lunes. 12.05.2025

Por Antonio Guerra León

Les aseguramos con toda la sinceridad del mundo que nos habíamos propuesto abdicar por un tiempo prudencial de tratar el candente tema de la inmigración para no echar más leña al fuego a esta cuestión de tanta actualidad y tantos matices. También nos habíamos propuesto ese objetivo por propia salud mental. Pero hoy, pese a la buena temperatura, la mar calmada, el sol brillante, relativa buena salud física y mental, justo dinerito para subsistir, más una buena familia y un montón de amigos, declaramos solemnemente que queremos romper la tregua prometida para solemnemente ... «dimitir de esta puta vida».

Nuestra forma de ser y muestros principios (sin ser, ni por asomo, unos estrechos morales) no nos permiten ni un minuto más convivir con gentes y medios de comunicación que presumen a diario de ser católicos a machamartillo o que, simplemente, se consideran personas serias y honradas hasta las mismas cachas. Sujetos éstos que se han empeñado con sus gestos, comentarios y opiniones peligrosamente racistas en convertir al hasta ahora noble y abierto pueblo isleño (hijo putativo, como todos sabemos, de numerosos cruces y mestizajes, incluidos negros y beréberes) en una cerrada colonia de tipo «nazi», llena de xenóbos, homófobos y otras malas hierbas del camino más asqueroso y repugnante que puede pisar el ser humano.

Y no exageramos, nada de nada. Ni siquiera piensen ustedes que son casos aislados, pues sólo hace falta leer o escuchar ciertas opiniones o visualizar sin más a una parte de un pueblo de gran arraigo y solera en la isla de Tenerife, donde el alcalde abandera a unos cuantos vecinos para que unos menores, eso sí, de color oscuro, no puedan utilizar unas instalaciones ubicadas en su municipio para estos u otros menesteres sociales. Además, "el preclaro regidor municipal", pensamos nosotros, estaba buscando encontrar a corto plazo unos votos totalmente indeseables por su propia raíz para las próximas elecciones municipales. Prefiriendo el alcalde, poner por delante de la dignidad y de la justicia social innobles intereses político, muy pueblerinos y caciquiles que, ¡ingenuos de nosotros!, creíamos periclitados con la llegada de la democracia.

Parece que después de la polémica que han suscitado estas actuaciones, ese mismo alcalde ha rectificado y junto con sus colegas de zona han visitado a los niños y se han sacado muchas fotos con ellos para desde las mismas aclarar, como siempre, que aquello fue un malentendido y que bla, bla bla...

No debemos olvidar también otro ejemplo más reprobable todavía, por ser obra de nuestros directos representantes: la inaudita intervención de los diputados canarios en una desgraciada sesión parlamentaria, que nos puso los pelos de punta y la mente en blanco, en la que escuchamos con mucha vergüenza ajena cómo se trataba con una liviandad y total falta de miras, con una actitud totalmente inhumana, un tema de solidaridad, hambre y desesperación, pues parecía que se hablaba de animales a estabular más que de seres humanos, a los cuales, además, había que combatir con la firmeza que debe ofrecer la Armada Española.

¡Que venga Dios y lo vea!

Por lo tanto, y a la vista de todo este espectáculo dantesco de maldad y falta de caridad, nos seguimos preguntando, como dice el enunciado de estas cuartillas en negro sobre blanco: ¿Dónde están los Fiscales? Pues según nuestras informaciones, pues no somos juristas, «el fomento del odio racial» está penados por Ley con severas penas de prisión. Entonces, para qué esperar a que se encanalle todavía más la actual situación en nuestras islas y surjan nuevos odios y resentimientos.

Y, si no, recordemos a vuela pluma aquello que decía Bertoldt Brech..., primero se llevaron a un comunista, pero como yo no era comunista..., después se llevaron a un gitano, pero como yo no era gitano..., después se llevaron a un judío, pero como yo no era judío.., hasta que me llevaron a mí.

¿Dónde están los Fiscales?
Comentarios