Por Miguel Ángel de León
Una simpatizante nacionalista (nadie es perfecto, mi niña) me corrige una sentencia que dejábamos caer aquí semanas atrás: "El nacionalismo no siempre es de derechas, Miguel Ángel”. Tiene razón la lectora: es la derecha la que casi siempre es nacionalista. No hay que salir de España para constatarlo, a fe mía.
Otros sufridos lectores más o menos habituales de esta tribuna impresa y digital han sido testigos mudos, en numerosas ocasiones, de mi particular devoción lectora por -entre otros- el filósofo vasco Fernando Savater (una de las pocas plumas habituales del diario “El País” que no produce arcadas de sectarismo), al que suelo citar aquí de tarde en tarde. Por si alguien tuviera o tuviese alguna duda de la valía intelectual y literaria de Savater, ahí les dejo, seguiditos, algunos esclarecedores párrafos suyos, en hablando precisamente de la entontecedora fiebre endogámica que amenaza con cargarse al enfermo:
-"Lo que los etnomaníacos llaman etnias originariamente puras no son más que mestizajes cuyas claves han sido olvidadas o disfrazadas. El origen hay que reinventarlo constantemente a partir de aquello que en el presente se quiere excluir o rechazar. Si el mito del origen se generaliza como meta en el siglo XXI, habría que preguntarse si no tendremos ocasión de echar de menos a esa especie amenazada, el ciudadano moderno, librepensador y universalista, más pendiente de la incertidumbre del presente y de los retos del futuro que de la reconstrucción y perpetua conmemoración fabulosa y falsa de lo originario".
-"Como se espera cada vez menos de lo que puede lograrse entre todos, parece llegado el momento de refugiarse en lo que se nos ha dado en la cuna de una vez por todas. Se supuso un día que las instituciones humanas estaban destinadas a remediar los males cainitas que trajo a nuestra común progenie el pecado original. Pero ahora nos vamos disgregando en bandadas [o nacionalidades, cada bruto con su tribu y el dios de la ignorancia en la de todos]. Unas bandadas semejantes a las de aquellos pájaros descritos por Borges en su libro de los seres imaginarios, esos que vuelan siempre de espaldas porque no les preocupa a dónde van, sino de dónde vienen".
-"Bajo las sublimaciones nacionalistas subyace siempre el concepto de propiedad: a fin de cuentas se trata de que lo mío es sólo mío y lo de los demás ya veremos cómo se reparte. En contra de lo que sostienen ciertos nacionalistas, el nacionalismo no es sencillamente el sentimiento de amor al propio país y la propia tradición, sino la manipulación ideológica de ese sentimiento para convertirlo en legitimación de una elite política. Lo mismo que un loco hace ciento, el nacionalismo provoca otros por reacción o por imitación.
-"Ciertos animales, cuando quieren asustar a sus adversarios, se inflan, despliegan membranas, adquieren colores rabiosos, erizan la pelambre y hacen todo lo posible por parecer de mayor tamaño. También en la lucha política cualquier minoría por medio de la violencia puede aumentar en apariencia su peso social y su volumen decisorio. En ambos casos son estrategias que funcionan mejor o peor según lo tímido y lo crédulo que sea el adversario a que se enfrentan. Doy por supuesto que cuanto más patriota es alguien peor camino lleva".
-"Del sentimiento de amor al propio terruño no se deriva forzosamente la ideología nacionalista, del mismo modo que el incesto no es una consecuencia inevitable del amor filial: en ambos casos se trata de desbordamientos de los instintos. Uno puede saberse perteneciente a una nación sin ser nacionalista, lo mismo que puede tener un apéndice sin padecer apendicitis”.
Ante el actual discurso único del cegador ombliguismo y la enfermiza moda de la endogamia cultural, las palabras de Savater se asemejan cada vez más, para mi gusto, al vivificador oasis en mitad del desierto político que también llevamos años atravesando en Canarias, como es triste fama. (de-leon@ya.com).