lunes. 12.05.2025

Por Miguel Ángel de León

Coges las portadas de los diarios nacionales del pasado miércoles y te dan ganas de tirarlas todas a la basura, para que allí, en el vertedero de inmundicias, haga juego con el infralenguaje que utilizan todos los rotativos para anunciar que la tal Penélope Cruz ha sido elegida como una de las cinco cómicas que competirán por el Oscar a la mejor actriz. ¿Elegida, designada, nombrada, propuesta, seleccionada? No, no: NOMINADA. Áteme usted esa mosca por el rabo, caballero, que a mí ya se me escapa...

Que periódicos del teórico prestigio de “EL País” o “ABC” (ambos han perdido 20.000 y 40.000 ejemplares de ventas, respectivamente, en el último mes, y mucho que me alegro, aunque seguiré leyendo las dos cabeceras porque me puede el masoquismo) anuncien en portada esa “nominación” de la tal Penélope Cruz confirma que la batalla ya está perdida, y que han ganado la misma ilustres ágrafas como la insufrible Merceditas Milá, la que convirtió un magnífico personaje literario (el Gran Hermano que protagoniza la profética novela “1984” de George Orwell) en detritus catódico o catatónico y está enseñando a hablar con el culo (con perdón) a miles de periodistas embobados con el sucio y voraz cíclope de cristal.

Tanto me da que me da lo mismo la no designación de la última película de Pedro Almodóvar como candidata a esa misma estatuilla gringa (no he visto la cinta, aunque me fío de la crítica positiva de casi todo el mundo, incluyendo la columna que le dedicó en este mismo y único diario impreso conejero Jana García), puesto que el director manchego no es santo de mi particular y rarísima devoción cinematográfica, pero ver cómo se patea impunemente el idioma de Cervantes en las mismas portadas de periódicos en los que uno aprendió a leer allá cuando chinijo, en el mismo ABC en el que han escrito las mejores plumas de la literatura española en estos últimos cien años, da una amarga sensación de desengaño que no le deseo ni a mi peor enemigo, si lo hubiera o hubiese.

Titular de “El País” al respecto de la noticia de marras: “Penélope Cruz, primera actriz española nominada a los Oscar”. ¿Nominada? ¿No tenía nombre la nutricia muchacha antes de esa designación? ¿No la llamaban La Pene en la escuela sus compañeras de aula? Porque precisamente eso es nominar, de toda la vida de Dios: poner nombre a cosas, sitios o personas. Viene del latín “nominare”, si me disculpan el arranque de pedantería, pero los papanatas anglimemos se han quedado con el significado en inglés del palabro, y con las palabrotas mil veces repetidas de corruptores del idioma y delincuentes televisivos como los reyes de la telebasura a los que no voy a nombrar (ni nominar), a cuyo trono han elevado los telespectamierdas, que son mayoría, como es triste fama, si no nos engañan las mediciones de audiencia.

Las últimas ediciones del Diccionario de la Academia Española mantiene todavía el significado de siempre para el verbo nominar: “Dar nombre a una persona o cosa”. No hay más acepciones en el DRAE, al menos en su penúltima edición, que es la que me traje de Barcelona allá cuando las Olimpiadas del 92, pero les apuesto doble contra sencillo a que más pronto que tarde acabará agachando la cabeza, pues allí está, en la docta casa y para sorpresa y espanto de todos los letraheridos, el mismito Juan Luis Cebrián que viste y calza, y todo el poder que ostenta en tanto que gran jefe del imperio mediático/mediocre Prisa, esa multinacional entontecedora de masas. (de-leon@ya.com).

Le llamaban La Pene
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