Por Miguel Ángel de León
En mi pueblo, como en casi todos los de esta pobre islita rica sin gobierno conocido, los más viejos del lugar (la gente mayor o la tercera edad, como dicen los amigos de los eufemismos) suele acudir en masa a votar, a cumplir con ese falso deber cívico de votar que se han sacado de la manga, al alimón, políticos y periodistas que sólo parecen el eco de aquéllos, a pesar de que tamaño disparate no lo recoge ley o constitución alguna... excepto en determinadas dictaduras, claro, como la franquista o la castrista. Doy fe de esa afluencia masiva a los colegios electorales, pues me ha tocado ejercer en alguna ocasión como aburrido integrante de una mesa electoral en el municipio que ombliguea a Lanzarote y he visto cómo mis vecinos de determinada edad acuden a retratarse ante las urnas con la misma fe con la que antiguamente iban a misa. Sin embargo, esa misma gente, esos mismos batateros nacidos, criados y soleados en San Bartolomé no van a perder mucho tiempo este domingo, 24 de septiembre, ante la urna para votar a favor, en contra, o ni lo uno ni lo otro, de añadir al nombre del municipio el ya sobado topónimo Ajei. “Ya no tengo edad para boberías”, me decía ayer un paisano octogenario.
-¿Y usted no va a ir a votar el domingo, cristiano?
-¿Votar a quién? ¿Las elecciones no son el próximo año, caracho?
-Me refiero a lo de Ajei. ¿Usted no está de acuerdo con eso?
-¿Qué Ajei ni santo Ajei? Yo nací en San Bartolomé hace 85 años, señorito, y el pueblo lo llamaban “ansina” mi padre, que también nació aquí, y mi abuelo, nacido aquí, en San Bartolomé. Y los padres de mis padres y los padres de mi abuelo igualito, igualito. No me vengan a mí ahora con machangadas cuatro políticos que no saben cómo emplear el dinero en las cosas necesarias y después lo tiran en boberías bobas.
-Hombre, pero es para distinguirlo de San Bartolomé de Tirajana...
-¿Y eso qué es lo es?
-Un municipio de Gran Canaria.
-¿Gran Canaria es Las Palmas?
-Bueno, no exactamente, pero más o menos...
-Aaaamigo. Lo que hagan los canarios, allá ellos.
-¿Y a usted nunca le han llegado las cartas equivocadas?
-A mí lo que no me llegan nunca son cartas. Carta equivocada fue la que le mandó hace años mi hijo al Ayuntamiento para protestar por unos problemas que tenía en la calle, y todavía está esperando la respuesta. ¡Mal empleadito tiempo! Y mire que se lo dije yo a él. No arreglan una bobería de nada y vienen ahora a arreglarnos el nombre del pueblo. Quíteseme delante, haga al favor...
-¿Pero a usted no le gusta el nombre de Ajei?
-A mí me gusta llamar las cosas como me enseñaron desde chinijo mis padres y mis abuelos. Al pan pan, y al vino vino. Mucho más que Ajei me gustaba a mí el nombre de aquella artista de antes. ¿Cómo se llamaba la tipa? Ah, sí, Sofía Loren. ¿Y por eso le voy a poner a mi pueblo el nombre de San Bartolomé de Sofía Loren?
-Está usted frivolizando, caballero.
-¿Cuálo?
-Que no entiende usted nada.
-¿Y si usted se las sabe todas, qué hace preguntándome a mí? Camine por donde vino, hágame el favor, que yo si le digo le engaño. (de-leon@ya.com)