Por Miguel Ángel de León
El pasado jueves, 22 de febrero y no 28 de diciembre, leía en este mismo y único diario impreso lanzaroteño que Marcial Martín, el director insular de la Administración General del Estado en Lanzarote (Delegación del Gobierno para los amigos y demás personas piadosas, por decirlo en cristiano y en confianza), “observa la posibilidad” de traspasar el Aeropuerto conejero a Playa Blanca, que allí abajo cabe de todo, como es triste fama. Si don Marcial se limita a “observar la posibilidad”, bien está. Cosa muy distinta y distante será que pase de contemplarla a llevarla a cabo, que es muy capaz, porque ya estuvo tentado de mudar el Ayuntamiento de San Bartolomé en peso a la Casa Ajei, en su etapa de alcalde. Menos mal que no tuvo el tiempo suficiente en el cargo como para llevar a efecto esa otra mudanza a la que tan aficionado nos ha salido el también aficionado a los gallos de pelea. Y con la mala fama que tiene de toda la vida de Dios las mudanzas, que suelen ser causantes de depresiones y mil males más. “A mi peor enemigo no le deseo el infierno, sino una mudanza”, dicen que dijo alguien alguna vez.
Marcial es batatero (de Güime). Yo también (de San Bartolomé casco). Marcial es psoecialista (del PSOE). Yo tampoco. Pero me gustaría creer que este batatero ha soltado esa batata buscando cosa distinta de lo que pudiera parecer a primera vista. Este huevo quiere sal, para mi gusto, y me malicio que no es precisamente la sal del frasco que parece señalar la que ansía. Él apunta con el dedo hacia una parte pero pone la mirada en otro lado. Ustedes ya se habrán perdido a estas alturas, pero yo me entiendo, y sé que este Martín no mantendrá esa petición, sugerencia o posibilidad durante mucho más tiempo ni en muchos otros foros, so pena de poner en riesgo un importante caudal electoral. Y aquí no hay político que no muera (o mate, como diría José Manuel Soria) por un puñado de votos.
Afirmaba también el todavía delegado del Gobierno insular, muy serio y sin que se le escapara ni una media sonrisa y mucho menos una abierta carcajada, que “se hace necesario modernizar el Aeropuerto ampliando su pista”. O sea, que hay que cambiarlo de lugar porque en Playa Honda, a la altura de Guacimeta (rebautizada como Gay-cimeta por los más coñones) ya no cabe nuestro pedazo de aeropuerto internacional, transoceánico e interplanetario. Sin embargo, no consta que exista ningún clamor popular, y ni siquiera el que afecta a agencias de viaje u otras empresas del sector, que ande reclamando ansiosamente tamaño aeropuertazo (excepción hecha de los que cuatro gatos con botas que usted y yo ya nos imaginamos: los que “asolan” y arrasan allá por donde pisan, sin que vuelva a crecer la hierba más nunca). Pero algunos quieren ir dejándolo caer de tarde en tarde, como el que no quiere la cosa, para que se vaya “contemplando la necesidad” que otros entendemos como necedad.
Así y todo, insisto en dejar constancia escrita que hay algo en todo -llámelo usted pálpito, corazonada o bobada- que me dice que el dicente va de farol. Igual sólo son cosas mías. El tiempo dirá. Mientras tanto, espérame en el cielo... de Yaiza, para más señas, pero espera sentado, no te vayas a cansar. (de-leon@ya.com).