Por Antonio Guerra León
Respecto a las Cámaras de Comercio, les podemos asegurar a todos los lectores, que nos importa un pito de colorines tan peleada institución empresarial, y a los ciudadanos normales que pisan nuestras calles y plazas, lo mismo o más. Pues la mayoría de ellos, no han oído jamás hablar de ese nuevo reñidero político-empresarial tan de actualidad por estos días, pese a ser fundadas hace muchos años, tal vez más de un siglo, y pensando en nuestra salud mental, ni prostituta falta que nos hacía.
Esta entidad estuvo secuestrada durante la larga noche de la Dictadura por personajes de copa y puro que nunca dieron un palo al agua, pero afines, sin duda, al momento político autocrático que marcaba las pautas, aunque, eso sí, obligando, siempre, a los pobres comerciantes de toda laya y condición a abonar, religiosamente, una cantidad anual, pagada y bien pagada, en malos tiempos, sin recibir nada a cambio, y es que no quedaba más remedio que "agua y ajo". A joderse y aguantarse.
Entonces, ¿a qué viene toda esta puesta en escena tan disparatada para acceder a presidir la dichosa Cámara hasta hace poco tan desprestigiada?, ¿qué se esconde en el fondo de la misma?, ¿qué tesoro está encerrado bajo cuatro llaves en ese viejo cenáculo que obliga a las distintas formaciones a pelearse como villanos para conseguir la manija de la institución, perder los papeles, insultarse, comprar voluntades y hasta falsificar documentos, para pasar más tarde a votar con el cuchillo entre los dientes y los ojos desorbitados por las urnas correspondientes?
Nos referimos, en este caso, a las Cámaras de Comercio y Navegación de Tenerife y Gran Canaria (pues parece que en Lanzarote y Fuerteventura las cosas son más normales), cuyos mentores y acechantes a la poltrona presidencial están dando, a nuestro entender, un espectáculo poco edificante a la ciudadanía... para ser magnánimos, pues observamos una campaña electoral repleta de un largo capítulo de puñaladas traperas, traspiés y otras formas de fastidiar al contrario, y, por si faltaba alguna canallada a ejecutar, alusiones nada veladas a la vida particular de cualquiera de los llamados a ser elegidos.
Pero qué les vamos a contar, señores, estamos viviendo una verdadera orgía de malas artes en unos comicios camerales muy singulares, de los que no están exentos muchos medios de comunicación, y la mal llamada clase política, escondida detrás del telón del teatro de las elecciones, amparando las planchas de su simpatía, dejando los participantes en evidencia, además, en esos actos que debían ser limpios y totalmente democráticos, su mal talante y mala baba personal.
Pues, visto lo visto, no queda más remedio que pensar que tanto empeño en conseguir el triunfo en estas elecciones sólo tiene un fin, que para nosotros nos parece bastante discutible, decimos más, totalmente espurio, pues al ostentar "mucho poder", recalcamos, "mucho poder", los grandes empresarios (los pequeños y los autónomos, no pinta nada de nada) obligarán con la fuerza del dinero y el consabido guineo de que puede haber mucho paro obrero si no se construye, acojonar en gran medida a los futuros gobernantes de estas islas, aunque sean mayoritariamente votados por el pueblo, y marcar con ese "poder", manu militari, desde los trasteros del poder económico las pautas políticas que convienen a los intereses de los de siempre. O pensaban otra cosa.
Y ojo, sufridos paisanos canarios, a este dato tan espectacular y lastimoso que ponemos en el conocimiento de todos ustedes, ahí están las estadísticas: un centenar o poco más de familias económicas de este país canario acumulan el 45% de la riqueza del archipiélago, mientras la tercera parte de la población isleña está por debajo del umbral de la pobreza, y el resto endeudada hasta que llegue Santa Lucía o El Ocaso.
Después de estas disquisiciones a vuelapluma, deben entender ustedes, ahora, el porqué de esa cruel lucha por el poder en las Cámaras de Comercio de las islas capitalinas, pero en todo caso, ¡faltaría más! Que cada uno saque sus propias conclusiones, las nuestras están muy claras.