Repasando las estadísticas del Senado, consultando los casi siempre tediosos boletines, uno se suele llevar alguna sorpresa mayúscula. Resulta, según notificó el año pasado el Gobierno central a nuestro senador, Marcos Hernández, que en Lanzarote se roban, mangan, hurtan, choricean, sustraen o levantan más vehículos de lo que uno se puede imaginar, 324 ni más ni menos en el último año. Lo único positivo, si es que puede tener algo de positivo el asunto, es que hace cuatro años, en 2001, el número era todavía más impresionante: 842 sustracciones.
Como normalmente se suelen producir errores en este tipo de estadísticas, tuve que repasar en varias ocasiones tanto la pregunta como la respuesta. “Sí, sí, efectivamente, habla de sustracción (acción o efecto de sustraer u operación de restar) y no de robos en vehículos, lo que quiere decir que se los han llevado. No es que hayan roto algún cristal para robar el casete de turno, no, es que se los han llevado”, me dije inmediatamente, preguntándome acto seguido “a dónde demonios se puede llevar alguien en una isla un vehículo”, y no digamos nada si como pasó en 2001 en Gran Canaria se trata de una guagua. “¿Quién puñetas puede estar tan zumbado para llevarse una guagua?, ¿para qué diantres la querrá?, ¿cómo la camufla?”, me pregunté en un momento en el que todo eran interrogantes.
La verdad es que uno, que no es precisamente amante de los coches de lujo -vamos, de los caros-, duerme bastante tranquilo por las noches pensando que nadie va a tener la tentación de llevarse el modesto vehículo con el que va de un lado a otro. Eso lo pensaba hasta ayer, porque sabiendo que hace 4 años los amigos de lo ajeno se llevaron 842 vehículos en la Isla, uno empieza a sospechar que tiene muchas más posibilidades de que le ocurra que de que le toque la lotería primitiva, cosa que por imposible casi he desterrado de mi pensamiento.
El año pasado fueron por tanto 324 personas las que fueron a buscar su vehículo y se llevaron la desagradable sorpresa de que no estaba donde lo habían dejado (262 coches, 52 motos, 7 furgonetas, 2 embarcaciones y un camión para ser más preciso), lo que, permíteme la expresión, estimado lector, me parece una gran putada.
Como el que no se consuela es porque no quiere, me quedo con el dato de la importante reducción de los choricidios, que se sitúa en algo más del 60 por ciento, lo que no está nada mal. Como habitualmente siempre cargamos las tintas de nuestra indignación contra los encargados de velar por nuestra seguridad, creo que es justo que en este caso aplaudamos la labor que se está realizando desde los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y desde las policías locales, que está claro que algo tendrán que ver en el descenso de la delincuencia organizada contra los pobres vehículos. También tengo claro que cualquiera de los protagonistas de los 324 casos no estará muy de acuerdo con este aplauso, pero sí lo estarán los 518 que no saben que podrían haber sido víctimas.
En los datos aportados desde el Senado no se especifica qué tipo o marca de vehículo es el más anhelado por los cacos. Supongo, como me apuntan en la redacción, que los coches de alquiler serán objetivo básico de los asaltantes, pero también sospecho que la cada vez más numerosa presencia de coches de prohibitivo precio para los mortales tendrá algo que ver con las sustracciones.
Por si acaso, estimado lector, si tenías pensado comprarte un Mercedes, un BMW, un Jaguar o cualquier otro coche de esos que valen una pasta gansa, te recomiendo que no lo hagas, sobre todo si eres de los roñosos que prefieren ahorrarse lo que cuesta el seguro a todo riesgo. Puestos a elegir, siempre será mejor que te roben un chiquito utilitario que un deportivo de lujo o un todoterreno de esos que valen millones, digo yo.