martes. 23.04.2024

Al escritor José Saramago, que recibió el Premio Nobel de Literatura cuando ya residía en Tías como un conejero más, no le gustaba nada el exceso de rotondas que había en Lanzarote, a la que de hecho a veces llamaba como “la isla de las rotondas”. Y ahora resulta que frente a su casa, convertida de último en un negocio más a costa de su nombre, el Ayuntamiento, el Cabildo y el Gobierno de Canarias van a inaugurar una rotonda a la que llamarán Rotonda Saramago, según he leído. Seguro que al difunto le hará mucha gracia…

Hablando del negocio turístico, Saramago dejó dicho también que “los turistas son como las abejas: dan la miel, pero pican". Hay un documental llamado "Lanzarote, la isla estrellada", que creo que conviene tener en cuenta si queremos reflexionar sobre la especulación urbanística en el Archipiélago, y más concretamente en la isla que ocupamos. Un caso específico nos permite concretar, sin olvidar la situación global, el devenir de los acontecimientos que han provocado el panorama actual y cambiado los paisajes de nuestro territorio de manera traumática a simple vista. Saramago, que reflexiona de forma sencilla y entendible hasta para un desconocedor absoluto de la situación actual y la pasada, hace hincapié en un hecho: "Se parte de que todo lo que se haga para el turismo es beneficioso para la población". Bajo esta aplastante premisa se han cometido verdaderas atrocidades sobre el territorio, sin tener en cuenta el impacto medioambiental, el desarrollo sostenible, la ocupación turística de calidad. Desoyendo los viejos cantos de “ni una cama más”, aprovechando la ignorancia ciudadana, el despiste y, por qué no decirlo también, la anterior situación económica boyante que a duras penas podemos recordar en esta época de vacas flacas que nos toca sufrir ahora actualmente.

El citado documental recoge un esclarecedor y contundente testimonio de un carpintero jubilado, Santiago Medina Cáceres, que con hablar llano nos explica cómo vivieron él y su familia la infancia en el Berrugo, metidos en los charcos cuando la chinijería se lo permitió y trabajando la tierra y las salinas cuando el padre, Don Gabino, y la juventud se lo requirió. También de la época más triste, la que ha supuesto una lucha intensa por mantener su casa, de las presiones y los disgustos, pero asimismo de los apoyos recibidos por la población de la isla, que han plasmado este aliento en un libro de firmas que coloca Don Santiago a la entrada de la casa familiar. Y es que cuando las situaciones aprietan nada anima más que saber que uno no está solo.

Algunas opiniones del documental se muestran críticas sobre la pasividad mostrada por el sector universitario ante semejante desbarajuste hormigonado. Qué lejos queda la concienciación estudiantil masiva y su consecuente manifestación pública y notoria ahora que ni siquiera tendríamos que jugárnosla con las porras de los grises. Todo aquello ha dejado paso al hastío, la insolidaridad y el ombliguismo.

Rotonda Saramago
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