréntesis (si no entre interrogaciones) la posibilidad de una renovada España. Para configurar la España plural pero compacta que desearían muchos, y la única que puede funcionar como país, es necesario que todos (catalanes, vascos, gallegos, canarios, etcétera) se integren o se desintegren, pero dejen de usar la amenaza disgregadora como arma política. Entre otras cosas porque nos impiden avanzar a todos los demás. Váyanse o quédense (los catalanes serios temen un referéndum de independencia, mucho más que los extremeños o los andaluces), pero no deben amenazar, porque el pasado que construyó su ira ya no existe".
Pese a su otra condición de poeta, De Villena dejaba más que claro en sus certeros párrafos que no vive en las nubes, como los etnomaníacos del nacionalismo de contagio, sino que tiene los pies sobre la tierra: "La izquierda española tiene que darse cuenta de que ya no le debe nada a los nacionalismos locales, y ya puede explicarles a catalanes o vascos -y a todos los demás- que formar parte de una gran entidad nacional no atenta contra sus singularidades. Ser español no debe estar reñido con ser catalán, ni castellano ni navarro. Ser español debe ser una forma europea de ser universal. No hay otro futuro importante, pues treinta pequeñas patrias no son políticamente igual que una, aunque varia. Pero, claro, quienes hoy gobiernan, la mayoría de quienes hoy tenemos la palabra, venimos de la España difunta o cuasidifunta y, ya sea por gusto o por rabia, se nos nota".
Después de más 30 años de muerto, Panchito Franco sigue representando al padre que todavía no hemos matado del todo. Por eso colean aún, entre quienes sufrimos de una forma u otra al dictador gallego, tanto prejuicio y tanto complejo que en realidad ya no deberían tener razón de ser... pero están ahí, quiera el cielo que ya por poco tiempo.
Expaña va como va, pero el idioma español sigue creciendo. Ya hoy se habla más fuera que dentro de España (sólo en Estados Unidos hay tantos hispanohablantes como aquí). Un día llegará en el que oiremos la lengua de Cervantes en bocas extranjeras empleada con mucha más propiedad que en la patria de El Quijote (ya sucede en Colombia y otros países hispanoamericanos, donde se habla un español mucho más rico y fluido que el que chapurreamos de último por aquí). (de-leon@ya.com).