viernes. 19.04.2024

Antonio Guerra León

Y es qué somos muy ruinitos, mientras los problemas no nos tocan directamente, pensamos que vivimos en ese paraíso de felicidad inigualable que pregona Adán Martín a cada rato con su triste y críptica oratoria política ¡ojito! prepárense para la próxima homilía navideña de nuestro presidente qué si los coge con dos vasos de vino encima pueden quedarse sin Nochebuena y hasta sin Día de Reyes, en estado cataléptico sin más.

Y es que nadie se queja hasta que el zapato le aprieta en la peluda pata, y hacemos chistes con las desgracias de los demás desde las barras de los bares como si nunca nos fuera a pasar nada, y si hay negros por medio más gracia todavía. Recordemos como hasta hace poco meses desde esta isla picuda, la llegada de pateras a islas como Lanzarote o Fuerteventura eran motivo de toda clase de odiosos chistes, hasta que los cayucos aparecieron por nuestras playas sureñas y se armó la de Dios en Cristo, con llamadas urgentes al Rey para que remediara la cuestión y hasta grandes exigencias dinerarias a la Unión Europea y la O.N.U. -Y se acabaron las chanzas-.

Cosa parecida sucede por estas fechas con la corrupción, que mientras estuvo alejada de Tenerife siempre fue motivo de vacilón callejero (Marbella, Seseña, Ciempozuelos, Telde, Mallorca, La Oliva, Haría y no digamos los famosos rateros socialistas de la época de Felipe González, por cierto, "entrullados" en su día por el Sr. Garzón), todo chachi hasta que estalló la bomba de Santa Cruz de Tenerife, donde su alcalde aparece junto con otras personas en una cuestión de muelles y marinas deportivas, y donde los divertidos cachondeos tan simpáticos antes se vuelven enseguida en afiladas lanzas y agudos puñales para intentar matar o ridiculizar al mensajero o lo que fuere, perdiéndose la compostura y los nervios, como si nuestra capital fuera intocable y sus dirigentes unos santos, qué seguramente lo son, Dios nos libre de enjuiciar a nadie, pero que han perdido creemos modestamente las buenas formas explicando esa cuestión de una manera equivocada, desordenada, bastante repleta de testosterona pueblerina, tratando el asunto como si ese auto judicial fuera un fiero ataque corsario a la ciudad y sus vecinos, arrebujándose todos como chiquillos temerosos y llorones entre los pliegos de las banderas de la canariedad, la inquina personal y otras malas hierbas políticas para justificar ciertas aptitudes que no están ni siquiera enjuiciadas, poniéndose la venta antes de recibir la pedrada como forma cobardica de actuar, actitud que por otra parte desprecia la ciudadanía siempre como todos sabemos. Decía Alain Emile Chartier: El hombre que tiene miedo sin peligro inventa el peligro para justificar su miedo.

Y aunque no hay amistad íntima de verdad apreciamos al Sr. Zerolo y a muchos de sus colaboradores, compañeros nuestros en variadas tertulias durante muchos años, pero siempre pensando desde nuestra total independencia y buena fe que están muy equivocados, y que llevan demasiados años en el poder municipal, pues la ira, el insulto y las prisas no son las mejores armas para afrontar ciertos problemas, que solo transmiten a los ciudadanos, una sensación contraria a la deseada con aquello "de cuando el río suena agua lleva", "si están seguros de su honradez porque tanto llanto" "a que viene tanto miedo" etc, etc.

Y sobre todo es por lo menos inoportuna, la actitud paternalista de Don Paulino Rivero, arriscado hombre de la derecha "nacionalista", opinando sin pensar mucho las cosas en nombre del alcalde sobre sus expectativas electorales con el mayor descaro, declaraciones que no son buenas en estos días para nadie y menos para Don Miguel. Tiempo al tiempo. Hasta pronto.

¡De qué nos asustamos!
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