miércoles. 14.05.2025

Por Miguel Ángel de León

Meses atrás, cuando se me ocurrió (en mala hora, visto lo visto y leído después) hacer una referencia en tono irónico a esa leyenda urbana -y rural- que habla de lo que beben o dejan de beber los pilotos de la aviación civil antes o durante los vuelos, la versión digital de esta columna se llenó durante varios días de airados comentarios, por calificarlos suavemente, de pilotos profesionales de distintos y distantes puntos geográficos del territorio nacional. Y mi correo electrónico, ni les cuento. La directora de esta único diario impreso lanzaroteño fue testigo por aquel entonces de los"piropos" que se tuvieron que censurar porque, ciertamente, la mayoría eran impublicables.

En vista de la que se había montado, y de la poca capacidad de encaje y del escaso sentido del humor que demostraron tener algunos profesionales del ramo (casi todos en las filas de Iberia y Binter, según sus propios testimonios), insistí en un segundo artículo en recalcar el tono jocoso de aquella columna que a mí me parecía obvio. Pero incluso así volvieron a llegar más comentarios que insistían a su vez en advertir y avisar que sobre ese concreto asunto o leyenda no admitían ni la más mínima broma.

Confieso que yo tenía una opinión mucho más elevada (nunca mejor dicho, en hablando de pilotos) de estos trabajadores del aire, a los que por el simple hecho de tener unos estudios y estar viajados como el que más les suponía una mayor tolerancia y una cintura más flexible, capaz de afrontar cualquier alusión más o menos jocosa sobre su noble oficio. Pero me equivoqué... al menos con algunos de los integrantes del gremio, cuyos correos virtuales rebosaban palabritas feas e infantiles amenazas, más propias del lumpen que de personas con una mínima -o máxima, en su caso- preparación y cualificación. Fíate y no comas.

Dado el mal talante y el escaso espíritu deportivo de algunos, opté por aparcar y alejar de esta periférica columna cualquier alusión a los pilotos de marras... hasta este lunes, cuando me encuentro en la portada del diario "El País" la noticia de que Aviación Civil realizará controles antidopaje a los pilotos y tripulantes de cabina. Tal cual. En páginas interiores, el titular a cuatro columnas del diario español de mayor difusión también se apunta al humor con una chistosa ocurrencia: "Tripulaciones, a soplar". Pese a la aparente chanza, la cosa va muy en serio, como les gusta a los pilotos que abominan de las bromas. El Ministerio de Fomento ha enviado ya una carta circular a los sindicatos y compañías aéreas en la que les informa que se harán controles aleatorios y por sorpresa -como en el fútbol, como en el ciclismo- a pilotos y tripulantes de cabina de pasajeros (azafatas y azafatos) de los aviones para detectar, si lo hubiera o hubiese, consumo de alcohol y drogas, en cualquier aeropuerto español. Ergo, la leyenda tenía algo de cierta, como se deduce e infiere fácilmente de esa información que hasta ahora nadie ha desmentido.

No me consta tampoco que ni a la redactora de la noticia, Lara Otero, ni al mencionado periódico madrileño le hayan llegado ni tantos comentarios de protesta ni tantos insultos en cascada como provocó meses atrás una esquinada columna de opinión de un humilde diario insular. Las protestas, como se dice, al maestro armero (en este caso, el Ministerio de Fomento).

Está científica y empíricamente demostrado que el mal humor no es bueno ni aconsejable para la salud de las personas humanas, como dijo el redundante. Y a ocho o nueve mil metros de altura, eso debe ser incluso más dañino y peligroso que a ras de suelo, para mi gusto, pues puede causar daños colaterales a terceros. Venga, una copita y a relajarnos todos. Pero si pilotas, no bebas más que agua. (de-leon@ya.com).

El avión que tiene Asunción
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