lunes. 12.05.2025

Por Miguel Ángel de León

Aunque se diga que nació en Belén, hablamos de Jesús de Nazaret. O del nazareno, tanto monta. Es una más de las tantísimas contradicciones de la Santa Biblia, que ya desde el Génesis nos empieza a dar todo el rato una de cal y otra de arena, revienta la lógica temporal, se burla de la ciencia más elemental y nos cuenta una cosa y la contraria con la misma tranquilidad que un político en plena campaña electoral. En el Belén actual, judíos y palestinos escenificaban hasta casi ayer mismo para el público de todo el mundo su particular guerra infinita, con actores que no fingen la muerte, porque la "viven" en carne propia. Es, más que un Belén viviente, un Belén de cadáveres.

En hablando de Belén, por aquí abajo montamos por estos días otros belenes, armando la de Dios es Cristo: en el Cabildo, en el Ayuntamiento de Arrecife, en el PP de la gestora “duracell”, en el PSOE de los mamporreros y los que sólo son leales de apellido, en la Alternativa que no se ha atrevido a extirpar de cuajo el cáncer antes de que éste haga metástasis (el octavo pasajero sigue en la nave vivito y coleando, con más peligro y rabia que nunca, y no descansará hasta devorar al resto de la tripulación), y suma y sigue.

Por si fueran o fuesen pocos belenes los citados, y como se ha puesto de moda y la moda es la única filosofía del que anda ayuno de personalidad, todos los ayuntamientos de esta pobre islita rica sin gobierno conocido se han dado en los últimos años a la labor de escenificar sus respectivos belenes públicos u oficiales en llegando estas fechas navideñas. Hasta el punto que, como ya se veía venir, ahora los distintos consistorios conejeros compiten por ver quién lo tiene más grande, más espectacular y más bonito que ninguno.

En algunos ayuntamientos conejeros, como un solo belén les parecía poca cosa, han montado dos al unísono: uno con las figuritas tradicionales en las plazas y otro con los tradicionales figurones dentro del propio consistorio municipal. El más entretenido suele ser el segundo, puestos a contar verdades.

Bien mirado, el espectáculo visual tiene su gracia. Y es lógico que, al igual que existen belenes típicos, se vean también belenes esperpénticos. Porque el esperpento es un arte, incluso literario, como sabemos desde Valle Inclán, aunque también es cierto que ya nadie lee a Valle Inclán, excepción hecha de Paco Umbral y dos más.

Va siendo hora, visto lo visto, de ir cambiándole algunas estrofas al villancico tradicional:

“En el portal del Ayuntamiento

hay estrellas, Sol y Luna,

la concejal, el alcalde,

y el niño que está en la cuna”.

(de-leon@ya.com).

Se montó el belén
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