Por Miguel Ángel de León
Ustedes no se habrán enterado porque aquí nadie lee el ABC, como es triste fama, pero es lo cierto que en su edición para Canarias de este mismo martes se informaba que en Lanzarote sólo hay un agente con formación específica para manejar el radar móvil. Cuando es otro el que maneja el aparato, estampa en las denuncias el número de identificación del primero, dada la obligación de acumular denuncias para no ser sancionados, pues se reciben presiones para multar en las carreteras, de forma que los que no alcanzan un número de denuncias estimado por sus superiores acaban siendo sancionados de una forma encubierta como, por ejemplo, no cobrar la productividad, cesar en destino o someterse a exámenes de reciclaje. No lo digo yo, sino que lo acaban de denunciar desde dentro de la propia Guardia Civil.
A ver si lo ententemos. Resulta que la denominada Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC para los amigos y demás personas piadosas) ha denunciado una prática que podría poner en serias dudas la validez de cientos de miles de denuncias por exceso de velocidad, pues "en la gran mayoría de Subsectores de Tráfico de la Guardia Civil los operadores de radar no están en posesión de la certificación válida que acredite una especial formación en el manejo y mantenimiento de los equipos". Total, que ni tienen dicha formación ni, en consecuencia, capacidad para firmar con su número de agente la denuncia pertinente. Y en Lanzarote esta dinámica tiene el ejemplo más claro, pues aquí sólo un agente tiene la titulación requerida para el manejo de radares móviles, y cuando este único agente disfruta de un día libre, o de sus vacaciones reglamentarias, el dispositivo debería permanecer inmovilizado, pero no es así, y en su lugar actúa otro compañero sin la pertinente formación y, por lo tanto, sin capacidad legal para certificar con su firma las denuncias resultantes.
Esta situación en Lanzarote evidencia el fraude por un hecho elemental: hay acreditadas sanciones durante más de veinte días consecutivos (un turno que jamás ha realizado el único y agente). Ergo, la conclusión es elemental, para mi gusto, aunque dejo al lector la elección de ponerle un concreto nombrete.
Dados mis particulares horarios y manías nocturnas, habitualmente me gozo (es un decir) muchos controles de tráfico, principalmente los relacionados con los de alcoholemia. Tengo el salpicadero del coche repleto de canutos de plástico por los que me ha tocado soplar en mil y una ocasiones. Y aunque a veces bebo (nunca tanto como los osos que caza el Rey el Rusia), y confieso que he bebido ante el Guardia Civil de turno para no llevarnos a engaño de antemano, jamás he recibido sanción por ese lado, ni me han quitado/restado aún ni un mísero punto ni coma de mi carnet. Toco madera, por si las moscas.
La única sanción que recibí, firmé y pagué sobre la marcha, antes de la entrada en vigor del ya afamado carnet por puntos, fue a plena luz del día y por un fisquito de exceso de velocidad en llegando a una rotonda, en el municipio de Tías. De haber sabido lo que acabo de leer en ABC, aquel aciago día en el que el agente de turno me hizo parar el coche y me pidió acto seguido mi licencia de conducir le hubiera o hubiese respondido, en lugar de con un "aquí la tiene usted, caballero", con un elemental "usted primero, cristiano"... (de-leon@ya.com).