miércoles. 30.04.2025

Al final, hay que recurrir a la prensa de humor para leer algo con fundamento sobre la tan alegremente denostada abstención, porque en la prensa teóricamente seria (El País y por ahí) sólo encontramos a ese respecto falsas frases sobadas y demás lugares comunes muy propias del lenguaje políticamente correcto (“hay que votar”, “hay que participar”, y más blablablá insustancial que no argumenta sino que ordena a través de imperativos de risa), cuando no un evidente desprecio o insultante ninguneo hacia los millones de ciudadanos españoles que el pasado y pesado 27-M decidieron/decidimos no acudir a votar, y a mucha honra, por más y por mucho que nos miraran o mirasen por encima del hombro los fundamentalistas del voto, que haberlos haylos.

Les hablo en esta ocasión del semanario de humor El Jueves, la revista que sale los miércoles y que acaba de cumplir los treinta años. En su último número dedica su portada a los comicios del 27 de mayo, en buena lógica, y bajo la pregunta “¿Quién ha ganado?” aparece una señora de buen año y muy bien alimentada (gorda, para entendernos) con una banda en la que se lee “Abstención” y haciendo el signo de la victoria con su mano izquierda y un bocadillo en el que dice “Y sin prometer tonterías”. Más claro, ni el agua clara. Más cierto que eso, nada. Pero una verdad tan elemental (tanto que hasta da vergüenza recalcarla) parece que sólo la ve una publicación humorística. En la supuesta prensa seria se obvia lo obvio. Y cada periódico (serio, por supuesto) barre para su casa y su causa: los de derecha ven un triunfo arrollador del PP y los de izquierda creen que la debacle del PSOE no es tal. Para gustos, colores. Lo que no tiene discusión es la sonora y sonada bofetada moral que le han propinado a tirios y troyanos los que ya no creen en este minúsculo y desnaturalizado trocito de democracia que cada cuatro años se nos sirve, cual propina, a los figurantes de esta comedia bufa. Con su pan se lo coman.

En páginas interiores del número 1.566 de El Jueves se recuerda en alguna viñeta, entre otras perogrulladas a las que siguen haciéndoles oídos sordos los políticos que están sólo a lo suyo en su torre de marfil y los periodistas más perdidos, que “La abstención es un mensaje que nos manda la sociedad”. Por su lado, otro machanguito con cara de tarugo dice una tarugada muy habitual: “Una cosa está clara: los que no han votado no tienen derecho a quejarse de nada”. Semejante simplonada se la hemos escuchado todos alguna vez a todos los políticos, como es triste fama. En Lanzarote incluso ha habido alguno que se ha descolgado con otra frase de antología: “El que quiera opinar, que se presente a las elecciones”. Esta es la fauna política que tenemos. No hay que pedirle, por lo tanto, peras al olmo ni duraznos a la rama de batatera.

Con razón mantiene El Jueves una sección llamada, precisamente, “Recortes de la prensa seria”, en donde todas las semanas dan muestra cabal de lo poco seria que es. Para constatarlo se limita publicar una serie de titulares de aquélla, sin manipulación, y enfrentándolos unos con otros nos da una palmaria prueba de cómo se puede decir una cosa y la contraria sobre una misma noticia según sea la cabecera o la línea editorial. Ahí ves cómo periódicos tan prestigiosos como El País y El Mundo -un suponer- titulan de forma diametralmente opuesta sobre un mismo y principal acontecimiento (los atentados del 11-M sería el ejemplo más gráfico y actual). Sobre el macro-juicio que lleva meses celebrándose en Madrid, donde en una portada se dice blanco en la otra se dice exactamente negro. Y eso que estamos hablando de información, no de opinión. Píquemelo usted menudito, cristiano, que lo quiero para la cachimba. Y si eso es prensa seria, mucho más serio es el macho y... (complete el lector el dicho canario, que escrito queda muy grosero).

Aceptemos la decisión y la ilusión del votante con verdadero espíritu democrático, aunque sea el mismo espíritu que tú entiendes que les falta a los fundamentalistas del voto: los que andan convencidos de ese dogma de fe de que la democracia empieza y termina retratándose ante la urna, como el parroquiano de misa diaria que cree que con acudir a la iglesia ya es mejor cristiano y mejor persona que el vecino que sólo va una vez a la semana, y no digamos el que no va nunca. Es muy humano darle más importancia de la que tiene al simple ritual. Lo llevamos en la sangre, desde que bailábamos en las cavernas alrededor de la urna (del fuego, quise decir). Si el juguete los mantiene entretenidos, déjalos estar. (de-leon@ya.com).

De chiste
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