domingo. 04.05.2025

Los mendicantes actores españoles no consiguen que a los españoles que no somos actores nos interesen sus problemas. Es decir, nos importan sus cuitas casi tanto como su cine: poquito tirando a nada. Ahora andan otra vez con el llanto puesto a cuenta de no sé qué concreto cuento, porque hemos llegado al punto de que vemos en la prensa las fotos de los cuatro de siempre y pasamos la página, de puro hastío. No digamos ya cuando encima se ponen a opinar o pontificar hasta sobre el sexo de los ángeles, porque hay periodistas que entienden que el hecho de que estos sabelotodos hagan películas (porque están en celuloide, no porque merezcan el nombre de tales) o presenten programas en la caja tonta catódica les vale a estos figurines para sentar cátedra sobre cualquier asunto y darnos lecciones sobre lo divino o sobre lo humano, y por esa razón de peso en las entrevistas hay más preguntas sobre los grandes problemas de la Humanidad que sobre la presunta profesión artística de estos reyes del llanto.

Si al menos no fueran tan declaradamente sectarios, igual hasta podían tener un pase, pero son de un descarado que tiran de espalda. El otro día, según iba en el coche, escuché durante los escasos segundos que tardé en cambiar de dial a una de estas actrices de Tercera tirando a Preferente explicándonos al resto de los desinformados ciudadanos, primero, cómo cuidaba ella su línea (no de actuación, precisamente) y, después, por qué determinados políticos y algunos medios de comunicación se equivocan al no haber respaldado ciegamente (nunca mejor dicho) la política antiterrorista (¿?) de don José Luis Rodríguez El Puma (Zapatero, quise decir). Áteme usted esa mosca por el rabo, cristiano, que a mí ya se me escapa. La muchacha hablaba con toda la autoridad de la que carece, entre forzados anglicismos de risa y otras sonoras patadas al idioma. Y la entrevistadora, encima, dándole toda la razón que no tenía. Entre indocumentadas andaba el juego.

No comparto el nombrete de “titiriteros” que le ha puesto la prensa no adicta a Zapatero a estos supuestos artistas sin arte conocido (como no sea el arte de agarrar la pancarta con una mano y la golosa subvención con la otra). Titiriteros son los que mueven a las marionetas, no los propios títeres. Y los pancarteros de marras son sólo simples o simplonas marionetas de la actual corrección política, como es triste fama.

Tampoco comparto la opinión derrotista de los que aseguran que el cine español actual es malo. Creo que es peor que malo (con contadísimas excepciones), pero está requetepublicitado favorablemente por los poderes públicos a los que sirve, hasta el punto que hemos acabado haciéndole creer a la gente que Pedrito Almodóvar (con diferencia, el director más sobrevalorado de la historia cinematográfica del planeta y parte del extranjero) es superior a Ford, Huston y Wilder, simples aficionadillos al séptimo arte comparados con el machango (manchego, quise decir). Y, sin embargo, véase no más cómo envejece a la velocidad de la luz el cine almodovariano. ¿Quién tiene el valor de tragarse hoy sus historias sobre la farsa de la subvencionadísima movida madrileña? Es lo que tienen las modas, señora: pasan de moda. Así le den a Almodóvar los “oscar” que quieran. Al mismísimo Orson Welles, a Hichcock o a Lubitsch nunca le dieron ninguno, no les digo más. Pero “Ciudadano Kane”, unánimemente considerada la mejor película de la historia, nunca podrá estar en la misma estantería ni a la misma altura que -un suponer- “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón”.

Lo ha escrito de cine (nunca mejor dicho) Ignacio Camacho: “Pobrecito cine español, tan tedioso, tan cargante, tan garbancero, tan sectario, tan autocomplaciente, tan deshabitado de genio, tan escaso de brillo, tan bajo de aspiraciones, tan perezoso de miras. Pobre arte sin público, pobre industria sin vuelo, pobres guiones sin garra, pobre pobreza de donaire, de chispa y de talento. Cuánta autosatisfacción estéril, cuánto narcisismo gratuito, cuánta presunción vanidosa de espaldas a un público hastiado de tanto artificio inútil, condenado a pagar con sus impuestos el fracaso de quienes no son capaces de motivarlo a pagar sus entradas”.

Ocurre como con las infumables teleseries españoñas: la diferencia que hay entre el cine de calidad y el actual cine español es la mismita que hay entre “Los Serrano” y “Los Soprano”. De la primera nunca he visto ningún capítulo (sólo los segundos justos para asquearme con esos diálogos de besugos), y de la segunda siempre me he quedado con ganas de ver más. (de-leon@ya.com).

De cine (del malo)
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