viernes. 19.04.2024

Abierta la espita de las próximas elecciones, el sembrado político de nuestra, o de ellos, Autonomía va cogiendo cierta temperatura o calentura con la salida a la luz pública de encuestas, actos varios y muchos globos sondas para tomar el poco pulso que tiene la pobre política local, que como todo el mundo sabe, le importa un carajo a los ciudadanos. Y si no, echen una vistazo a los índices de participación en algunos comicios pasados, con datos verdaderamente ridículos como los de Santa Cruz de Tenerife, donde apenas el 50% del electorado se acerca a las urnas elección tras elección, mientras otros 90.000 ciudadanos eligen sin importarles un pito la playa, el monte, el fútbol o las perrasdevino para pasar ese día dominguero tan contentos. Que conste, que si votara la mitad de todo ese personal que se va de tenderete ese día tan importante, cualquier partido político de los tres principales sacaría en buena lid mayoría absoluta en el «chicharro». Esa es la cuestión.

Qué lejanos quedan aquellas jornadas de finales de los setenta en que, casi con lágrimas en los ojos, acudíamos todos los sufridos contribuyentes, con alegría infinita y casi en romería, a depositar con orgullo nuestro voto para cumplir, como Dios manda, con el sacrosanto y anhelado deber de poder elegir a nuestros representantes locales, insulares y regionales. En plan zarzuelero: ¡Qué tiempo aquellos...!.¡Qué tiempo señores, pasaron, pasaron...!. Y es que la desmoralización del pueblo, creemos nosotros, es patente en la calle, y no precisamente por los repetidos casos de corrupción que nos acompañan todos los días, que también (todos sabemos lo que tienta tener «la lata del gofio» cerca), sino, sobre todo, por la prepotencia, falta de rigor y de preparación de nuestros gobernantes de chicha y nabo, elementos cuyo único bagaje intelectual muchas veces es sólo el saber pegar carteles y airear pancartas en los mítines, mientras nosotros nos preguntamos que si para cualquier mediana oposición hay que tener un amplio currículo y grandes dosis de conocimiento en muchas materias, ¿cómo es que para ser concejal o consejero no se exige la mínima instrucción? Por cierto, y al hilo de esta cuestión, ¿para cuándo las listas abiertas?, ¿para cuándo?

A todas estas, el señor Lobo, Rector Magnífico de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, salta a la palestra electoral con una inoportunidad manifiesta, opinamos modestamente nosotros, en una convención de Coalición Canaria en Las Palmas, donde, aunque se niegue la mayor parte de la militancia, es proclamado -in situ- (coño, parecemos Olarte) y de forma unánime candidato virtual para presidir la lista de C.C. en aquella isla.

Del señor Lobo los laguneros tenemos, cómo no, el mejor de los recuerdos, pues defendió con bastante eficacia en el tiempo que estuvo en la universidad tinerfeña varios vicerrectorados, siendo, además, su trato y amabilidad con compañeros y alumnos de una notable y leal sinceridad. Lo que no entendemos es por qué una persona de su talla intelectual y personal se ve tentada por el casi siempre «canallesco» mundo de la política canaria, y es que, sinceramente, el ostentar el cargo de Rector de una u otra universidad pública de las islas es mucho más importante que cualquier cargo político, sin ninguna duda, y más gratificante. De todas formas, que tenga mucha suerte el señor Lobo, aunque lo va a tener feo en Gran Canaria, donde el deterioro de Coalición Canaria es evidente, y si quiere un consejo gratis, «cuidadín», «cuidadín»..., con Pepe Carlos Mauricio que dicen que es muy atravesado y muy ruin. El que avisa no es traidor, es, simplemente, avisador.

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